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XXIV Festival de Jerez

Las distintas capas de El Farru

El Farru, en el espectáculo 'Por un sueño'

El Farru, en el espectáculo 'Por un sueño' / foto©Miguel Ángel González

Como si mudase cada una de las capas de la piel, Antonio Fernández ‘El Farru’ desmenuza en ‘Por un sueño’ sus distintas facetas artísticas. El cante, la guitarra y, por supuesto, el baile fueron su medio de canalizar todas y cada una de las inquietudes que tiene como artista, inquietudes con las que ha creado un espectáculo en el que, con el único hilo argumental de una vivencia personal, ha configurado un submundo particular.

Bajo el concepto de Los Farruco, porque eso es indiscutible, el bailaor no aparta para ello su mayor virtud, el baile, afrontándolo con valentía y sin esconderse. Lo hizo por seguiriyas y por soleá dejándose la piel y entregándose hasta la extenuación.

El Farru es un superdotado del control corporal y maneja los tiempos del baile, siempre bajo el canon Farruco (que puede gustar o no), como nadie. Lo demostró en cada replante, en cada zapateado y jugando, sobrado de facultades, con el ritmo hasta el hecho de ganarse al público.

Por momentos fue efectista, por otros introdujo pinceladas de humor, pero a la vez fue también atrevido, arrollador y percutor, llegando a combinar registros con la misma facilidad que se mueve por el escenario.

A ello contribuyó un atrás clásico en las formas, porque tanto Antonio Villar como El Galli defienden estilos que entran en la órbita de los Fernández Montoya. Sin embargo, la inclusión del jerezano José Gálvez le otorga un toque lo suficientemente potente como para romper la línea. La guitarra de José es Jerez puro, es Parrilla y es la patente de una escuela que, la escuches donde la escuches, ya se sabe de dónde procede. José recordó a Javier Molina por seguiriya con aquellas falsetas que Parrilla le transmitió para que no cayesen en el olvido, y volvió a recordar al guitarrista de la calle Campana con el aire por bulerías en un mano a mano con RománVicenti que fue de lo mejor de la noche. Dos formas de entender la guitarra, dos conceptos antagónicos pero equilibrados sobre la escena.

En medio del vértigo que ofrece el baile de El Farru, dos mujeres, de un lado su madre, La Farruca, y de otro, María Vizárraga. La primera sigue exhibiendo personalidad sobre las tablas, si bien es verdad que su rodilla ya no le permite acometer el baile con la vehemencia de antaño. Por alegrías, con traje blanco y lunares negros y dos hermosos corales, la presencia de Rosario es más testimonial que otra cosa. Aún así tiene mérito, porque nunca se da por vencida.

María Vizárraga, por su parte, se lució por tangos. Perfecta conocedora de los sones de esta familia, la cantaora sabe bien por dónde se mueve El Farru, por eso lo busca hasta conseguir una complicidad que se hace latente a primera vista. En el apartado cantaor, no hay que olvidar la aportación de El Galli y Antonio Villar, bien en cada una de sus intervenciones, al igual que la percusión de El Piraña, fundamental en la obra.

Pero El Farru no es sólo baile, como demuestra en ‘Por un sueño’, pues entona cantes de fragua nada más comenzar el mismo y remata la faena con una composición propia dedicada al maestro Paco de Lucía, con el giró por todo el mundo durante cinco años. “Es multiusos”, dijo su madre, La Farruca, desde el escenario, antes de que Antonio, con la guitarra enganchada cual cantautor, se tocase y se cantase con la misma naturalidad que cualquier joven de su generación. Rebosando sensibilidad, El Farru puso la guinda a un espectáculo que pese a seguir la línea habitual de su estirpe y algo descuidado en la escenografía y transiciones por momentos, aporta novedades curiosas que convierten la casi hora y media en un entretenido episodio.

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