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Hoy cumple el Rey 70 años y la cifra redonda hará que la prensa lo destaque. La confusión en la que vivimos, que no es sino ignorancia, información sesgada o falta de ella y manipulación interesada de nacionalistas y otras minorías, quieren darnos a entender que la monarquía parlamentaria es un sistema político menos democrático que la república, sin decir claramente que en Kenia, que es una república, se debe vivir mejor y con más justicia que en Noruega, que es una monarquía. Los nacionalistas atacan a la monarquía porque saben que los sucesivos reyes españoles buscaron, porque era un deseo general, la unión de los reinos peninsulares. La figura del Rey los unía a todos por encima de las particularidades de cada uno. Comoquiera que los reinos se parecían mucho unos a otros, pues todos venían de la Hispania romana, las uniones dinásticas se hicieron durante toda la Edad Media sin mucho conflicto.

Los "tortas" de la democracia, en lugar de cambiar la ley electoral para que las minorías independentistas no tengan entrada en el gobierno de la inmensa mayoría que prefiere la unidad de España, quieren democratizar hasta las migraciones de las aves. La democracia es un sistema, imperfecto como todos, para ordenar un país: en teoría todos somos iguales ante la Ley, como antes ante Dios, y en las urnas, como antes en el templo. Todo viene del cristianismo. Pero por democrático que sea un régimen hay instituciones que no se rigen por el principio de igualdad sino por el de privilegio, tan antiguo y natural que tiene fuerza de ley en todas las sociedades humanas. El Príncipe, con su matrimonio, unió en su persona los dos principios, el de privilegio y el de igualdad, sin que fuera causa de escándalo, más bien lo contrario: despertó simpatías en gente de pensamiento simple.

El Rey sigue teniendo prestigio personal, pero la institución monárquica lo ha perdido en parte. Ha perdido misterio, distancia y sentido de lo sagrado. La Familia Real ya no es el modelo aristocrático, en el sentido griego, que todo el mundo quería imitar porque en sus maneras y en sus virtudes aparentes representaba lo más elevado de la sociedad. Era una teatralidad necesaria para dar la norma. Nadie aspiraba a lo más bajo y peor, sino a lo más alto y mejor. La Familia Real hoy no se distingue en nada de otra de la alta burguesía y, por tanto, ya no tiene una de sus funciones principales. El Rey conserva buen nombre entre los españoles y su reinado, que se pensaba breve, va camino de ser uno de los más largos de la Historia de España, si los políticos lo dejan y abandonan el peligroso ensayo de la fragmentación. Más difícil es aventurar qué pasará después del Rey: un Príncipe acumulando privilegios e igualdades no será lo mismo, pues, entonces, daría igual monarquía o república.

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