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Yo te digo mi verdad

Buena suerte a todos

Puigdemont puede que hubiera preferido el fracaso de la negociación, para mantener su delirio de un Estado opresor

España se ha revuelto y las reincidentes voces del Apocalipsis anuncian de nuevo la llegada del fin del mundo, en este caso el fin de la democracia y del Estado de Derecho en nuestro país. En este caso es por la prevista amnistía a los implicados, condenados o no, en el llamado ‘procés’. Antes hubo también parecidos tronares de trompetas por los indultos, por el apoyo parlamentario del Gobierno en Bildu e incluso por el simple hecho de la coalición del PSOE con Unidas Podemos. Podemos irnos más lejos y recordar que ya Zapatero fue tachado de traidor por las negociaciones para el final de ETA, ante la que Rajoy le causó de haberse “arrodillado”.

Con el asunto de la amnistía, esos clamores han llegado más lejos, acusando a periodistas, analistas y expertos que apoyan la intención del Gobierno, o que no secundan ese bombardeo, de estar “vendidos a Moncloa”. La acusación se disparata cuando alguno señala indignado al pueblo español que no se rebela: se traga con todo, protestan cuando pese a todas sus llamadas de somatén no se produce un alzamiento nacional.

Tomo muy en cuenta las opiniones en contra de la medida que ha acordado Pedro Sánchez con los independentistas a cambio de su apoyo para la investidura, y comparto las inquietudes de los más sosegados, y la repugnancia que provoca la sonrisa de un personaje tan históricamente negativo como Puigdemont. Pero en ningún caso veo la democracia ni el Estado de Derecho en peligro. Es más, no creo que los líderes del PP y de Vox, ni incluso los más tronantes, lo vean de verdad.

En el asunto de la amnistía, una vez tomada la decisión, me sitúo en el lado de los que quieren que salga bien, es decir que el resultado sea la vuelta a la convivencia normal en y con Cataluña. Los apocalípticos de los que hablaba antes, en cambio, desean que salga mal, o sea que continúe el conflicto para que así se les dé la razón; y si de paso eso les facilita llegar al poder, mejor. En este mismo bando están también esos independentistas catalanes que rechazan la medida de gracia. Incluso el mismo Puigdemont puede que hubiera preferido el fracaso de la negociación, para seguir manteniendo su delirio de un Estado español opresor, como hizo en aquella jornada en la que decidió proclamar la independencia en lugar de convocar unas razonables elecciones. Buena suerte, que la necesitaremos.

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