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La crítica

Magnetismos personales

  • La fiesta interminable de Belén Maya se gana al Teatro Villamarta

La fiesta que Belén Maya ha preparado tiene de todo, un ambiente selecto, invitados de lujo y un marco pulcro y exquisito. No hay un detalle que se le escape y eso tiene su mérito. Hasta el timbre que anuncia la llegada de cada uno entra a ritmo de martinetes de una manera onomatopéyica. Por haber hay hasta sorpresas inesperadas que llegan al alma. Además, como en todas las fiestas, existen desfases propios de una bailaora que en la propia rueda de prensa del pasado domingo ya admitía ser "bipolar artísticamente". Quien ha seguido su trayectoria sabe bien que todo eso forma parte de su personalidad, y que puede gustar más o menos, pero está ahí. 

 

El ambiente y el marco son perfectos, luz trabajada, escenografía cuidada, y una música ideal, la de Javier Patino, para que todos se sientan como en casa.   

 

Y qué decir de los invitados, todos de un linaje artístico grande, porque hablar de José Anillo, Manuel Liñán, Tomás de Perrate, José Valencia y Carmen Linares es hablar de sangre azul en el flamenco de hoy día. 

 

Anillo llegó con traje de etiqueta para elevar a los altares a la malagueña del Mellizo, Tomás de Perrate sacó sus galas más excéntricas para emular, con un spanglish utrerano, al clásico Cheek to cheek de Sinatra en el que fue uno delos momentos de la noche, y Manuel Liñán sencillamente se vistió de Liñán, ese bailaor sorprendente que por un instante, en los caracoles, llegó a eclipsar a la propia Belén. Con mantón en mano y bata de cola, el granadino revolucionó el patio de butacas, primero por el factor sorpresa y luego, claro está, por su manera de moverse por el escenario con una coreografía tan bella como complicada, pero ya se sabe, en manos de Liñán todo parece tan fácil...  

 

La lista de invitados la completó Rafael Rodríguez, una guitarra sublime, José Valencia, poderoso como de costumbre pero menos punzante de lo habitual tanto en la seguiriya como en soleá, y la dama del cante, Carmen Linares. Su entrada en escena sucedió a colación de una proyección de Carmen Mora, la madre de Belén, y a la que la bailaora quiso homenajear interpretando aquellos tarantos que como reconoció el día anterior "fueron los primeros que me aprendí viéndolos en vídeo".

 

Cante y baile se unieron con un magnetismo inusitado y la garganta rota de Carmen Linares, acompañada de la guitarra transportada de Patino, hizo volar a la bailaora creándose una estampa vistosa como la que ya vivimos hace unos años cuando Belén fue la artista invitada de Carmen. Tangos de Granada remataron la faena sin perder ni un ápice de intensidad. 

 

Fue el único momento, sin olvidarnos de la coreografía conjunta con Manuel Liñán (una de las virtudes de la artista como ya demostró en aquel 'Bailes alegres para personas tristes' junto a Olga Pericet), en el que a Belén se le vio suelta, pues ni siquiera en la soleá, donde otras veces ha dado muestras de su versatilidad, llegó a conectar con el público. 

La mente creadora de Maya volvió a dar la talla. Nunca se detiene. Maquina y maquina buscando un motivo, una excusa, un 'leit motiv' para crear una historia en torno a ella y su baile. Su imaginación y su capacidad para sorprender son sin duda dos de sus grandes capacidades, y ahí nada se le puede reprochar, todo lo contrario, ese atrevimiento y osadía debería extrapolarse a muchos de su profesión, atenazados en ocasiones por miedo al qué dirán. Otra cosa es el baile que defiende donde a veces se le echa en falta un poco más de profundidad.

Baile

Los invitados

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