Feria de Jerez

Una celebración centenaria

  • La Feria del Caballo cumple 113 años entre las 'fronteras' del González Hontoria Un repaso a los 'culpables' de la fiesta tal como se conoce hoy

Centenaria. Así se puede calificar la Feria del Caballo que acontece estos días entre el albero del parque González Hontoria. Aunque decir eso es quedarse corto, ya que los orígenes se remontan a la reconquista de Alfonso X El Sabio (plena Edad Media). En ese momento la fiesta era aún mayor: Jerez disfrutaba de dos ferias que se convirtieron en tres en el siglo XIX, la más importante en los llanos de Caulina como ya desglosó en este mismo diario el historiador Antonio Mariscal.

Sin embargo, la Feria del Caballo, tal y donde la conoce la mayoría de los jerezanos actualmente data de hace poco más de un siglo, del año 1903, después de que el alcalde sanluqueño Julio González Hontoria, que gobernaba Jerez bajo el Partido Liberal, cedió los terrenos de Era Morales, donde hoy se asienta la ciudad para la celebración, entonces llamada fiesta de la primavera. Así llegaron las casetas, al menos, a donde las conocemos hoy, a ese parque situado junto a la avenida dedicada a otro alcalde, Álvaro Domecq.

Un sanluqueño la situó y un vasco le imprimió todo el carácter. Fue Miguel Primo de Rivera, nieto del general y alcalde honorario de Jerez, quien en 1966 agrupó la Semana del Caballo que organizaba Álvaro Domecq y Díez a la fiesta de la primavera y bautizó la Feria del Caballo, hoy considerada de Interés Turístico Nacional.

La Feria del Caballo, a semejanza de la cultura andaluza, se fue forjando desde sus inicios a través de las nacionalidades que desde el medievo visitaron las tierras albarizas de Jerez. Hasta la ciudad acudían mercaderes de Francia y Gran Bretaña por la compra de caldos y pura raza, aunque este interés puramente económico no impidió que, desde el nacimiento de estas fiestas, los eventos fuesen un punto de diversión para los ciudadanos. El flamenco vendría después, pues era un cante marginal y denostado en los primeros siglos de las ferias burguesas.

Con la idea de Primo de Rivera y la ayuda del arquitecto municipal Francisco Hernández Rubio -encargado del primer plano físico del Real-, se agruparon todos los actos de diversión, espectáculos hípicos y las exposiciones de ganado y maquinaria agrícola. El caballo se convirtió en el sello indiscutible y distintivo de las demás ferias del entorno. Llegada la democracia, los apuntes históricos señalan que la Feria no solo sobrevivió, sino que fue engrandeciéndose hasta como se conoce estos últimos años.

Como datos curiosos de las primeras ferias en el Hontoria, a principios del siglo XX, los fuegos artificiales marcaban el final de la fiesta, mientras que hoy precede al alumbrado; y se exigían a los hosteleros que las casetas no tuvieran más de un piso de altura, cuando en la memoria reciente quedan casetas de distintas alturas, aunque esta moda dejó el albero hace ya unos años. En estas primeras fiestas, eran habituales desfiles de carruajes, batallas de las flores y mujeres ataviadas con mantilla blanca. Ya existían, además, algunas atracciones y barracones, como la 'Pista diabólica' o el que representaba la historia del famoso crimen de la plancha en la calle Fuencarral de Madrid.

Hay que destacar que ya en la primera edición de la Feria en el González Hontoria, los apuntes de la época apuntaron a una asistencia "masiva". Claras testigos de esa fecha han llegado hasta nuestros días dos casetas, la del Casino Jerezano (hoy caseta municipal) y la del Casino Nacional (actual Bodegas González Hontoria).

La Feria del Caballo, gracias en mucha parte al impulso de sus ciudadanos, se ha convertido en una superviviente durante convulsos siglos desde la Edad Media. Salió fortalecida de la Transición española y desde entonces ha ido evolucionando y cambiando, pero nunca perdiendo su sello. Los alcaldes democráticos dotaron cada uno de su sello a la fiesta del Hontoria, algunos con más o menos acierto que otros, aumentando drásticamente el número de casetas, cambiado los cacharritos a la explanada exterior, acortando días y fuegos artificiales o, en esta edición que nos compete, adelantado la Feria al primer sábado. Sea como sea, lo que está claro es que la fiesta quedará por encima de políticas e ideologías y serán sus ciudadanos los que la sigan haciendo grande, así lo han demostrado en estos últimos 113 años. Olé por ellos.

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