95 aniversario de la coronación pontificia de Nuestra Señora del Carmen

Flor de siempre

El dulce recuerdo de los días de gloria es lámpara preciosa que arde continuamente en el santuario de la memoria, es flor bellísima que jamás se marchita.

Días aciagos y tristes pasan por la vida, que cual borrascosa tempestad nos sobrecogen de espanto, y al recordarlos o vivirlos como en estos días, el dolor moral se apodera de nuestro espíritu, sus punzadas se clavan fuertemente en nuestro corazón, en nuestros labios se dibuja el rictus de la amargura que tan acibarado sabor deja en nuestro paladar, y todo nuestro ser se conmueve asomando a veces lágrimas enternecidas a nuestros ojos.

Por el contrario, otros marcados con sublime sello de alegría y ventura, despidiendo luminosos destellos emanados del refulgente sol de la grandeza, como aquel 23 de Abril de 1925, no sólo pasan a la historia sino que en nuestra mente dejan profunda huella y su recuerdo lo encontramos con placer en los más pronunciados recodos de nuestra existencia transmitidos de generación en generación.

La Virgen del Carmen durante una ceremonia de besamanos a mediados del siglo XX. La Virgen del Carmen durante una ceremonia de besamanos a mediados del siglo XX.

La Virgen del Carmen durante una ceremonia de besamanos a mediados del siglo XX.

Ni una sola nube empañaba el horizonte aquel día; la naturaleza se revestía de sus más ricas galas, los alegres pajarillos lanzaban sus trinos más melodiosos y potentes que nunca, y el arrogante Febo apareció con todo el esplendor de su majestad, como queriendo acompañar a Jerez en su regocijo y de esta forma rendir pleitesía a la Emperatriz del Carmelo.

Como río caudaloso que de madre brota e inunda llanuras y praderas, así la ciudad entera arrastrada por la impetuosa corriente del entusiasmo y del amor, invadió calles y plazas, dio prueba de su devoción a la Santísima Virgen del Carmen, manifestando su respeto a la Santidad de Pío XI representado por el Nuncio de Su Santidad en España, Mons. Federico Tedeschini y su adhesión a los monarcas reinantes, D Alfonso XIII y Dª Victoria Eugenia, quienes gracias a la amistad personal que les unía a los Condes de Puerto Hermoso, D. Fernando de Soto y Dª Carmen Domecq, honraron con su presencia tan solemne acto viniendo a Jerez y pernoctando los días 23 y 24 de abril en su palacio del la Plaza del Arroyo.

Tribuna de la Familia Real junto al jerezano y jefe del Directorio Militar D. Miguel Primo de Rivera. Tribuna de la Familia Real junto al jerezano y jefe del Directorio Militar D. Miguel Primo de Rivera.

Tribuna de la Familia Real junto al jerezano y jefe del Directorio Militar D. Miguel Primo de Rivera.

Para los Condes, Padrinos de la Coronación y principales patrocinadores de la misma, fue una difícil empresa llevar a cabo tan magna obra, pero gracias a su ardiente fe, amor a Cristo y devoción a su Santísima Madre del Carmen, hicieron posible la más fastuosa coronación mariana que haya conocido el orbe...

Quisiera yo, no sólo disponer de tiempo y espacio sino tener además facultades para describir con bellas frases la sublimidad de aquel día; ser pintor, para recoger todo lo bello y espiritual que encierra y tras plasmarlo en un lienzo con resplandores vivos y eternos; llamaría a las musas para que arrojaran sobre mí el cálido aliento de la música y la poesía y con estos cuatro elementos: literatura, pintura, música y poesía, formar un ramillete que ofrendado a la Virgen del Carmen, fuera una perla más de las que en ese día pusieran en su magnífica corona el Amor de Jerez y de la Orden Carmelitana, porque perla de inestimable valor es el Amor y flor de siempre será en nosotros el recuerdo de aquel día.

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