Tierra de nadie
Alberto Nuñez Seoane
Palabras que el viento no se lleva
AHORA a las guerras les llaman misiones, aunque el lugar donde manden destacados a los soldados esté plagado de minas o de enemigos (la segunda acepción del diccionario de la RAE dice que un enemigo es una persona contraria a otra en una guerra).
Dicen los que ostentan el poder, los que tienen una cartera ministerial y están bien lejos de las trincheras, que los soldados luchan por la paz -menuda contradicción- y por la seguridad del mundo. Pero claro, es difícil que la gente pueda entender -yo me incluyo, claro- qué seguridad está en juego si uno vive aquí o en Toledo, y los que quieren matar en su propio país están a un montón de miles de kilómetros de mi casa.
Si de lo que se trata es de intentar evitar atentados, me siento bastante más seguro confiando mi vida a los cuerpos de seguridad del Estado: Benemérita y Cuerpo Nacional de Policía. Porque a mí, que un destacamento de infantería patrulle por las calles misérrimas de un poblado de Irak no me proporciona ninguna tranquilidad. Es posible que a los habitantes del lugar sí, pero desde luego a mí no me hace sentirme especialmente tranquilo, no sé si me explico.
Lamentablemente, aunque no podremos acostumbrarnos jamás a las noticias que hablan de los que caen tan lejos de casa, sí parece que nos habituamos a escuchar el asunto con una mezcla de pesar y perplejidad.
Sienta fatal ver unos cuantos féretros con la bandera de España (este país se sigue llamando así, ¿no?) como si hubieran muerto defendiéndola, cuando en la realidad lo que se hace es cumplir con el Tío Sam y el resto de gerifaltes que gobiernan el planeta.
No sé, me da la impresión de que este artículo ha dado un montón de vueltas para terminar preguntándome, simplemente lo que muchos de ustedes, ¿qué cojones se nos habrá perdido a los españoles en esos países de mierda?
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