Feria de Jerez

La Feria detrás de la barra

  • Para que las casetas del Real funcionen durante los 7 días de Feria es imprescindible el trabajo de camareros como Pedro Monje y Rosa Romano

Tomas un sorbo de fino mientras contemplas las vistas del Real. Qué bonito luce. Sentado allí, en la caseta, te sientes como en casa. De repente, un camarero aparece de la nada y se detiene en tu mesa para depositar un magnífico plato de jamón ibérico. Ya no tienes dudas: estás en el paraíso. Tras saborearlo, pagas y sales para perderte entre el gentío. A tu paso, aparece el camarero y pone a punto la mesa que has dejado para que otro feriante experimente el mismo deleite. Con su camisa blanca y pantalón oscuro se escurre entre la gente atento a que la fiesta no se interrumpa ni un segundo. Hace rato que dejó de echarle cuenta al dolor de piernas y se arma de paciencia cada vez que atiende a algún 'saborío'. Él también vive la Feria, y mucho. Sin su dedicación y esfuerzo no habría nadie que pudiera, durante siete largos días, dejarse mimar por las maravillas del Hontoria.

Pedro Monje carga a su espalda 11 Ferias durante sus 30 años de camarero. Desde el 30 de abril su lugar de trabajo ha pasado de estar en Alfredo Tapas a la caseta de Holcim en el Real. Es el encargado de que cocina, barra y camareros funcionen como un engranaje para que en ninguna mesa 'falte de ná'. Le sobra experiencia en eso de trabajar la Feria, pero las nuevas tecnologías le echan un cable y con una tableta lleva el control de la caseta. "Se echan muchas horas, pero es un trabajo que gratifica", comenta Pedro, quien, aún siendo un enamorado de su profesión, no puede negar que trabajar detrás de la barra, y especialmente en Feria, conlleva ciertos aspectos negativos. "Después de tantos años reconoces de lejos qué clientes van a ser más o menos exigentes y aprendes a torearlos, pero la verdad es que echo en falta que la gente tenga más carisma con los camareros. Somos personas normales y corrientes, no muebles, y como seres humanos cometemos errores. Cuando la gente va al banco y se lleva una hora esperando nadie pone una hoja de reclamación, pero si llegan y no hay mesa libre dicen que es que el camarero es un flojo", explica. Ha aprendido a sobrellevarlo a base de mucha paciencia, la cual, junto a la concentración y el buen servicio, son las claves, según Pedro, para ser un buen camarero.

La experiencia de Rosa Romano en sus 5 años detrás de la barra de la caseta de Pepelimón es algo diferente. Trabajar en una caseta que sólo sirva bebida y en la que pasan cientos de personas a bailar y escuchar música en directo requieren que el camarero desarrolle otras destrezas. Aprender a leer los labios les sería de gran ayuda, pues entre tanto ruido es difícil oír correctamente lo que piden los clientes, pero sobre todo hay que ser ágil con las manos para poder ofrecer un servicio rápido y a la altura de las exigencias de los feriantes. "Suele haber mucho volumen de trabajo, sobre todo por la noche y cuando hay conciertos en directo. La gente entra acalorada y quiere que le sirvas cuanto antes. También hay que estar atento a los que entran pidiéndote que le eches la copa un poco más larga o que le invites a un chupito", cuenta Rosa. Durante los siete días de Feria sabe cuándo entra pero nunca cuándo saldrá. Asegura que para aguantarlo lo ideal es que tengas espíritu feriante. "A mi me encanta la hostelería y la Feria, entonces me divierte mucho trabajarla, pero a una persona que no le guste o que sólo se mueva por la necesidad económica posiblemente lo va a pasar muy mal, pues esto es durísimo. Yo, en cambio, disfruto detrás de la barra", explica.

Como ellos, cientos de camareros se vuelcan en cuerpo y alma durante más de 12 horas diarias para que todo el que entre disponga de la cerveza más fría, la tortilla más rápida y la copa más generosamente servida. Cuando hay hambre y sed - y alguna que otra copa de más de por medio- todos son prisas y caras largas, pero relajémonos, señores, que no habría Feria sin camareros.

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