Feria de Jerez

Las Ferias de hace un siglo (V)

  • Los aficionados que asistían al concurso hípico en las pistas de San Benito tomaban en los descansos té en vez de vino · El marqués de Domecq arrasó con varios premios y la Copa del Rey por su caballo 'Rumboso III'

Lo que más me ha llamado la atención  de cómo fue la feria del año 1915 ha sido saber que en el descanso de las pruebas hípicas que dicho año se realizaron en las pistas que entonces existían en lo que hoy es Polígono de San Benito, no fue que una banda de música amenizara el concurso, sino que en los descansos, entre prueba y prueba, se tomara el té. Por lo visto, los aficionados a los caballos de entonces, o eran muy cursis, y les gustaba imitar a los ingleses, o le hacían ascos a una copa de vino de la tierra. Porque, la verdad, donde se pone una copa de buen vino, que se quiten todas las demás bebidas, a las que el gran amigo del sherry, Williams Shakespeare calificara de ‘insípidas’. Pero, así fue en efecto: té en lugar de vino. El programa de la feria, lo decía bien claro: “En los descansos se servirá el té”.  

    Aquel año el concurso hípico fue de carácter regional y participaron numerosos concursantes, venidos de toda Andalucía, a pesar de que las pistas, debido a las fuertes lluvias caídas, no estaban en el mejor estado. El ganador del primer premio, la Copa del Rey al mejor caballo semental español de raza andaluza lo consiguió el caballo ‘Rumboso III’  presentado por el ganadero marqués de Casa Domecq, caballo que deslumbró al jurado en sus magníficas evoluciones realizadas en la pista del pabellón regio del Parque González Hontoria, donde hoy está Sementales. ‘Rumboso III’ era un semental de color castaño encendido, de cuatro años, del hierro de la ganadería del marqués y de raza española andaluza cartujana. O sea el típico caballo jerezano. Pero el marqués también conseguiría otros premios concedidos por ocho yeguas, dos potros y ocho potrancas. De gran calidad.

 Y aún más, otro premio, la Copa Jerez, habría de alcanzar su yegua ‘La Ina’, que ganó las pruebas hípicas de saltos con obstáculos, en las pistas de San Benito, montada por el primer teniente de Lanceros de Villaviciosa, don Luis Moreno.

La batalla de flores en el real de la feria la ganaría la carroza tirada por bueyes, presentada por don Agapito Aladro, simulando un anuncio de ‘La Praviana’, una bebida de sidra  que se nos antoja  fabricaba o representaba el señor Aladro, industrial con varios negocios, muy popular aquella época, en Jerez.

 Quienes no fueron tan afortunados en aquellos días de feria, sería la eximia actriz dramática, doña María Guerrero y su esposo Fernando Díaz de Mendoza, que vinieron para representar varias obras de teatro en el Eslava, y vieron muy reducida la asistencia de público, a pesar de que traían en cartel atractivas obras de Echegaray, Benavente, los Quintero y otros autores de los más conocidos. La entrada de público al teatro sería bastante floja. Y eso que, además del público autóctono, en Jerez se encontraban esos días alrededor de doce mil forasteros que habían llegado en todos los trenes, para asistir a la feria.

  Quien registró la mayor asistencia a sus espectáculos, sería la plaza de toros, en la que no cabía un alfiler, para las tres corridas, ofrecidas por la empresa, con el mismo cartel de matadores de toros los tres días: los hermanos Rafael el Gallo y Joselito el Gallo, alternando con Juan Belmonte. Las corridas se celebraron a plaza llena los días 29 y 30 de abril y primero de mayo, resultando triunfador de las tres tardes, el trianero Juan Belmonte que fue el único que salió a hombros. El primer día los toros fueron de la ganadería sevillana de Gregorio Campos; el segundo, de Anastasio Martín y el tercero de Gamero Cívico, encaste Parladé. Las dos primeras corridas tuvieron lugar a las cuatro y media de la tarde y la tercera a las tres de la tarde. Los toros fueron expuestos, días antes, a la curiosidad pública,  en la Cañada de la Feria, en los Llanos de Caulina. Los tendidos de sombra costaban seis pesetas y la mitad los tendidos de sol.  

  Por cierto que Rafael el Gallo estuvo a punto de no poder torear el primer día, pues su coche se averió en el camino, viniendo de Sevilla, y menos mal que por el lugar del accidente pasó otro coche con varios críticos taurinos sevillanos que lo trajeron hasta Jerez. Ese año los revendedores de entradas compraron casi toda la taquilla, pensando hacer un gran negocio, pero tuvieron que revenderlas, a última hora, debido a unos rumores que decían que Belmonte no torearía nada más que el primer festejo. Hubo entradas que se vendieron a precio más bajo que el de taquilla.

Los tres festejos tuvieron un resultado bastante bajo en cuanto a calidad artística de la lidia y el ganado fue protestado por chico y de bajo peso. Ni que decir que el alcalde Julio González Hontoria, con dos ediles y el secretario del Ayuntamiento, presidió las tres corridas de feria, como ya era en él costumbre de años anteriores.

 En el mercado ganadero entraron, en total, los cuatro días de feria, más de sesenta y seis mil cabezas de ganado de todas las clases, predominando el caballar que tuvo dieciocho mil quinientos trece ejemplares. 

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