Jerez

Jerez es capaz de convertir un simple utensilio en arte

  • José María Torquemada lleva toda una vida dedicándose a la elaboración de venencias de forma artesanal, siendo de los pocos que continúan esta tradición a punto de desaparecer

La magia que se respira cuando a través del equilibrismo se llena un catavino es obra de una conexión perfecta entre el bodeguero y la venencia, artilugio que se convierte en la extensión del brazo de éste y que moviéndola con aire torero sirve las copas de vino con arte único.

Mucho se habla del buen vino, pero poco de la venencia. Son escasos los que se dedican a la elaboración de este instrumento y por supuesto los que están, se encuentran en Jerez. José María Torquemada es uno de los enamorados del mundo del vino que se dedica a la elaboración artesanal de la venencia. Lleva entregado a ello desde 1975 y acabó haciéndolo casi de rebote. En un pequeño taller que tiene por nombre 'Cachivache' elabora venencias artesanalmente con una pulidora y una prensa. Aquí cuelga sus creaciones a modo de cortina, en un espacio donde las estanterías que bordean las paredes recogen viejos libros y cuadros que él mismo pinta. En este lugar dedica el tiempo libre a sus inventos.

Nadie en su familia se dedicó a trabajar en bodegas, de hecho su padre fue policía, pero la afición al vino es algo que lleva dentro, dice. "Me llega a la barriga hasta dolerme". Comenzó como guía en las bodegas de la ciudad, allí perfeccionó idiomas para dedicarse a lo que será su profesión durante toda una vida: la exportación. Las relaciones que fragua en los negocios de exportación es lo que le llevará a acabar dedicándose a la elaboración de venencias.

Todo empezó cuando un alemán le encarga una partida de cien toneles con venencias para exportarlos. Para conseguir el centenar acudió a quien las fabricaba por entonces, pero el trato que recibió no fue de su agrado. "Fue poco comercial conmigo", así que se propuso reunir las venencias por su cuenta hasta hacerse con el total acordado. "Me afectó porque pagué la venencia a un precio carísimo, a precio de turista". Finalmente dio con la persona adecuada que, sin ser siquiera andaluza, le ayudó a exportar venencias hasta que finalmente se aventuró a elaborarlas, emprendiendo este taller en el que espera que continúe su hijo.

La venencia es un instrumento remoto, posiblemente se usa en Jerez desde hace ciento cincuenta años, pero su creación parece anterior. "He visto mosaicos griegos donde una de las personas sostiene un 'cacillo' a modo de venencia, así que el invento tiene una antigüedad a tener en cuenta", comenta José María.

Su nombre proviene de 'avenencia', que etimológicamente significa 'acuerdo'. La situación que le da el nombre procede de las compras de vino en las bodegas, cuando el bodeguero extraía el vino con este utensilio para probarlo y venderlo. Del acuerdo de la venta, de la avenencia entre bodeguero y cliente, obtiene el nombre este utensilio que estaba presente en la negociación. La 'a' se acabó perdiendo con el tiempo quedando tan sólo el término de 'venencia'.

El primero que empezó a elaborar estos utensilios en Jerez fue Juan Barranco, que trabajaba en González Byass y las hacía en acero. Durante mucho tiempo se fabricaron con bigote de ballena. Esto les daba una apariencia distinta, la varilla era cuadrada y marrón que era el color natural de este componente, pero la producción con este material acabó desapareciendo hace más de 60 años. Los motivos fueron la prohibición de la caza de ballenas y la poca resistencia del producto que hacía que se partiera muy a menudo. Posteriormente se usará para hacer la vara gusanillos de muelle de acero cubiertos por hule negro y finalmente se empleará el PVC, que es el material que actualmente se utiliza en la elaboración.

Desde su creación hasta la actualidad su forma no ha variado. Este producto se compone de seis piezas que se montan mediante veinticinco operaciones. Sobre su forma, Torquemada ha realizado varias modificaciones con el fin de innovar y estilizar su estructura. Para ello ha eliminado los remaches que sujetaban las piezas para unirlas con pegamento, se deshizo del reborde que tiene tradicionalmente el recipiente e hizo lo mismo con el caracolillo que llevaba en la punta el gancho. Tras todos estos cambios la venencia parece un objeto más elegante y estilizado.

