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Yo te digo mi verdad

Por el buen carril

Es una absoluta contradicción pedir más inversión pública a la vez que se le exige al Estado que se apañe con menos ingresos

Ha reclamado con urgencia la Confederación de Empresarios de Cádiz (CEC) que se construya un tercer carril en la autopista a Sevilla, ante los cada vez más frecuentes atascos, agravados lógicamente en verano. Ya se sabe, a la gente le da por huir de la calor. Es natural, y defendible, esta petición de la patronal. A todo el mundo le gusta lo perfecto y a nadie agrada un sofocón de esperas en largas colas de tráfico con toda la familia impaciente por llegar a la refrescante playa. Y ya puestos, claro, reclaman también que se culmine el desdoble de la Nacional IV entre Dos Hermanas y el aeropuerto de Jerez, con lo que tendríamos cinco carriles en cada sentido para unir las dos capitales. No estaría mal.

Los empresarios gaditanos piden un considerable aumento de la inversión estatal en infraestructuras en la provincia, y eso está estupendo, es su obligación. Se le olvida no obstante plantearse de qué manera se financiará todo eso. Es decir, se olvida de los impuestos. La única fuente de un Estado son los tributos fiscales, y ya sabemos la oposición frontal de las patronales a esa necesaria contribución y su petición continua de bajadas.

Así que es una absoluta contradicción pedir más inversión pública a la vez que se le exige al Estado que se apañe con menos ingresos. Por supuesto, también estamos todos en contra de que vuelva el peaje a la autopista; nos pasamos décadas exigiendo su desaparición, luego unos meses presumiendo de su eliminación y ahora no hay gobierno que se atreva a reimplantarlo.

No sé si algún día los habitantes de este país interiorizaremos que los impuestos no son (o no deberían ser) un castigo, sino una aportación de todos al bienestar común, es decir como una inversión en uno mismo, su familia y su entorno. En su forma ideal, las tasas públicas son algo comparable a los dineros que dedicamos a la reforma de nuestra casa, a nuestro ocio o a nuestro coche. En su peor modelo, los gobiernos tienden a considerar la fiscalidad como un medio de ingresar dinero para reparar malas gestiones, en lugar de un pago por buenos servicios. Pero es ahí donde debemos estar vigilantes, controlar con nuestras palabras y nuestros votos a qué se dedican nuestros imprescindibles impuestos y ver qué destino nos gusta más, si a desdoblar carreteras o a subvencionar fiestas, por ejemplo.

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