Jerez

“Nunca nadie me ha devuelto un plato”

  • ‘Casa Pepa’ cumplirá en diciembre 37 años abierto al público

  • Su fundadora, Pepa Bernabé, rememora sus inicios y cuenta cuáles son los secretos de su éxito en el mundo de la hostelería

“Tú comes en Casa Pepa como comes en casa de tu abuela y pasas la tarde felizmente pero comes en otro restaurante y, será que como es más caro, pasas toda la tarde indigesta”. Es lo que asegura, entre risas, Josefa Bernabé Trujillo, la fundadora del conocido establecimiento que en diciembre cumplirá 37 años abierto. Pepa, que es como prefiere que la llamen, está jubilada pero cada día acude al restaurante –que ahora dirige su hija Remedios Zambrana, propietaria de Marruzella– para supervisar todo lo que ocurre dentro.

A sus 83 años recuerda con nostalgia cómo fueron sus inicios en la hostelería cuando, tras la muerte de su padre, se hizo cargo de la Venta La Parra. Sus hermanos no quisieron saber nada del negocio y ella decidió tomar las riendas a pesar de la oposición de su madre “porque estaba embarazada”. Con mucho trabajo y dedicación lograron ser conocidos como “la gallina de los huevos de oro porque allí vendíamos mucho, iba mucha gente de Jerez”, comenta Pepa satisfecha. Para ello fue fundamental contar en el equipo con su marido ya fallecido, Andrés Zambrana, que “se levantaba temprano y guisaba cabrillas, pollos.. Después cada uno ganaba lo suyo y a la hora de pagar cada uno pagaba lo suyo. Estaba gracioso. A veces se juntaban hasta cien personas”. Además, en cuanto sus hijos fueron algo mayores también se volcaron en el negocio y con sólo 9 o 10 años “mi hija ya quitaba mesas y mi niño fregaba”.

Las anécdotas en los catorce años que estuvieron en La Parra fueron múltiples pero rememora con emoción la visita de un cónsul de Alemania y su mujer “que vinieron una noche porque no le daban de comer en Jerez”. “Quería pescado pero a esa hora no teníamos y yo le di pescado de campo”, cuenta entre risas. A pesar de no tener la comida solicitada, los pimientos asados, las croquetas, los huevos rellenos y las berenjenas que le ofrecieron fue más que suficiente para que al día siguiente el cónsul fuese a comer a La Parra con un numeroso grupo de compatriotas. “Les pusimos tortillitas de camarones y le encantaron. Me dieron 500 pesetas de la época de bote por la noche y otras 500 al día siguiente”, detalla emocionada.

“Tú comes en ‘Casa Pepa’ como comes en casa de tu abuela y pasas la tarde feliz”

En total catorce años dando de comer en La Parra “hasta que nos vinimos porque mi madre quería que aquello fuera para un varón y nos tuvimos que venir. A las antiguas hay que perdonarlas”. Este fue el motivo por el que en diciembre de 1982 nació ‘Casa Pepa’ en Madre de Dios. “Cuando yo empecé también lo hicieron la Venta Antonio, la Venta Gabriel... y veo que somos de los que hemos tenido más fortuna sin saber leer ni escribir”, asegura Pepa, quien no duda en recalcar que “a mí me gusta más la comida antigua que la moderna”. Además, “aquí se come más barato que en Madona. ¿Se dice así? Bueno, el McDonald’s”.

Tantos años entre fogones exigen mucho sacrificio pero Pepa asegura que “no ha sido complicado porque me gusta mucho. Creo que le he dado de comer a todo Jerez”. Pero ¿cuál es el secreto de tener un negocio de éxito durante 37 años? Ella lo tiene claro: “Dar buena comida y que no te devuelvan ningún plato. Nunca me han devuelto un plato, jamás en la vida, ni por salado ni por soso. Ese es el secreto y hacerlo con amor. Si no haces las cosas con amor, no llegas a ningún sitio”. Además, reconoce que para que un negocio vaya bien “tienes que querer mucho a todo el mundo y no cambiar de camareros. Este lleva 28 años conmigo y ya sabe si quieres el café largo o corto”.

Pese a los buenos momentos, los años dedicada a la hostelería también le han dejado también momentos poco agradables. Por ejemplo, cuenta con pena que la entonces alcaldesa Pilar Sánchez no acudió a su restaurante cuando la invitó por el 25 aniversario de su apertura. Además, lamenta que la calle donde está ubicado el restaurante nunca ha tenido un nombre propio. También recuerda a algunos clientes que dejaron de ir al restaurante cuando muchos obreros hicieron de Casa Pepa su lugar habitual de comida. “Un día llegó una señora y se fue. Al preguntarle el motivo por el que se iba habiendo dos mesas vacías me dijo que es que había muchos trabajadores. Yo le pregunté qué eran sus hijos porque todos no podían ser arquitectos, algunos tenían que ser albañiles”.

Con el paso de los años y la crisis, Pepa reconoce que la clientela bajó pero supieron adaptarse con menús económicos y a domicilio de entre 6,30 y 9 euros. “Hay gente que viene a comerse el primero y el segundo plato se lo llevan en un táper en casa para cenar”, explica. Pepa ya no cocina pero acude puntual cada día al restaurante para controlar todo lo que ocurre. “Siempre tengo que estar haciendo algo”, cuenta mientras enseña sus últimos trabajos de croché.

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