Feria de Jerez

Otra forma de vivir la Feria

  • Desde las siete el Real recibe a trabajadores que ponen a punto el González Hontoria para la fiesta · Vigilantes de casetas, camareros, repartidores de hielo, de bebida y hasta un afilador pisan el albero cada mañana

Son las cuatro de la madrugada y muchas casetas comienzan a echar los toldos. Aún hay grupos que siguen pisando el Real con fuerza como si acabaran de entrar, la mayoría con alguna copita de más, pero señores, es la hora del cierre. Los camareros ya tienen la chaqueta puesta, el fuego de la cocina está apagado y mientras unos piensan en ‘coger’ la cama, otros empiezan su jornada laboral.

Los guardas de las casetas se quedan solos en el González Hontoria, de ahí que muchos se conozcan de un año tras otro. No sólo vigilan, sino que además muchos limpian, recogen las mesas, riegan el albero... dejándolo todo preparado para recibir a primera hora del día la nueva mercancía. “Ésta es la primera vez que me quedo y para mí está siendo muy aburrido, hasta les digo a los camareros que me dejen cosas sin hacer para yo distraerme por la noche”, reconoce Rafael Peña. Más tranquilo se toma el trabajo Manuel Luis, quien ya lleva un par de años guardando una caseta. No tiene más remedio que vivir por la noche en el Real, supone una gran ayuda económica para la familia tras el mazazo de la caída en la construcción. “Me dedicaba a ese sector y claro, ahora estoy en paro. Vengo cuando la gente se va, y si el año que viene no tengo nada, volveré a estar aquí”, señala Luis.

A las siete de la mañana el Real es una ciudad en miniatura. Camiones de comida y bebida se cruzan por las calles con nombres de artistas y las escobas ven la luz del día. Tras pocas horas de sueño, la primera ‘tropa’ de empleados prepara la caseta, ordenando el material que cada proveedor deja a las puertas. “Empezamos a las siete de la mañana a repartir hielo y en comparación con 2011, se está notando la crisis”, reconoce Francisco Buitrago. Se bebe menos y por tanto, los caseteros no necesitan tanta mercancía, aunque prevén vender unos 20.000 kilos de nieve durante esta Feria del Caballo. “Llevo ocho años con este trabajo y hace tiempo que no sé lo que es una feria de noche, uno ya se acostumbra a vivirla de otra manera”, apunta este trabajador.

Sobre esa hora, las siete, ya empieza el jaleo en La Calesera. Por ahora llevan una buena Feria, la gente está respondiendo bien a su carta y eso se nota. El pasado martes, se gastaron unos 300 bollitos de montaditos, 3 barriles de cerveza, casi 14 tanquetas de refresco y el hielo... “según el calor que haga”, señala entre risas Manuel Lainez. A su lado está Manolo Córdoba, lleva 15 años vigilando casetas por las noches y desde hace varias ediciones cuida de La Calesera. Dice que uno aprende a ‘torear’ a los avispados que quieren que le sirvan siempre la penúltima cuando la caseta ya está cerrada. “En todos estos años claro que me he encontrado en una situación incómoda, una vez, tuve que llamar incluso a la Policía”. Manolo lleva un año en el paro y sabe que esta oportunidad “supone un alivio en la familia, aunque me daría miedo que lo hicieran mis hijos”. Sale de la caseta sobre las diez y no duerme, “prefiero estar despierto, de hecho, hoy almuerzo en la Feria. Ya dormiré algo por la tarde y a la una de la madrugada de nuevo en planta”.

Ángel López ya tiene las cajas apiladas junto a la barra de la caseta de Las Villas. Hermano de la hermandad, este jerezano remarca que el mejor momento de la Feria “¡es ahora! Está todo limpio, no hay ruidos... porque por la noche puede haber momentos difíciles. Siempre hay alguno que se intenta colar y debes pararlo antes de que entren, porque una vez que lo tienes dentro, ya es muy difícil echarlo”. Para Ángel la Feria se limita a un ratillo el viernes, porque “este trabajo no te permite más, vamos, que estoy deseando que acabe”, señala mientras coloca bien un ramillete de hierbabuena.

Entre los camiones de la bebida, hielo, pan y demás comida, se ve una pequeña furgoneta con un hilo musical más que conocido. El afilador también es uno de esos trabajadores que vive la Feria desde primera hora, que recorre el albero aún mojado tras el riego de los empleados municipales y pone la primera música de la jornada. “Me llamo Moraíto de Jerez y soy afilaó”. Así se presenta este jerezano con 35 años de trabajo a sus espaldas entre cuchillas, cuchillos, navajas y tijeras. El negocio viene de su abuelo y él lo regenta con orgullo, “fíjate, esto es una máquina moderna, no como las de antes que había que darle con el pie para que funcionara”, explica mientras abre las puertas traseras de la furgoneta y pone a funcionar la cuchilla mostrando su habilidad con los utensilios más afilados. “Aquí la cosa está mal como en cualquier lado, pero yo tengo mi clientela fija que me llama. Además, no olvides que soy bailaor y cantaor, así que bueno, me conoce mucha gente”.

A primera hora del día el González Hontoria es distinto. Se trabaja rápido, pero a la vez sin muchas prisas (aún queda para el almuerzo). Hay tiempo para las bromas, los chistes y varios desayunos. Algunas caras reflejan que la noche anterior alternaron con el rebujito y otras, la gran mayoría, la frescura de dormir sus horas porque ya tienen asumido que la Feria, en esta ocasión, es para otros.

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