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Salud mental en Andalucía: los psicofármacos son para las mujeres

El sexo femenino concentra el consumo de antidepresivos y ansiolíticos

Los investigadores identifican factores biológicos y sociales para explicar el exceso de medicación

Una mujer pasa por delante de una oficina de farmacia en Málaga. / J. Albiñana
Miguel Lasida

26 de octubre 2025 - 06:31

De todo hay en botica, suele decirse, pero hay cosas que abundan más que otras: el despacho de fármacos para dormir, para la ansiedad y para la depresión, principalmente entre las mujeres. Los farmacéuticos no pueden evitar el asombro ante la realidad, por muy repetida que sea. Lo cuenta una boticaria que trabaja en Sevilla: mujeres jóvenes, muy jóvenes, que resuelven los agobios de los exámenes con una traca de diazepam. Las causas son múltiples y son complejas, como le sucede a la realidad, pero esta farmacéutica lo resume apuntando al paso previo, al diagnóstico y a la prescripción. Si los psicofármacos no pueden dispensarse sin una receta, es en los centros de salud donde está el origen. “Y no es culpa del médico de cabecera”, explica la boticaria, “la Atención Primaria está saturada y el médico de familia, sin tiempo para una consulta de dimensión humana y con largas listas de espera para el especialista, arregla el problema con la solución más fácil”.

La mujer consume más fármacos que el hombre. Excepto para la trombosis, para la diabetes y, naturalmente, para las dolencias de la próstata, el medicamento es una cuestión netamente femenina. Las mujeres se llevan el 73% del total de los antidepresivos en las oficinas de farmacia andaluzas, el 68% de los ansiolíticos y el 66% de los hipnóticos, la “pastillita para dormir”. Así lo refleja un informe publicado por la Consejería de Salud este año y elaborado por la Escuela Andaluza de Salud Pública que analiza las desigualdades de ambos sexos en materia de salud. Hay una brecha de género en favor de las mujeres, señala el estudio, que se acentúa en el caso de los antidepresivos y los antipsicóticos desde 2019.

El perfil del paciente que abusa de los psicofármacos es el de una mujer con más de 45 años que padece una enfermedad crónica, desempleada o empleada con una profesión liberal, de bajo nivel socioeconómico y que tiene diagnosticada la ansiedad o la depresión. El patrón lo define la psiquiatra del Hospital Universitario y Politécnico La Fe Yolanda Cañada, quien destaca una “evidencia”: la tasa de trastornos afectivos era en 2017 del 19% entre las mujeres, más del doble que la registrada en los hombres (8%). Hay más factores y es dable subrayar los biológicos y los sociales. Entre los primeros, Cañada destaca que “los cambios hormonales de la menstruación, el embarazo y la menopausia” son posibles detonantes de depresiones; entre los segundos hay que mencionar el estrés y el papel femenino en el ámbito de los cuidados como nexos con la patología mental.

¿Una medicalización de la "vida cotidiana"?

Hay estudios que concluyen más realidades, la de una mayor prescripción de fármacos en mujeres que en hombres ante el mismo diagnóstico y las mismas consultas médicas. “Y no hay que olvidar la verbalización del malestar”, señala Amaia Bacigalupe, del Departamento de Sociología y Trabajo Social de la Universidad del País Vasco. Esta investigadora, autora de un número importante de textos que han indagado en las desigualdades de género en el consumo de psicofármacos, se refiere concretamente a las adolescentes y a la “medicalización” en la que se ha visto atrapada la “vida cotidiana”. La crítica de Bacigalupe va más allá: “Estos medicamentos –dice aludiendo a los ansiolíticos y hipnóticos– permiten alcanzar perfiles ultracompetentes que promueve el sistema educativo y que demanda el mercado laboral”.

Hay otros estudios que apuntan a la historia. Desde Platón o Hipócrates al siglo XIX, resultan evidentes los sesgos entre los sexos para calibrar la enfermedad y sus causantes. La locura y la histeria femeninas llegaron a asociarse en la Edad Media a procesos demoníacos y de brujería y hubo facciones de médicos decimonónicos que defendieron el influjo del aparato genital femenino sobre el cerebro. Las curas para mitigar aquellos supuestos males debieron ser terroríficas. Sobre esta cuestión ha investigado la psicóloga jerezana Carmen del Río. Como la de ella, no son pocas las voces que claman por que los médicos tengan en cuenta esa existencia de sesgos para prevenir un exceso de medicalización en la mujer.

La paradoja de la mortalidad y la de los suicidios

Los investigadores encuentran contradicciones en los estudios de género y hay una particularmente llamativa. Es conocida como la “paradoja de la mortalidad”. Los estudiosos aluden a que, pese a sufrir más enfermedades crónicas y referir un peor estado de la salud, las mujeres viven más que los hombres. Este fenómeno lo aborda también el Análisis de la situación de las desigualdades de género en salud en Andalucía publicado por la Consejería de Salud este año. Para dar relieve a esta circunstancia, el estudio, llevado a cabo por la Escuela Andaluza de Salud Pública, ofrece datos como la esperanza de vida al nacer en 2021 –85,3 años para las mujeres y 80,1 años para los hombres–. Los investigadores concluyen sobre el fenómeno que vivir más no significa vivir mejor y que, aunque tienden a ser más longevas, las mujeres tienen una peor calidad de vida.

Otro componente que llama la atención en la comparación de la salud mental entre los dos sexos y la mayor medicalización de las mujeres es que el mayor número de muertes por suicidios y lesiones autoinfligidas se produce en los hombres. Según la estadística de las causas de defunción del Instituto de Estadística de Andalucía, en 2023 murieron por esa causa 631 hombres y 184 mujeres.

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