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Yo te digo mi verdad

Dejar al Rey

Concedámosle inteligencia para ver la situación y habilidad para ejercer su cargo, y exijámosle mínimamente que lo haga

En realidad, en nuestros momentos de más saturación, desearíamos que todos los políticos se tomaran unas largas vacaciones para que así pudiéramos descansar también nosotros. Pero hay que reconocer que somos contradictorios: nos molesta que nos llamen a votar en nuestro tiempo de permiso pero también, al parecer, que nos den descanso. Así que, claro, tenemos que criticar que Pedro Sánchez se vaya de viaje tanto como que se tome el trabajo de una campaña electoral. Bueno, es el triste destino de un presidente.

Pero, en cambio, hay otros actores políticos con los que nos mostramos indulgentes. Por ejemplo, con el Rey. Asumimos que la Familia Real se tiene bien merecido un mes de descanso en su palacio de Mallorca. Si acaso, que se tomen la molestia de hacer alguna recepción a la sociedad mallorquina, o participen en alguna regata, o reciban al presidente del Gobierno, aunque este año también se le ha perdonado esto. Al Monarca hay que darle trato adecuado a su rango casi divino.

De ahí, tal vez, el runrún de ciertos ambientes políticos y mediáticos en forma de reproche hacia la ‘difícil’ o ‘incómoda’ situación en la que se estaría poniendo a Felipe VI a la hora de designar un candidato a presidente tras el resultado tan ajustado de las recientes elecciones generales, como si esa ‘incomodidad’ no fuera más que el resultado de la decisión de los españoles; como si su papel se tuviera que limitar a certificar mayorías absolutas; en definitiva, como si el Rey actual sólo estuviera capacitado y autorizado para decidir en el caso de que se las pusieran como a su antepasado y tatarabuelo Fernando VII.

Felipe simplemente tendrá que recibir y escuchar a los diferentes líderes que quieran acudir a despachar consultas con él y, en función de las capacidades que se le suponen, hacer el encargo al candidato que reúna mayores posibilidades, que, ya se ha dicho mil veces, no es forzosamente el que haya ganado las elecciones sino que el tenga más apoyo parlamentario. Su Majestad ya sabe todo esto, concedámosle al menos la inteligencia para ver la situación y la habilidad para ejercer su cargo, y exijámosle mínimamente que lo haga.

Otra cosa es que algunos estén usando este argumento sin base para después deslegitimar o poner en duda la decisión real, o para reforzar la tesis mentirosa de que dar la presidencia a quienes tengan más votos es, no solo lo más fácil, sino lo único válido en democracia.

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