San Bruno tiene la salvación

Una veintena de curas mayores podrán disfrutar antes de la primavera de 2010 de una residencia sacerdotal en la calle Taxdirt · Aquí, el proyecto del edificio y las esperanzas de algunos de sus futuros usuarios

San Bruno tiene la salvación
R. D. / Jerez

03 de agosto 2009 - 01:00

Como los elefantes más viejos de la manada, que buscan un lugar apacible para sus últimas andanzas, cerca de una veintena de curas mayores de la ciudad podrán habitar antes de la primavera de 2010 una residencia sacerdotal, cuyas obras finalizarán en noviembre. Y es que, desde mediados de 2005, siendo obispo de la Diócesis de Asidonia-Jerez Juan del Río Martín, fue su intención la rehabilitación del edificio que por entonces albergaba el Seminario Diocesano de Jerez de verano y fines de semana, construido en 1964 y situado en la calle Taxdirt, frente al Zoo. Un lugar al que muchos niños, ya hoy hombres, han acudido para hacer ejercicios espirituales.

El estado obsoleto de sus instalaciones aconsejaba la rehabilitación integral del edificio, no sólo renovando sus acabados sino dotando de nuevos espacios demandados por el seminario. El edificio se desarrollaba en tres plantas de altura y un pequeño semisótano, compartiendo los terrenos la Ermita del Calvario, las dependencias construidas junto a ella para sede de la hermandad que la regenta, así como los jardines del entonces seminario. Dadas las necesidades de la Diócesis, se estudió igualmente la ampliación de las dependencias religiosas con la construcción de un nuevo edificio sobre parte de los antiguos jardines, de tal modo que el edificio actual se rehabilitaría para residencia sacerdotal y el nuevo pasaría a albergar el Seminario Diocesano así como el Instituto de Estudios Teológicos, incluyendo dentro del nuevo proyecto ampliar la plaza existente frente a la Ermita, demoliendo el ala construida entre ella y el monumento al Sagrado Corazón.

Un total de 1.500 metros cuadrados cuyo objetivo es acoger a sacerdotes jubilados tras ejercer su ministerio o aquellos con alguna encomienda o servicio diocesano determinado. Más de la mitad del clero de la ciudad supera ya los 65 años.

Así, en la planta baja estarán el vestíbulo, cocinas y comedores compartidos entre los residentes y los seminaristas. La planta primera albergará una nueva capilla sustituyendo a la actual ubicada en planta baja, además de las habitaciones y dos salas de estar, una de invierno y otra de verano. Y la planta segunda se amplía para acoger nuevas habitaciones. En total son 19 dormitorios, muchos de ellos con una pequeña sala de estar, y algunos con la posibilidad de que duerma también familiares o acompañantes de los residentes.

"Los sacerdotes tendrán cubiertas todas las necesidades. Es como un hotel. Se han eliminado todas las barreras arquitectónicas y hay habitaciones que están también adecuadas a personas que requieran camilla o silla de ruedas", comenta Rafael González Calderón, arquitecto de la obra de la Residencia Sacerdotal 'San Bruno', que recibirá ese nombre "en memoria de los tan queridos padres cartujos".

Para el padre Francisco Fuego, responsable de los temas económicos de la Diócesis, esta residencia "es como un regalo para los curas de Jerez ya que celebramos este año el 150 aniversario de la muerte del santo cura de Ars, Juan María Vianney". Francisco Fuego hace un llamamiento a los jerezanos para que colaboren económicamente con las obras, que han sido financiadas en parte por el clero. El resto hay que buscarlo. "Creo -comenta Fuego- que hay que darle a estos sacerdotes todo lo que ellos nos han entregado durante años. Muchos están solos y no tienen familia y necesitan nuestros cuidados. Han entregado su vida y ahora hay que responderles. Todas las diócesis tienen su residencia y a Jerez le faltaba. Aquí no hay lujos, sólo lo necesario para ellos".

Con las obras de la residencia casi concluidas, el siguiente paso es buscar la financiación para empezar con el seminario, "algo que todavía está a la vista. A ver cómo salen las cosas", dice Rafael.

