Sábado de Feria

Aquellos lunes de resaca

  • El termómetro, por las nubes, desluce el sábado de Feria de día · El domingo, que el Ayuntamiento quiere rescatar, es la gran incógnita por la falta del día de descanso posterior y porque calor y levante no dan tregua

Jerezanos ilustres como el ministro de Agricultura, Miguel Arias, y el torero Juan José Padilla, que ayer se dejaron ver por la feria –el primero en la entrega del Caballo de Oro y en el posterior paseo de rigor por el Real, el segundo en el coso de la calle Circo– añoran la Feria de la Vendimia en su formato tradicional, pero discrepan en los días de duración que debe tener la Feria del Caballo. El ministro, a través de estas páginas, se mostraba partidario día atrás de quitarle días a la cita de mayo para asimilarla a la de antes y recuperar la miniferia de otoño vinculada a la recolección de la uva. El torero, también en estas páginas, coincidía con el anterior en el rescate de la Feria de la Vendimia, no así en la duración de la del Caballo, en la que abogaba por engordarla.

Después de cinco días de parranda en el Hontoria, me da fatiga sólo de pensar en la posibilidad de ‘redimir’ la Feria de la Vendimia, aunque reconozco que no me disgusta del todo el modelo adaptado al centro  –Alameda Vieja– de las últimas fiestas de Otoño, sin duda bastante mejorable en cuestiones logísticas y de salud pública. Pero higiene y Feria son dos conceptos reñidos y mejor no entrar en la materia. Ya se sabe, “ojos que no ven...”.

Tengo que confesarles, y es puro egoísmo, que yo lo que realmente añoro es el lunes de resaca. Y según avanzan los años, más lo añoro. La nostalgia de ese otro ‘lunes santo’ resurge con fuerza en la presente edición. Como diría El Carnicero de Milwaukee –o Jack el Destripador si se prefiere–, vayamos por partes. El Ayuntamiento se ha propuesto este año, bajo el síndrome Súper Ratón, buscar una solución ‘revitalizante’ y ‘mineralizante’ para el domingo de Feria, el único que nos queda después de eliminar el del alumbrao. Pero por lo visto ayer en el Real, bajo una solana de justicia y con el levante cayendo a plomo, deberían de ir pensando mejor en rescatar también el sábado, día grande venido a menos en la afluencia de caballistas y peatones.

Ayer, como en los días previos, se cumplieron los peores temores de los bodegueros y los termómetros se dispararon hasta los 35 grados, temperatura en la que el consumo del vino, salvo en la modalidad rebujito, se prohíbe por prescripción médica para jolgorio de las cerveceras y ‘refresqueras’. 

Los valientes que se aventuraron ayer en las horas del día por el Hontoria se debatían entre dos únicas opciones: pasar calor a la intemperie o refugiarse al calor de las casetas. En otras palabras, era como tener que elegir entre la sauna y el baño turco. Yo me incliné por la alternativa de la sombra de la caseta, la timorata pero más segura, luego desconozco si ayer se dejó ver algún famoso por el Real, que sólo atravesé parcialmente en busca del coche a eso de las cinco de la tarde, con la fresquita y la consiguiente alegría al comprobar que, inconscientemente, lo había dejado a la sombra.

De vuelta al domingo de Feria, el de los visitantes de los pueblos cuando no había controles de alcoholemia, en mi humilde opinión, el Ayuntamiento se puede devanar los sesos para inventar el modo de arrastrar a la gente en masa hasta el recinto ferial, pero creo que la única fórmula, por mucho empeño que pongan, es la de resucitar el lunes de resaca, el que como dice la letra de la canción de José Mercé, es como ‘el santo que tenga puente a ese que sí le rezan, que es santo pa’la gente’.

Tampoco se entiende muy bien que el alumbrao se retrase un día pero permitan abrir las casetas desde el viernes previo, la popularmente conocida como preferia y que, para ser coherentes con la medida, debería prohibirse tajantemente y no a medias tintas como se ha hecho este año, bajo advertencia de multa de los ‘locales’ a los que no cerrasen en torno a la medianoche. Quien la lleva la entiende.

 Si por los hosteleros –léase los que tienen intereses en el Hontoria–fuera, la feria duraría dos semanas. Por supuesto que no habría bolsillo que la aguntara, pero tampoco lo hay para la de ocho días, ni para la de siete... aunque cada cual es libre de elegir cuantos días de fiesta puede soportar su economía doméstica, faltaría más.

A no ser que me perdiera ese capítulo de Barrio Sésamo, y me he saltado más de uno, creo que no hay ninguna ley, salvo la de la inercia, que obligue a ir a la Feria todos los días. Cada cual se marca su propio calendario festivo y clara la llevan los jerezanos si se dejan guiar en cuestiones económicas por papá Consistorio, que bastante tiene con la que le ha caído encima.

El domingo, que para ser políticamente correctos debería ser el día del Señor y de la Señora, se presenta hoy como una incógnita. Como en todo, hay que dar el margen de la duda al invento del Ayuntamiento, pero los experimentos hay que hacerlos con gaseosa, que en la Feria del Caballo acompaña al fino para aliviar el exceso de calor.

El termómetro no da tregua y tras la tromba del sábado de preferia, o como se llame ahora a los días en que se puede abrir las casetas sin pasarse de la raya, y para hoy se espera calor a raudales y el maldito levante en calma, ese que aplatana y que no acompaña a la estética de la Feria. Perdón, lo de la estética iba por el nuevo alumbrado, pero de eso mejor les hablo otro día.

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