Jerez

"Pasé mucho miedo en mi vida por Doñana; ahora estoy tranquilo"

  • Mauricio González-Gordon descubre la turbulenta 'batalla legal' con el franquismo para salvar el Coto · Historia, anécdotas y recuerdos de cómo se consiguió preservar el parque para la posteridad

Desde el salón Don Benigno de las bodegas Barbadillo se divisa parte del centro de Sanlúcar. Y, al fondo, como telón, Doñana. Mauricio González-Gordon Díez (Londres, 1923), el patriarca de una de las principales familias bodegueras jerezanas volvió, aunque con distancia de metros de por medio, a encontrarse ayer con el Coto. En Jerez, de Mauricio padre conocemos casi todo. Su pasión por el vino es archiconocida. Se lo deberá siempre a su padre. Manuel María González era un bebé débil pero el vino le 'resucitó' y tuvo una noble y larga vejez. El vino alarga la vida y los casos de longevidad son asombrosos por estos pagos. Hizo de todo antes de incorporarse al negocio familiar. Su padre le convirtió en prestigioso enólogo pero pocos saben bien de su afición por el mundo de las aves: Miembro fundador de la Sociedad Española de Ornitología, coordinó las llamadas Coto Doñana Expeditions y recibió en 2005 la Medalla al Mérito al Medio Ambiente de la Junta. La vida de Mauricio también ha sido la vida compartida entre la bodega y Doñana, Sanlúcar, la ciudad natal de Manuel González Ángel, el fundador del negocio familiar.

Estar cerca del Coto entusiasma a Mauricio. En noviembre de 1951 pasó allí la luna de miel junto a su mujer, como su abuelo Pedro en 1877. A sus 85 años, pese a algún que otro achaque, sigue conservando ese envidiable estado de salud y sentido del humor. Ayer, ante un entendido auditorio con intereses en el parque de Doñana, volvió a asombrar con sus conocimientos. Mauricio es uno de los últimos supervivientes de aquellos pioneros que cumplieron el sueño de preservar para la posteridad las más de 200.000 hectáreas de marismas del Guadalquivir como un espacio protegido y reservado para la ciencia. Junto a él, sólo sobrevive el empresario suizo Luc Hoffman. Forman parte de esos 'salvadores' de Doñana, los primeros ecologistas. Pero hasta llegar aquí, el camino fue largo, accidentado y lleno de chinos. Y así lo rememoró ayer, justamente cuando se cumplen los cuarenta años desde la declaración de Doñana como Parque Natural.

La relación de los González con Doñana es larga; todo comenzó con la caza (la caza como motivo de conservación), pero hasta 1900 no fue cuando Pedro Nolasco González Soto, abuelo de Mauricio, fundó una sociedad de caza con los ingleses Alexander Williams, Albert Chapman y Walter Buck que compró los derechos de caza a Guillermo Garvey. En 1940, su padre Manuel María y sus amigos Salvador Noguera y el marqués del Mérito compraron a los marqueses de Borghetto la parte norte de Doñana, unas 17.000 hectáreas.

Desde entonces vinieron los problemas. El Estado trató de ejercer su derecho de retracto pero llegó tarde. Esta falta de previsión fue importantísima porque, como dijo Mauricio, "si Doñana hubiera pasado ese año a ser propiedad del Estado, se hubiera llevado a cabo la repoblación masiva con guayule y eucaliptos".

Luego llegaron más amenazas: hubo que hacer frente a las intenciones del Instituto de Colonización de comprar 6.000 hectáreas para extender las plantaciones de guayule para la obtención de caucho; al tiempo, un decreto de 1952 contemplaba la repoblación forestal de Doñana y su expropiación. "Los organismos de Agricultura -dijo el científico José Antonio Valverde, luego director de la Estación Biológica de Doñana- se creían obligados a obrar a la tremenda y Doñana y las marismas eran tierra de nadie (de unos pajaritos, se decía) y por ende, tierra conquistable".

Los abogados de los propietarios actuaron diligentemente y contrarestaron con éxito toda clase de amenazas. Luego Franco visitó Doñana con el ministro Cavestany para supervisar la plantación de eucaliptos. Franco tenía previsto transformar las ricas marismas en arrozales, plantar eucaliptos y urbanizar el litoral. Era un día de fuerte lluvia y hubo que alojar a la comitiva bajo una gran tienda de campaña. Andrés Revuelta explicó a Cavestany la necesidad de contar con unos tractores para continuar la repoblación. "Entonces, Franco, en una rara intervención de humor, se dirigió a Cabestany cuando más arreciaba la lluvia y el viento y, mirando hacia el techo de la tienda, dijo: 'Pienso que debes concederles el permiso; me temo que ahora estamos ¡totalmente en sus manos!".

Franco cedió y algo después, Valverde comenzó con los llamamientos de una petición internacional de ayuda que Hoffman canalizó hasta lograr recaudar dos millones de francos suizos, muchos mediante colectas en países nórdicos cuyos habitantes donaron fondos para salvar Doñana y sus aves acuáticas que allí invernan. Estas iniciativas cuajaron en el establecimiento de la Estación Biológica Doñana y, finalmente, en la declaración de Parque Nacional, el 27 de octubre de 1969.

Si las tierras privadas tenían que pasar a titularidad del Estado, como defendió con éxito Mauricio durante la redacción de la Ley de Espacios Naturales Protegidos, en mayo de 1975, sólo tendrían que hacerlo cuando los propietarios no hubieran alcanzado los acuerdos de colaboración con el Estado. Bajo esta idea, se propiciaba un entendimiento entre la Administración pública y la propiedad privada en materia de conservación de la Naturaleza. "Y esa filosofía es fruto de la íntima convicción de que la existencia actual de áreas naturales protegibles se debe, en gran medida, a la actuación de propietarios privados que, como mi familia, decidieron conservarlas aún en circunstancias muy comprometidas".

Finalmente, Mauricio expresó la idea que la familia contempló siempre como el mundo de la Conservación de la Naturaleza: "Destruir o desvirtuar esos parajes es como suprimir un atributo del país. Algo como prohibir al individuo humano las creaciones poéticas. Por lo mismo, así como el hombre perfecto debe ser humanamente integral y abierto a todas las manifestaciones del espítritu, así también, creemos nosotros, el Estado perfecto debe atender todas las facetas y valores que son consustanciales al armazón social y a las complejas relaciones de éste con el solar patrio".

Al final de su intervención, alguien preguntó a Mauricio por su temor sobre el futuro del parque. No se lo pensó y dijo: "Pasé mucho miedo en mi vida por el futuro de Doñana, pero ahora estoy más tranquilo, sé que está en muy buenas manos. Ahora está seguro, magnífico, como lo conocí".

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