Billie Eilish, en 2020, se erigió en una de las más extravagantes de la historia de la 'red carpet' de los Oscar.
En todo su esplendor, el año 1989, Demi Moore pensó que sería original 'tunear' un pantalón de ciclista para la alfombra roja más importante del año. Para colmo llevaba una sobrefalda cola, dorado, negro y filigranas. Un auténtico despropósito.
También con pantalón y sobrefalda, pero en verde y morado, Whoopi Goldberg llamó la atención en la ceremonia de 1993 y no precisamente por su buen gusto.
La diseñadora de vestuario australiana, Lizzy Gardiner, quien ganó ese 1995 el galardón en su categoría y apareció en la alfombra roja con un diseño propio y muy inusual. El vestido estaba hecho con 254 tarjetas de crédito la compañía American Express, las cuales eran todas auténticas, pero habían caducado y estaban ensambladas con alambre.
Firmado por Lacroix, el modelo de Uma Thurman para los Oscar de 2004 llevaba falda simétrica, cola, lazo a la cintura, apliques dorados... demasiado para un solo vestido.
Otro vestido que captó todas las miradas fue el de la cantante islandesa Björk en 2005. Fiel a su estilo vanguardista, el diseño de Marjan Pejoski simulaba ser un cisne. Incluso llevaba un bolso con forma de huevo.
En 2009 a Salma Hayek le falló el buen gusto con este vestido negro abullonado y asimétrico en el bajo. Ni largo, ni corto, sino todo lo contrario.
El vestido blanco de Versace al que recurrió Lady Gaga en 2015 no hubiera estado mal si no lo hubiera combinado con unos estrafalarios guantes rojos que parecían para sacar el asado del horno.
Con un vestido esmoquin diseñado por Christian Siriano, Billy Porter reivindicó la moda sin género en la alfombra roja de 2019.
Billie Eilish llevó un conjunto de chaqueta y pantalón blanco con detalles plateados de Chanel a la gala de 2020. Hasta ahí bien si no fuera porque le venía grandísimo. Las raíces verdes de su pelo y la manicura indefinible acabaron de estropear el estilismo.
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