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Yo te digo mi verdad

Lenguas españolas

Cualquier argumento en euskera tendría mucha menos fuerza si hay que traducirlo. Esto lo saben los independentistas catalanes

Me resulta difícil entender (y no es un juego de palabras) el escándalo de algunos por que se proponga el uso de las lenguas españolas en las Cortes españolas. Y lo veo una contradicción mayúscula si ese llamarse a provocación viene del ámbito de los supuestos defensores de la patria. Hay pocas cosas más españolas que el hecho de su diversidad idiomática, producto nada más que de su historia. Hay belleza de herencia común latina en los rasgos tan comunes de castellano, catalán y gallego, y hay misterio apasionante en el casi desconocido origen del singular euskera, pero todos nos pertenecen de alguna manera desde el momento en que aseguramos vivir en España, y todos deberíamos sentir como una obligación patriótica el tomar unas lecciones básicas de ese nuestro patrimonio común.

Se puede decir con razón, y ahí hay materia para una discusión si se quiere apasionada pero con respeto, que los debates parlamentarios ya son en muchas ocasiones un diálogo de sordos, y que introducir en ellos la incómoda intervención de un traductor no haría más que dificultar el entendimiento. No es baladí este argumento. A la vez que me parece que los representantes populares deberían conocer las lenguas estatales, y que estas no merecen ser perseguidas ni puestas bajo la etiqueta de sospechosas de separatismo, me gusta sentir que el castellano o español los debería hacer sentir a todos como partícipes de un proyecto común que los integra, no a pesar sino gracias a nuestra diversidad.

Del mismo modo que, a fuerza de inevitable, el conocimiento y uso del inglés se ha convertido en deseable para las relaciones políticas y económicas en todo el mundo y todos lo ven como normal, el español es el vehículo que sin esfuerzo puede ser utilizado dentro de nuestro ámbito estatal. Y si hay un medio más sencillo ¿para qué usar el más complicado?

Es más, es seguro que las reivindicaciones que los nacionalistas hacen de sus peculiaridades en las instituciones comunes, e incluso sus exigencias, se defienden mejor en una lengua que todos entendemos desde el primer momento. Cualquier argumento en euskera tendría mucha menos fuerza si hay que traducirlo. Los mismos independentistas catalanes saben esto y por eso cuando quieren dirigirse al mundo para denunciar su supuesta condición de oprimidos escriben ‘Freedom for Catalonia’ en sus pancartas en lugar de ‘Llibertat per a Catalunya’. A ver si nos entendemos.

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