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Estrategia incomprensible

La embajadora de un país europeo en Madrid me confesaba que no entendía la actitud del PP con Vox

El Envío del pasado jueves terminaba con la afirmación de que la campaña electoral estaba siendo condicionada de cabo a rabo por la existencia y la resistencia de Vox. Una semana después y a tres días de las urnas no creo haberme equivocado. La estrategia de la izquierda lo facilita al convertirlo en el monstruo que sabemos, una vez fiadas sus débiles posibilidades de triunfo al voto del miedo y, peor aún, del odio. Pero lo más llamativo es hasta qué punto está contribuyendo a ello la del PP, obsesionado como está en marcar unas distancias que carecen por completo de credibilidad a la vista de los sucedido en autonomías y ayuntamientos. Allí donde ha hecho falta, como es lógico por otra parte, se ha pactado con harta ganancia para los populares.

Además, como el PP no puede atacar a Vox desde el flanco ideológico, pues corre el riesgo de desengañar de antemano a millones de sus votantes que no dudan en suscribir esas ideas, se limita a hacerlo con las peores maneras, recurriendo como la izquierda a la desfiguración, por no decir al meme y la mera falsedad, aunque sobre todo al desprecio y la prepotencia. Con ello no hace sino confirmar el voto de la consolidada base electoral de Vox, cada vez más irritada con las formas intolerables de los peperos.

Ni el brutal cerco de los medios conservadores y liberales, ni la flagrante manipulación de los sondeos, denunciada por el propio Abascal, están consiguiendo el hundimiento de Vox ni el traspaso concluyente de sus votos al PP. Sí están poniendo en peligro la única opción real de mayoría parlamentaria, pues si Sumar se convierte en tercera fuerza en muchas provincias, ello posibilitaría, en virtud de la ley D’Hont, el trasvase de un importante número de escaños hacia la izquierda. Un caso práctico e inverso de este efecto ha podido verse en Extremadura: aunque el PP ha sido segunda fuerza, que Vox fuera la tercera ha hecho posible sumar (ahora sin mayúscula) la mayoría suficiente para gobernar. Eso habría sido imposible si Podemos hubiera quedado por delante, incluso si el PP hubiera sido primera fuerza.

Hace unos días, la embajadora de un país europeo en Madrid me confesaba que no lograba entender la actitud del PP con Vox y cómo arriesgaba así su propia posición tras las elecciones, dificultando de forma demencial unas negociaciones inevitables. Millones de españoles compartimos esa perplejidad.

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