A pesar de su edad sigue llevando a cabo creaciones y añadiendo elementos. Su gran novedad ha sido elaborar una venencia con pico, al igual que un jarrón, siendo una guía perfecta para que el líquido caiga de forma más dirigida. En su mente también se plantea el crear alguna customizada donde la varilla no sea lisa sino de lunares o de colores.

Antiguamente estos utensilios los fabricaba un latero, hacía una o dos únicamente porque no era un producto que se vendiera, pero desde que las bodegas plantean visitas turísticas empezó a tener salida comercial. Actualmente se ha convertido en un instrumento que se vende pero pocas veces para realizar su función. "De cien venencias que se hacen al año en Jerez, una es para trabajo, el resto es para souvenir o bodas", apuntó Torquemada.

La venencia es un artículo que no tiene ninguna regla a la hora de la venta. "Un mes por ejemplo vendo cinco y al siguiente cincuenta, no se sabe el porqué". Hay que añadir como inconveniente que este producto, saliendo de Jerez y de Montilla, no tiene salida; fuera de estos lugares existe cierto desconocimiento del producto que lleva incluso a asignar de forma errónea el término de 'catavino' a la venencia.

Actualmente no se venden. José María asegura que ha llegado a vender una partida de mil quinientas venencias para promocionar un vino en Nueva York, pero la crisis ha afectado a la exportación y a las bodegas más aún. De forma positiva cree que este periodo de dificultad en el que nos encontramos ha provocado que ahora tengamos mejor vino que nunca. "El vino lo que necesita para ser bueno es pasar tiempo en la barrica, y ahora con la crisis, tiene todo el tiempo del mundo".

La creación de venencias es más una afición que otra cosa para Torquemada, su verdadero afán es exportar pero este producto es difícil de comerciar. El año pasado envió un pedido de doscientas venencias a Hong Kong y hace dos meses a Tokio. Aunque no es fácil, insiste en dar salida a sus creaciones y para ello hace uso de Internet como una ventana fundamental para comerciar.

En definitiva es una herramienta de trabajo, no es más, pero "la clase de Jerez está en que ha hecho de la venencia un arte", afirma. Este 'cacharro' ha adquirido un valor especial en esta ciudad y se ha convertido en algo típico. Jerez además de tener un vino único, también es único en la forma de servirlo. Esta forma especial de servir el vino de esta tierra se ve reflejada en la figura del venenciador. "Hay muy poca gente que venencie bien, es como el cante, no todo el mundo canta bien", pero aquí han surgido grandes venenciadores como fueron Pepe Ortega con González Byass y Julio Delgado con Domecq".

Al igual que el arte de hacer venencias, el de la tonelería está en peligro de extinción. "De veinte o treinta que había antes, ahora sólo quedan tres o cuatro y casi todas están haciendo barricas para vino tinto". A la profesión de la creación de venencias le quedan días contados, cuenta con grandes inconvenientes, puesto que es un producto muy barato y dura toda una vida debido a que sus materiales permiten que no se corrompa ni sufra desperfectos.

Un mundo que invita a perderse entre la cultura del vino y los oficios que han derivado de él y que acabarán desapareciendo. Algún enamorado de la enología quizás acabe rescatando estas tradiciones, pero hasta ahora sólo algunos 'locos' de este mundo, como José María, se dedican a la fabricación de un producto tan de esta tierra. Su hijo suele ayudarle pero él dice que "la gente joven no tiene tiempo para dedicarse a esto como hago yo, que tengo tiempo libre". Mientras seguirá rodeado de sus cachivaches, dando forma a este instrumento que se ha convertido en un símbolo a tener en cuenta en la cultura e historia jerezana.

Jose María Torquemada posa junto a

sus creaciones en 'Cachivache', el

taller donde trabaja.

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