Feria de Jerez

El Hontoria toma color

  • El Real de la Feria gana en público, colorido y caballos en una jornada de martes que se disfrutó en su plenitud gracias a la ausencia, aún, de apreturas, y con un poco menos de calor que el lunes debido al viento de levante

Rebujito por aquí, rebujito por allá. La Feria ha empezado con mucho calor  y esta refrescante bebida, todo un sacrilegio para los amantes del fino –eso sí, que le digan a las bodegas si les ha venido bien el invento o no con los tiempos que corren– se consume en las casetas más rápido que las tan socorridas tortillas.

El Real lució ayer con mucha mejor cara que el lunes, jornada de transición y en la que el pueblo prefiere ver los coches de caballos –los pocos que había– por la televisión y tomarse una copita en casa, que sale mucho más barato. Ayer, como digo, la Feria era otra cosa. Ni lo del lunes, ni lo que vendrá a partir de hoy o mañana, en la que ya empezará a ser difícil andar cómodo por el Real o entrar en una caseta sin apreturas. Sin duda, días como el de ayer son los perfectos para disfrutar de la Feria.

Las primeras horas de la tarde son para los turistas, tanto extranjeros como nacionales. Los primeros son muy fáciles de ver. Gorra a la cabeza, cámara de fotos, piel roja como un salmonete y vestimenta más propia de Torrevieja en agosto que para pasear por la Feria. Los nacionales, en realidad, no es que difieran mucho de los extranjeros, aunque eso sí, visten de una forma menos llamativa, menos ‘guiri’.

A los primeros, además, se les engatusa mejor. Las gitanas de los claveles hacen su agosto, les leen las manos y les intentan vender mantones de Manila que, en realidad, son de Barbate.

Almudena, de Madrid, pregunta por el precio de una vuelta en coche de caballos: 30 euros. Desde luego, no es nada en comparación con lo que cuesta el paseo en los días grandes, pero no le convence, ni a ella ni a su marido. Así y todo, me dice que lo mismo se lo piensan y acaban dando una vuelta, pero prefieren consultar otros precios. Me dice que es la primera vez que vienen a la Feria y que han llegado recomendados por unos amigos que ya la conocían. Es su segundo día en Jerez y señala que “estaremos hasta el jueves. De momento nos está gustando mucho el colorido y el ambiente”. Juan, su marido, se queda “con los trajes de flamenca que llevan aquí las mujeres. No entiendo mucho, pero se  nota que saben llevarlo con arte”.

Los caballistas, que tan poco se vieron el primer día, empiezan a animar el paseo de caballos. No están todos los que se espera, pero ya es otra cosa. También hay muchos más coches de caballos. Todos lucen sus mejores galas.

Delante del Templete de González Byass, que este año está decorado con mucho gusto, canta y baila un nutrido grupo de mujeres, todas entradas ya en la cincuentena. Visten el mismo traje de gitana, blanco con lunares rojos, y rosa de plástico, o roja o blanca, en la cabeza. Parecen clones, pero da gusto verlas.  No serían las únicas. A pesar de que no será hasta hoy cuando las mujeres hagan suyo el Real, ayer se vieron  varios grupos. “Venimos con poco dinero, pero en Feria no hace falta gastarse mucho para pasarlo bien”, dice Pepi, que viene de Las Torres y que se ha podido ahorrar la caminata hasta el Hontoria gracias a que los autobuses “nos han dado una tregua”.

El calor, como decíamos, sigue apretando como el primer día, pero  gracias al viento de levante se nota menos, sobre todo en las terrazas de las casetas, donde es un gusto estar. Otra cosa es dentro, aunque hay casetas y casetas. Las hay con aire acondicionado, todo un lujo; luego están las que tienen ventiladores, que aunque remueven el calor, algo hacen; y luego están las que no tienen ni lo uno, ni lo otro. Ahí ya hay que plantearse dos cosas: O el casetero lo ha hecho a posta para vender más rebujito que nadie o es que no ha tenido vista teniendo en cuenta que la Feria este año llegaba con calor. Otras casetas, las de empresas o peñas, anunciaban ayer en la puerta que sólo permitían la entrada a sus socios, algo común en los primeros días.

Delante de La Amargura se lía un revuelo a costa de una televisiva petarda, una tal Chari, me supongo que de Gran Hermano o un programa parecido. Jóvenes, y algún que otro señor ya entrado en años, se hacen fotos con ella. La chavala, rubia de bote y de pechos asiliconados –que al parecer ya lució en una conocida revista– lleva en la solapa una chapa con el nombre de la caseta que patrocina. A la espera de que el famoseo de postín llegue el fin de semana, la gran hermana hace de sparring.

La entrada de la tarde trae contrastes. Mientras en unas casetas suenan sevillanas y bulerías y se bebe vino de la tierra, en otras suena el chunda-chunda y el cubata es el protagonista. En la calle del Infierno, los papás y las mamás aprovechan que hoy (ayer para usted) hay descuentos para llevar a los niños a los cacharritos. Algunos llevan ya malas caras. La Feria empieza a cobrarse sus primeras víctimas.

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