Tierra de nadie
Alberto Nuñez Seoane
Palabras que el viento no se lleva
En la cena de Nochevieja y antes de que suenen las doce campanadas mi madre repite, año tras año, el mismo brindis: Que el año que viene estemos como este año. Es un brindis gris que da coraje por conformista y por temeroso de que pueda venir algo malo. Podría decir al alzar su copa, virgencita, que me quede como estoy, pero no le sonará a brindis y por eso dice lo que dice. Más que un brindis parece el borrador de una póliza de seguro.
Con lo que a mí me gustan los brindis absurdos, disparatados y ocurrentes, los que sirven para ponerte el mundo por montera al menos en el momento solemne de su pronunciación. Si un brindis no es por lo menos alegre, mejor limitarse a alzar la copa ligeramente, sonreír al resto de comensales y se acabó.
Lo malo es cuando alguien dice socarronamente, tú que escribes, haz un brindis anda. Como me falla la imaginación me inspiro en el cine y brindo por la cándida adolescencia, como en Memorias de África, o, por lo amores eternos, por lo poquito que duran, como en El Abuelo, pero guiñándole el ojo a mi marido. Manolo Escobar también me sirve para hacer el brindis castizo de viva el vino y las mujeres que por algo son regalos del señor.
Mientras mi santa madre se pone en pie y dice sus tradicionales palabras, yo para mis adentros pido en silencio de todo aunque sé de sobra que la vida se encargará de darme lo que le dé la gana. Pido no tener miedo, pido saber ver las cosas, pido entusiasmo, pido un poco de equilibrio, pido saborear lo bueno, pido fe, pido infinitas cosas.
Si a la vida no se le pudiera pedir nada, si nos tuviéramos que conformar con lo que ya tenemos, el mundo se quedaría quieto y no habría fe. A las Iglesias, a las tiendas, a las farmacias, a los restaurantes, a las librerías, a los hospitales, llegamos pidiendo lo que necesitamos, nadie pide quedarse como está. Quién crea no necesitar nada o se avenga a conformase con lo que tiene, malo.
Cuánto más valoro la vida, más le pido. Qué sentido tiene brindar si no podemos cuando menos festejar la vida entre amigos. Un buen brindis, como un buen epitafio, no está al alcance de cualquiera pero pedirle a la vida lo que se nos antoje, eso no nos lo puede negar nadie. Ya después pasará lo que tenga que pasar. Entretanto yo alzo mi copa, sonrío y pido como en los juegos infantiles cuando alcanzábamos el árbol que nos salvaba: por mí y por todos mis compañeros, por mí primero. Salud.
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