Miércoles de Feria

Pa' la Feria sin cariño ni ná

  • Las mujeres toman el Real de la Feria en una jornada en la que el calor y los huecos libres cobran protagonismo en el González Hontoria Día de Feria para vivirlo a sorbos

Señores míos, háganme caso y convendrán conmigo en que es mentira -falsa y cochina mentira, falsedad pura y dura- que las mujeres nos quieren a su lado en la Feria. Nada de nada. Ellas tienen sus objetivos, planes y desarrollo de vida de un día en el Real y nadie va a sacarlas del planteamiento. ¿Lo hará usted? ¡Yo por supuesto que no! Es por eso que hay letras de sevillanas que me dejan pensativo, casi triste, melancólico, más triste que una mojarra en la pecera de un oceanográfico. Me refiero sobre todo a esa letra de "Vámonos pa' la Feria cariño mío" que bailan con inusitado agitar de manos y piernas como almas que el Dios Baco se llevara en ese preciso instante. ¿Cómo que te vas, cariño -cabe preguntarse-, si me has dejado con el puchero a calentar y los niños preguntando cuándo van a ir a los cacharritos? Hechos como éste, que ellas se vayan esperando que todo funcione a la perfección en casa, parecen cimentarse en una idea tan paranormal como que la Junta arregle la carretera de La Barca en tres meses o el Xerez se quede libre del descenso por defecto de forma, ya sea en la forma de encajar goles o en la de no meterlos. Es decir: es imposible. Ellas mandan y lo hacen por derecho. Dictan sentencia y la ejecutan de una forma que te clava al garrote vil del abandono. ¡Vámonos pa' la Feria cariño mío!, cantas ellas mientras agarran el brazo de 'Pepi la peluquera' y 'Mari la del 5º' ¡Te quieí puí ya, niña!, te dan ganas de decirle pero es tarde, no puedes. Ella se ha ido y te ha dejado... temporalmente.

Queridos lectores, no hay nada que hacer. Ellas, las que pudieron, se fueron ayer para el Real con ese gracejo que las caracteriza y se hicieron dueñas de un González Hontoria que tuvo más huecos libres que de costumbre. El batacazo económico se deja notar aunque ellas, de nuevo, ayudaron a taparlo con sus volantes, su algarabía y sus pasos de salón de academia.

Mientras que usted, amable y varón lector, debe inventarse una excusa más o menos trabajada para irse de fiesta con sus amigos a la Feria ellas, siempre ellas, las dueñas de las arenas del González Hontoria, tiran de agenda para hacer lo mismo. ¡No es que tengan menos agenda, no, es que ésta vale más, mucho más! Usted puede tener el número del mismísimo presidente del Gobierno que si ella tiene el de su amiga 'Macu', la que sabe cuándo llegan las patatas nuevas al puesto de la 'Brosi' no tiene nada que hacer. ¿Sabe acaso Rajoy hacer papas aliñás? Pues claro que no. Y cuando la amiga de las papas dice que p'alante ellas van en comandilla, a una y a por todas. Digámoslo de otra forma, ¿ha visto usted los problemas con los que se encuentra para quedar con los colegas, a la hora de hacer coincidir intenciones y horarios? ¿Sufre su esposa lo mismo? ¡Pues claro que no! Ellas van... y van. Todas a una. Dispuestas a bailarlo todo. La que no forma parte de una clase de baile caribeño da clases particulares de sevillanas en el barrio, se erige en vocal de una junta vecinal o colecciona monedas en un club numismático. ¡Y párela usted, hombre demente! ¡No hay forma! ¡Es imposible! Han dicho que van... y van a la Feria. Acompáñeme usted en este recorrido mental que le propongo y que, a buen seguro, le deparará curiosas conclusiones, ignotos destinos que le harán conocer esos derroteros que la Feria del Caballo ofrece a sus alumnas más destacadas, y entre la que se encuentra su querida y animada pareja.

Tiene suerte, amigo mío, si su esposa trabaja, o si ella lo hace y usted no. Es algo maravilloso, se nota en esa cuenta corriente que cada mes se erige en un examen que de 'María' no tiene nada. Usted también podría irse de Feria pero cualquier atisbo de paseo bajo el alumbrado puede llegar a ser malinterpretado. Es decir, que usted y yo, lector, no podemos menos que hollar y besar los caminos del Real que nuestras parejas dictaminen. ¡Pero al contrario no! ¡Y es ahí donde nace la indignación! Es por eso que cuando escribo el titular no puedo menos que reírme para mis adentros al recordar la letra del 'Vámonos pa' la Feria cariño mío' que me recibe cada día al pisar el arenal del González Hontoria cuando voy a la caseta del Diario, cuando fueron ellas las que se arrojaron al referido arenal sin tener en cuenta a sus partenaires. Mandan, y lo saben, por mucho que nos hagan creer lo contrario. ¿Ha salido usted con sus amigos en grupo de a treinta para pasar un día de sana juerguecilla? Puede que sí, pero la organización de su grupúsculo no se asoma ni por las puñetera causalidad a la de ellas. ¿Ha visto usted a un grupo de ellas discutir dónde van a almorzar, dónde se toman la próxima media? Ni por asomo. Parecen muchas, pero son un único ser: el corro. Todas, repito, van a una. Y a veces dan miedo.

A todo esto, viene el concejal de Fiestas y se pasa de frenada y dice que la supresión del domingo de Feria está sobre el tapete. ¡Una feria sin domingo es como un Renault Twingo con una bata de guatiné!... es decir, que andar sí que anda, pero con unas hechuras que mándelo usted a hacer puñetas. No creo que ellas estén dispuestas a que les quiten ese rato del domingo con la prima de la pedanía, ese segundo ratillo con los niños en los cacharritos con el esposo -es decir, usted y yo- bajo absoluto dominio. Y ahí se quedará usted, impertérrito, jurando para sus adentros que daría unos meses de vida por saber cómo disfrutan, cómo se lo pasan tan bien, cómo son capaces de ir todas en comandita sin refriega alguna. Y es que, entonces, te asalta ese pensamiento que te dicta que este mundo, en manos de nuestras mujeres, sería mucho pero que mucho más feliz.

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