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La última novedad en cd de la Filarmónica de Berlín con su director Simón Rattle está dedicada a la música de Modeste Mussorgski y Alexander Borodin, miembros, ambos, del célebre "Grupo de los cinco". Este conjunto de compositores rusos de finales del siglo XIX y principios del XX (al que también pertenecían Balakirev, Cui y Rimsky Korsakov) preconizaba una música nacionalista y popular, basada en el folklore y exenta de la influencia occidental.

Este registro comienza con los famosos Cuadros de una exposición, obra compuesta por Mussorgski en 1874 como homenaje a su amigo Viktor Hartmann, arquitecto y dibujante ruso, muerto un año antes, y con motivo de la exposición organizada en San Petersburgo en memoria del artista y a la que asistió el músico, originando la composición de una suite para piano donde los diferentes movimientos describen las obras expuestas, pero, también, las reflexiones del visitante e incluso sus desplazamientos de un cuadro a otro (promenade).

Rattle se ha decantado por la versión orquestada por Ravel; toda una obra maestra de la transcripción musical, plena de color y refinamiento y a la que el director inglés saca un gran partido y cuyas mejores cualidades se concentran en la pasión y virtuosismo que le imprime, a pesar de que también se observen algunos defectos (quizás de grabación) al tratarse de una sesión en directo, pero, que en términos generales, puede considerarse muy satisfactoria, haciendo honor a ese conjunto maravilloso que es la Filarmónica de Berlín.

La segunda sinfonía de Borodín es una obra menos conocida, pero no por ello menos interesante. Fechada en 1876, se sabe que el compositor tardó al menos siete años en escribirla, dado que debía compaginar su pasión por la música con su trabajo como profesor de química. La obra en cuatro movimientos, de factura clásica y marcado carácter ruso, está plagada de hermosas melodías y tuvo bastante influencia en compositores rusos posteriores; como es el caso de Rachmaninov.

La orquesta berlinesa, y no solo gracias a la habilidad del director, ofrece una interpretación soberbia, cuya homogénea densidad se convierte en uno de sus alicientes.

Como complemento al programa podemos escuchar las siempre frescas Danzas Polovtsianas de la ópera El príncipe Igor, también de Borodin, cuya lectura mantiene el mismo índice cualitativo de las obras anteriores.

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