Defender la herencia de sus antepasados es el lema del último espectáculo de Juan Manuel Fernández 'Farruquito'. En él no descubre nada nuevo y se limita a bailar como sabe, exprimiéndose al máximo y desplegando esa superioridad física a la que muy pocos pueden llegar. Al bailaor no le preocupa la puesta en escena, las transiciones, y le da exactamente igual que el monitor de sonido tape por completo la cara del pianista Jaime Calabuch cuando interpreta una zambra caracolera. No son detalles a tener en cuenta, al menos para él, que prefiere centrar su espectáculo en el baile, la única esencia que conoce y con la que le sobra todo lo demás.

Durante la casi hora y veinte de espectáculo no existe hilo argumental, todo transcurre a gran velocidad y casi no da tiempo a digerir lo que se ha visto con anterioridad. De cualquier forma, eso da igual, y el público rinde verdadera pleitesía a cada uno de los movimientos del sevillano. Es lo que tiene ser un bailaor mediático.

Abolengo cruza los caminos de dos dinásticas, la de los Farruco y la de los Amaya. En la primera, Farruquito lleva los galones de la responsabilidad, y en la segunda es la sobrina-nieta de Carmen Amaya, Karime, en quien recae el peso de la tradición. Ese guión hace que durante la misma se intercalen alusiones al pasado, como ocurre cuando Karime baila al compás de bulerías aceleradas, emulando a aquellas grabaciones antiguas, o cuando Juan rescata pasos de su abuelo al meterse por soleá y echar el cuerpo atrás con la solapa de la chaquetilla en mano.

El baile efectista de ambos artistas se trasluce durante toda la obra, a veces de forma brillante y otras perdiéndose en pasos que les acercan un abismo sin retorno. No obstante, sobre todo cuando toca bailar a dúo, Karime y Juan muestran un alto grado de compenetración, de equilibrio, con coreografías perfectamente ejecutadas, y eso que se realizan a una velocidad de vértigo.

Menos vistosos resultan algunos pases del espectáculo, como la zambra caracolera que se marca Antonio Villar con el baile de Karime, de rojo. La imagen nos recordaba, inevitablemente, a aquella que elevara a los altares en 2011 y en el mismo Villamarta La Farruca con el cante de Pedro 'El Granaíno' ('Homenaje a los Grandes'), a años luz de lo de ayer, tanto en el cante como en el baile.

En medio se da cabida al talento individual, como el que exhibe Encarnita Anillo, soberbia durante toda la actuación. La gaditana es capaz de adormecer al público con una emocionante nana y romper el climax de repente acordándose de La Perla de Cádiz. Lo mismo ocurre con Román Vicenti, acaparador del sonido guitarrístico durante la noche, como demuestra en los aires por tarantas que interpreta en solitario, y el violín de Bernardo Parrilla, cuyo discurso es corto pero contundente.

Buscando romper con la monotonía, el bailaor oxigena algunas escenas, como la bulería por soleá que lleva a cabo encima de una mesa con un reloj de fondo; pero se pierde en otras en las que nos deja con un sabor agridulce, como ocurre en las alegrías, en las que Juan se zambulle en jaleos extremeños con demasiada rapidez, evitándole dar su versión más racial.

El regalo de la noche no podía llegar de otra manera que por bulerías, en un bis en el que Farruquito se quitó el corsé, del mismo modo que Karime, a la que durante todo el espectáculo se le ve un tanto retraída (en comparación con el despliegue que dio el año pasado en La Compañía). El público enloqueció porque ya se sabe que para martillear a compás Juan es el número uno.

Baile

Abolengo  

Baile: Juan Manuel Fernández Montoya ‘Farruquito’. Artista invitada (baile): Karime Amaya. Cante: Encarnita Anillo. Cante y palmas: Antonio Villar, José Manuel Doya ‘Zambullo’. Piano: Jaime Calabuch. Guitarra: Román Vicenti. Violín: Bernardo Parrilla. Percusión: Luis Amador. Coreografía: Antonio Canales y Farruquito. Diseño de iluminación: Óscar de los Reyes. Dirección: Farruquito. Día: 7 de marzo. Lugar: Teatro Villamarta. Aforo: Lleno.