Morir de pie, como los robles. Así lo quiso San Benito y así lo quiere también el cura sanluqueño Francisco González Cornejo, de 81 años y futuro usuario de la residencia. Es párroco desde hace 55 primaveras, 12 en San Mateo, y lleva 38 en San Benito, donde comenzó dando misas en un salón del colegio Princesa Sofía, cuando no había solar ni parroquia. Empezó de la nada. Una iglesia pagada "entre amigos", como la que creó en Picadueña o en 'La Guita', y para su construcción no se cortaba en pedir a los que más tenían. "Pues sí, cuando Fermín Bohórquez tenía faenas yo le decía: aligérate, aligérate (sonríe) o con la familia Domecq, que también ha colaborado".

Entró en el seminario con 26 años, "ya mayorcito, porque quise terminar el Bachillerato y estudiar más, además de estar muy cerca de los pobres y analfabetos a través de Acción Católica", cuenta Francisco, que asegura que ha tocado todos los campos en la Diócesis, como delegado de Catequesis y secretario de canciller del ex obispo de Jerez fallecido Rafael Bellido Caro, entre otros cargos. Se ha dedicado a la formación de seminaristas durante años pero ahora, "con las goterillas de los años, es mejor que haga estas labores gente más joven y con más fuerza".

"Todo -añade Francisco- lo que he hecho afortunadamente por la Diócesis ha sido aportar". Vive solo, en una casa junto a la parroquia, desde que falleció su madre, en 1986. No le gusta vivir sin compañía y prefiere estar rodeado de otros como él. La Residencia 'San Bruno' es una buena opción. "Allí quiero seguir ayudando en la medida de lo posible. Pero hay que dejar claro que los sacerdotes no nos jubilamos, cambiamos de trabajo por algo más propio de nuestros achaques", comenta. "La realidad se impone y ahora debe acogerme la caridad de la Iglesia, pero hay que asegurarse de que nos cuide alguien que sea como un padre, un amigo y un hermano para nosotros", añade. "Es importante -dice- recibir al final de los días lo que hemos hecho toda la vida". Francisco reflexiona y dice que sólo ha mirado tres veces hacia atrás en la vida: para pedir perdón "por el daño que haya podido hacer, para perdonar si me han hecho daño y para dar gracias a Dios porque he sido y soy tremendamente feliz".

"Es nuestra salvación. Es vital esta residencia", asegura emocionado el sacerdote de Logroño Luis González Metola, "pariente de los González Salazar, sí hombre, usted debe conocer a esta familia", comenta a la periodista. Cura en Jerez desde hace 55 años, Luis también espera con ansiedad la inauguración de la residencia, aunque se muestra triste porque aún quedan seis meses para su apertura, "porque eso para mí es una tragedia, es demasiado tiempo". Vive solo en una casita en La Plata. Antes compartía vida con sus dos hermanas, Veneranda y Milagros, y un hermano sacerdote, el popular padre Jandilla. Se cuidaban unos a otros. "Ya no queda ninguno", comenta con pesar. Dice que se ha acomodado a estar solo, no se aburre nada. "Estoy bien pero tengo las limitaciones de un sacerdote solo, que son muchas. Pero hay una familia que me echa una mano, limpia, me hace la comida. Doy paseos por el parque, confieso en la parroquia de Santa Ana. Me entretengo", cuenta.

Llegó a la zona para fundar escuelas de campo, en total fueron nueve. "He tenido -apunta- más de 4.000 alumnos a mi cargo. Antes vivía mucha gente en el campo, ahora sólo los señores. Era profesor de Religión y tenía la gran misión de enseñar, santificar y dar ejemplo. La vida en el campo era preciosa".

A los 12 años Dios "me puso en el corazón ser sacerdote" y a los 24 cantó su primera misa. Luego la vida le encaminó en el sacerdocio y la enseñanza. Lleva más de cinco décadas en La Plata, "¿y para qué vamos a cambiar, si estamos bien? Además, me veo mucho con mis sobrinos, que son muy buenos conmigo".

Dice que no le gustaría morir en Logroño, prefiere Jerez, que se siente jerezano y que le encanta la "psicología del sur, es muy parecida a la de mi tierra, muy alegre". "Cuando me ponga enfermo, no quiero generar un problema a nadie. Es mejor estar en la residencia, que me cuiden y convivir con otros sacerdotes, hablar de nuestras experiencias y hacernos así la vida agradable unos a otros".

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