Los potros enseñan las miserias de la hípica
El 80% de la industria ecuestre en España galopa sumergido.
La frágil estructura ecuestre que Jerez sostiene en pie puede derrumbarse si el sector no atiende al relincho de los caballos de cuatro, cinco y seis años que quieren convertirse en los protagonistas del cambio de modelo que necesita la cría y el deporte hípico.
El segmento ganadero del caballo joven representa más de la mitad de la participación en el segundo concurso de doma clásica de la Real Escuela del Arte Ecuestre que se está celebrando desde ayer viernes y hasta mañana domingo en el Recreo de las Cadenas. Concretamente, 75 de los 143 caballos participantes son ejemplares con las hormonas a flor de piel, un dato interesante para el comité organizador, Topiberian, que cree que Jerez “podría vivir exclusivamente de la industria ecuestre si aplicara modelos deportivos como el de la alemana Aachen”.
Pero Jerez está muy lejos de vivir del caballo porque en Aachen, en Hagen o en Verden ocurren cosas que aquí sorprenderían al imperturbable ‘Evento’. Por ejemplo, en Hanover, autobuses gratuitos descargan decenas y decenas de curiosos en los aparcamientos de los concursos para ver a sus súper dotados caballos germanos, símbolo y orgullo nacional. Otro ejemplo: una clase política que reguló hace décadas una actividad económica que ha construido una industria que soporta varios puntos del PIB. La hípica es uno de los deportes con más número de federados, sólo superado por el fútbol, lo que arroja una idea de lo interiorizado que tiene al caballo el pueblo alemán. En Alemania también acostumbran a adoptar medidas que benefician a todo el sector y no a unas minorías. Los caballos jóvenes tienen en Alemania más escaparates y oportunidades que los adultos porque ellos representan la continuidad de un modelo que funciona. Uno de los mayores escaparates de caballos jóvenes del mundo es la subasta de ganado de Verden, donde se pagan cifras obscenas por un noble bruto de sangre teutónica.
Jerez podría liderar un proyecto nacional similar al alemán, donde los esfuerzos públicos y privados se concentren sobre todo en la cría, en el sector ganadero y en la formación, pero no lo puede hacer porque existen lagunas ibéricas que no se pueden cruzar a nado. Comprar un caballo en España, a efectos fiscales, es un lujo. Así de hecho lo entiende la mayoría de la sociedad española, que asocia el deporte ecuestre a la frivolidad. En Alemania, tener un caballo es igual que tener una vaca. Existe un IVA específico y bonificaciones a ganaderos y jinetes, lo que deja sin oxígeno a la economía sumergida. El ministro Montoro, que puede demostrar que el 0,5 por ciento de nuestro PIB lo generan los caballos, tiene el 80 por ciento de la actividad hípica galopando en la clandestinidad.
Para el director del concurso, Federico Padrón, “España necesita una gran apuesta por el caballo joven, un punto de proyección internacional como tiene Alemania en Verden. En mi opinión, el Verden español es Jerez y la Real Escuela de Arte Ecuestre su lugar de referencia”. Asociaciones de razas selectas como la hanoveriana cuentan con bolsas de premios que bonifican a los ganaderos y jinetes de los caballos jóvenes que se clasifican en los circuitos deportivos. Se trata de un incentivo que mantiene vivas la ilusión y la afición de ganadero y deportista y que la asociación del caballo español importó a medias. Pero ahora Ancce ha cambiado la recompensa económica de quien se clasifica entre los mejores por un descuento general a sus socios del 30 por ciento en la matrícula del concurso. El efecto de la medida es el peor de los deseados: el descenso participativo en las pruebas de Copa Ancce.
Todavía hay quien no se cree que alrededor de un solo caballo se generan varios puestos de trabajo (mozo de cuadra, jinete, profesor, veterinario, herrador…). En el Recreo de las Cadenas hay este fin de semana 143 caballos, la mayoría de Pura Raza Española, y ochenta personas trabajando directa e indirectamente en el encuentro deportivo. “Tú eres la ochenta y una”, me recuerda Federico Padrón, director del concurso.
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