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Rosa Montero | Escritora

"La Transición fue un absoluto milagro"

Rosa Montero. Rosa Montero.

Rosa Montero. / Juan Carlos Vázquez

LOS CUENTOS REALES DE UNA NOVELISTA. Rosa Montero (Madrid, 1951) ha compilado en Cuentos verdaderos (Alfaguara) varios insignes reportajes publicados en El País hace más de 40 años. La novelista, distinguida con el Premio Nacional de Periodismo, el de las Letras, la Medalla de Oro de las Bellas Artes..., se reconoce en aquellos textos que son historia de España, de otra España que luce otra cara casi medio siglo después.

–En Cuentos verdaderos recupera sus reportajes: el intento de golpe de Estado, los estragos de la heroína, el drama del terrorismo, la matanza de Atocha, el escándalo de la colza… A finales de los 70 y en los 80 los periodistas no se aburrían.

–No, al contrario. Además, todos teníamos la conciencia de que no sólo hacíamos periodismo sino que estábamos intentando empujar el país hacia otro lugar.

–¿A los padres de Osel, el niño granadino que con dos años se fue al Tíbet con los lamas, les hubieran quitado hoy la custodia?

–Es posible. Se dice en el reportaje que era una frontera muy fina entre el derecho del niño y convertirlo en lama y llevárselo al Himalaya.

–En estos 40 años, ¿a España no la reconoce ni la madre que la parió?

–Al releer el libro parece un viaje a un planeta remoto y queda una sensación de orgullo por el camino recorrido y de miedo, no vaya a ser que se revierta. Hay que defender los derechos.

–El 23-F tenía una reunión en la Federación de Asociaciones Feministas. Se jugaban la vida las mujeres casi más que Suárez y Carrillo con Tejero, ¿no?

–Sí, a esa hora fue el golpe y nos esperaba en el portal una chica para decirnos que nos fuéramos corriendo porque la federación había sido asaltada muchas veces con cócteles molotov por la extrema derecha. Eran años muy duros para todos. Pasamos mucho miedo en la Transición.

–¿La Transición fue un fracaso o eso es una filfa?

–Fue un absoluto milagro. Teníamos todas las papeletas para ser la antigua Yugoslavia. Éramos un conjunto de grupos centrífugos, con idiomas y culturas distintos, sujetos artificialmente por una dictadura. Cuando ésta dejó de existir en Yugoslavia, se mataron los unos a los otros, eso nos podía haber pasado y no nos pasó. Hicimos un acuerdo grandioso para intentar salir del hoyo, de ser el país cainita que habíamos sido dos siglos, y los males que le achacan son de los gobiernos posteriores, no de la Transición.

–Es lugar común la comparación odiosa entre aquellos políticos y los de hoy, pero tampoco el periodismo actual saldría bien parado de ese cotejo.

–Pobres periodistas y pobre periodismo. Lleva varias décadas haciendo la travesía del desierto por el cambio del modelo de mercado, por las nuevas tecnologías y está bajo mínimos en cuanto a fondos, a posibilidad de supervivencia. En los últimos 20 años han desaparecido el 95% de los periódicos del mundo. Es una tragedia.

–Creo que tenía que haber estudiado otra carrera.

–Pero qué bonito es el periodismo de todas maneras.

"El futuro no me gusta nada de nada; me dan ganas de cogerme un cohete a la luna”

–A veces releo textos antiguos y parece que sean de otros, ¿se reconoce en estos Cuentos verdaderos?

–¿Le pasa eso? A mí no. Me he reconocido totalmente y sentido muy en sintonía con el mismo punto de interés, de curiosidad y empatía. Sólo creo que desde entonces no he hecho más que empeorar, pero bueno...

–¿El libro se titula así porque nadie se cree ya lo que ponen los periódicos?

–No, la mayoría de estas crónicas están escritas con recursos narrativos, parecen cuentos de verdad porque hasta el más pequeño detalle es documental.

–Pese a una carrera como novelista fecunda y premiada, el gran público la conoce más por sus artículos. ¿Siente que la periodista se ha comido a la escritora?

–No, qué va, y ahora que la prensa ha caído tanto, niego la mayor. Hay más gente que me conoce por las novelas que por el periodismo.

–¿Quiere más a papá periodismo o a mamá literatura?

–Son distintos. El periodismo es un oficio y me ha encantado, es precioso. Pero la ficción es mi manera de estar ante el mundo. Como la mayoría de los novelistas empecé desde niña; con cinco años escribí mis primeros cuentos, así que es mucho más importante y más vital la ficción.

–¿Y percibe una prensa mejor, peor... o anterior?

–Ahora no hay medios para hacer la prensa de antes, eso es lo malo. Por ejemplo, nadie hace este periodismo narrativo porque lleva muchísimo más tiempo y las empresas no pagan ese tiempo.

–Dedica el libro "a todos los trabajadores de El País, desde los principios del periódico hasta ahora". ¿Eso incluye a Juan Luis Cebrián tras su reciente despido?

–Sí, no tengo más remedio que incluirlo aunque discrepo con él, evidentemente.

–Publica allí desde 1977, lo de "desafortunada invasión femenina" no puede ir por usted. ¿Cómo vivió la salida de Fernando Savater?

–Con pena, pero no porque saliera porque era evidente, estaba haciendo todo para que lo echaran, sino porque ha sido un tío muy importante y me parece que está envejeciendo muy mal.

–María Jesús, Irene, Rosa… Montero no debe ser el apellido favorito de la derecha española.

–Tengo una sobrina que se llama Irene Montero, la pobre, no imagina lo que le han atizado en estos años.

–Con Putin en vías de restablecer el imperio soviético y Trump a punto de volver al trono americano, ¿le dan ganas de reescribir, esta vez en serio, sus Instrucciones para salvar el mundo?

–No, me dan ganas de cogerme un cohete a la luna, el futuro no me gusta nada de nada. Nos viene una temporada muy mala, con el calentamiento climático, la inteligencia artificial, las crisis de desplazados... En fin, un futuro que da miedo.

–Odia madrugar. ¿Eso va en el ADN periodístico?

–Conozco a periodistas que se levantan a las seis de la mañana, son raros pero existen.

–Escribe desde los cinco años. ¿Era una niña repelente, diferente o genial?

–Era diferente. Como digo en la primera frase de El peligro de estar cuerda "siempre he sabido que había algo que no funcionaba bien dentro de mi cabeza".

–No se enfade. Dice un amigo que usted es una progre de las buenas y no una rojaza resentida...

–Me gustaría conocer a ese amigo para discutirle porque son estereotipos demasiado limitados. Lo de rojaza resentida es muy simplista.

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