Domingo de Pentecostés de gran rocierismo ante la visita de la Señora

El Rocío 2016

El obispo oficia la tradicional misa de Jerez en la basílica ante la Virgen. Jornada de calor primaveral en una abarrotada casa jerezana.

Domingo de Pentecostés de gran rocierismo ante la visita de la Señora
Francisco Abuín Y Manuel Aranda (Enviados Especiales)

Jerez, 16 de mayo 2016 - 01:00

Domingo de Pentecostés, vísperas de la salida de la Virgen; domingo de oración y expectación; de convivencia y de romería en la aldea; de cohetes lanzados al cielo y de constantes repiques de San José, Lirio de las Marismas, Blanca Paloma, El Salvador y Virgen del Rocío, que son los nombres de las cuatro campanas que cuelgan de la espadaña de la basílica. Jerez tuvo ayer una cita sobresaliente con la misa ante la Blanca Paloma que, a día de hoy, es todo un privilegio que mantiene la hermandad jerezana. Es así porque es una eucaristía que preside el obispo de Jerez, José Mazuelos, que ayer contó con su presencia, si bien no pudo este año estar en el camino -teniendo en cuenta que el plan de misas se ha visto totalmente trastocado-, sí presidió la celebración de la una de la tarde de Jerez. Antes, a las diez, fue la pontifical de Pentecostés en el Real del Rocío, oficiada por el obispo de Huelva, José Vilaplana, cantada por el coro de la Hermandad del Rocío de la Macarena y concelebrada por todos los curas de las hermandades filiales que, como es tradición, llevaron sus simpecados hasta el altar instalado en torno al monumento que recuerda la coronación canónica de la Virgen de Rocío, creando una preciosa estampa de hermoso retablo colorista de bordados y astas plateadas.

Esta eucaristía concluyó pasado el mediodía, con el tiempo justo para que la hermandad llevara el Simpecado a la capilla de la casa para, a la una menos cuarto, iniciar el camino a la ermita, bajo un sol de justicia, nada comparable con lo que días anteriores ha sido la romería. Lleno absoluto de jerezanos en el templo rociero para seguir la celebración, que fue cantada por un grupo de gente de Jerez, los mismos que se han ocupado de hacerlo en la salida el miércoles en la misa de romeros y durante el camino en Palacio en la única celebración que se ha podido llevar a cabo. Digno es reconocer la disposición de este grupo para estar en los actos de la hermandad, además de hacerlo excelentemente porque las voces que lo forman son de las más reconocidas en el Rocío de Jerez.

El prelado jerezano ofició junto al director espiritual de la hermandad, el dominico fray José Gil, y el prior de esta Orden en Jerez, que por cierto este 2016 cumple 750 años de su llegada a la ciudad. El Simpecado se situó, como corresponde, en manos del secretario, Antonio Vallejo, en la parte superior de la escalinata y la reja que da paso al presbiterio, donde la Reina de las Marismas posa ya desde hace muchos días en su paso de salida. Precioso el detalle de los centros de flores moradas, el color del rocierismo jerezano, que se colocaron en los cordones del Simpecado. Destacó el ambiente devoto que mostraron los romeros en esta celebración de la basílica, en cuyo interior no había hueco libre para seguirla. Tan especialmente emotiva fue la eucaristía que el obispo le quitó la voz al hermano mayor para ofrecer él mismo los vivas a la Virgen del Rocío.

Una vez de regreso a la casa de la calle Almonte, la hermanad ofreció centenares de copas de jerez a diestro y siniestro, nunca mejor dicho porque la casa estaba hasta los topes de gente, tanto de la que hace la romería como por los muchísimos que ayer se acercaron a la aldea a echar el día. Si en la sede jerezana no se cabía, en las casas de las peñas sucedía tres cuartos de lo mismo, con el ambientazo propio del domingo de romería, de alterne y de muchas copas; de buenas viandas y de puertas abiertas allá por donde había un emblema rociero de Jerez, una bandera o un color morado. La jornada fue magnífica, con un tiempo excelente, de cielo celeste que dejó caer todo el peso del sol del mes de mayo. Día de primavera al ciento por ciento que situó en el olvido lo que ha quedado atrás, cuya única secuela son algunos charcos en calles secundarias de la aldea, porque las principales el municipio almonteño se ocupó de arreglarlas cubriendo las zonas anegadas y reparando los socavones.

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