Casualidades

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Antonio Ares Camerino

Antonio Ares Camerino

16 de agosto 2025 - 05:00

El destino es tan terco que a veces tiene toda la razón. Las eventualidades existen y nos asedian. No hace falta recurrir al horóscopo para confirmar tu buena suerte o para mirar de soslayo al destino esperando que no se cumplan los malos presagios. Las casualidades se personan a diario, y son las que te hacen afrontar la vida con otra cara, con otro prisma por el que el refulgir de la felicidad se plasma ante ti a tumba abierta.

Fue recibir el correo electrónico por tercera vez, y es que mi pericia informática no había tenido en consideración la visita al apartado spam, para darme cuenta del honroso requerimiento que se me hacía. Escribir un artículo periodístico para resaltar el valor y el papel mediado que, en nuestra sociedad, tienen las personas con capacidades diferentes, y sobre todo las que incluso presumen de pertenecer al grupo de individuos afectos de síndrome de Down.

“Fue salir ese día de mi casa y encontrarme con un grupo de ellos. Todos y todas llevaban sus mejores galas veraniegas. Ellos con camisa floridas de colores chillones a las que no les faltaban frutas tropicales ni pájaros exóticos, su porte era de galanura. Perfectamente repeinados y oliendo a sus mejores fragancias se preparaban para el evento. Ellas con sus mejores peinados de peluquería, con unos coloretes que resaltaban pómulos y unos maquillajes que engrandecían sus ojos asiáticos, lucían cual modelos a punto de subir a la pasarela. En mi osadía pregunté a uno de ellos:

Sin reparo me contestó con mucho orgullo:

No sé que estudiaban. No pregunte en que colegio habían cursado sus estudios. A su alrededor no se veían familiares ni profesorado. Se les veía tremendamente felices, con tanta plenitud que en la calle se palpa un gozo delirante que se contagiaba a todas las personas que pasábamos por el lugar de la celebración.

En la cúspide de la era digital y en los comienzos de la IA debemos reconocer que el lenguaje es el código por el que nos comunicamos. Las palabras, de forma oral o escrita, nos sirven para definir todo lo que nos rodea, lo que sentimos y lo que pensamos. Desde los conceptos abstractos más complejos a cualquier cachivache de uso cotidiano, lo inerte y lo que tiene vida. Hubo un tiempo en el que el uso de términos como minusválido, inválido, impedido, deficiente, retrasado o subnormal, conformaban un léxico tan denigrante, que visto con el prisma actual adquiriría la categoría de ofensa manifiesta. El lenguaje tiene recursos suficientes para conformar términos que reconozcan las capacidades diferentes que puede tener cualquier persona, independientemente de su posible déficit motor, cognitivo o sensorial.

La igualdad, la libertad, la independencia y la participación activa se conforman como la meta a conseguir por estas personas con diversidad funcional.

“Pasadas más de dos horas volví a pasar por aquel local de ocio. En la puerta un grupo de ellos conversaban alegremente sobre sus cosas, hacían planes de quedada, e incluso relataban el principio de algunos amoríos del inicio del verano. Se les veía tremendamente felices”.

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