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la tribuna

José Moya Sanabria

¡Basta ya!

UN día, hace más de quince años, la televisión nos informó con todo detalle del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de la banda terrorista ETA. Inmediatamente el rechazo movilizó a todo el país, sin distinción de ideologías, sexo o clase social. Y se les dijo a los asesinos ¡basta ya! La semana pasada los medios de comunicación me impresionaron como aquel mes de julio con la noticia de que hemos superado el 25% de tasa de paro en España. Concretamente en Andalucía, con el 35%, estamos por encima del porcentaje de la crisis de los 90. Hemos batido el récord de 1994, dieciocho años más tarde de aquella amarga experiencia.

Y mientras tanto, qué hacemos los empresarios. La mayoría llorar. Hay otro numeroso grupo que está pensando lo que el Estado debe hacer por él, en lugar de pensar qué pueden hacer ellos por Andalucía y por España. Los más diligentes estamos esperando a ver si el Sareb, vulgo banco malo, arregla la crisis inmobiliaria y nos permite comprar inmuebles a precios de saldo para ganar buenas plusvalías.

Los sindicatos, igual o peor. Sus dirigentes están encerrados en sus cúpulas de poder. En 25 años de empresario no he recibido una sola solicitud de entrevista por parte de un dirigente sindical, ni tengo noticias de que hayan visitado mis instalaciones, a no ser para mitinear una huelga general. Están más pendientes de salir en la foto. Eso sí, discurseando demagógicamente la defensa de los derechos de los que trabajan, dejando en un segundo plano a los que no les pueden votar, es decir, a los parados.

Y la clase política, que si hay que españolizar a los niños catalanes, que si el futuro de Cataluña es la independencia, que si yo puedo ser el sucesor de Rubalcaba, que si los presos etarras tienen que estar lejos o cerca; y mientras tanto España desangrándose en sus manos. La inquina en la que viven los políticos es irresponsable e insostenible. Si en 1977 eran necesarios unos Pactos de La Moncloa, en este momento un gran acuerdo de partidos, organizaciones empresariales y sindicatos es una cuestión de supervivencia. Una situación de emergencia nacional como la actual no la resuelve un solo partido por mucha mayoría absoluta que tenga. No nos engañemos; hay muchos falsos debates ideológicos que no esconden más que luchas por el poder.

Ante este escenario tan sólo vale decir de nuevo ¡basta ya! La sociedad civil tiene que hacerse oír. Empresarios, trabajadores, profesores, científicos, intelectuales deben pregonar que la tarea pendiente más importante que tiene este país es darle empleo a esos seis millones de parados. Que mejorar la educación es muy importante a largo plazo, que reducir el déficit es capital a medio plazo, pero que lo inmediato, lo más importante, es el derecho al trabajo. Es un clamor; es lo que se piensa en la calle. Basta ya de desidia y conformismo. Recordemos la parte de idealistas que todos llevamos dentro y pongámonos a trabajar juntos, que es la única forma de acabar con esta situación.

Mucha gente puede compartir estos principios. Las desavenencias surgen en la manera de hacerlo. Primero, hay que cambiar de actitud. Este país se tiene que levantar con el mismo grado de indignación que en julio de 1997 cuando asesinaron a Miguel Ángel Blanco. No nos va a llover un maná del cielo. Hay que asumir colectivamente que primero hay que dar, luego pedir y finalmente exigir. Es decir, que en primer lugar hay que establecer que sólo la cultura del esfuerzo practicada por todos y cada uno nos permitirá salir de esta situación.

Y después el catálogo de desafíos es amplio. Hay que adelgazar las administraciones y empresas públicas. Necesitamos mejores políticos, menos de los que hay ahora y mejor pagados; que tengan la generosidad y audacia de los que hicieron los Pactos de La Moncloa. Los empresarios que puedan, tienen que moderar sus beneficios y aumentar sus inversiones. Los trabajadores deben elevar su productividad. Y los políticos tienen que exigir a la banca que fluya el dinero y haya crédito.

Muchas de estas cosas son difíciles, llevarán tiempo. Pero otras más sencillas mejorarían el ánimo general de los ciudadanos. Por ejemplo, establecer otras reglas de juego para los desahucios. Tal vez refinanciar a más plazo, hacer quitas, arrendamientos a precios reducidos… Pero es ilógico que centenares de miles de familias se tengan que ir de sus casas y haya millones de pisos vacíos, deteriorándose. Para mi pensamiento social cristiano resulta inmoral. Y más injusto en el caso de la banca que ha recibido ayudas públicas.

Es urgente un acuerdo de salvación nacional tan amplio como sea posible que atienda a las necesidades de crecimiento y empleo, reforma de la administración, contención del déficit y mejora de la educación. Un pacto en el ámbito nacional y también en el ámbito regional. Que haga hincapié en iniciativas de crecimiento de la economía, que es la única manera de crear puestos de trabajo y generar ingresos públicos que reduzcan el déficit y alivien la deuda. Este objetivo debería movilizar a todo el país, sin distinción de ideologías, sexo o clase social. Y hay que abordarlo ¡ya!

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