Separación y menores
Reflexiones sobre psicología
Los progenitores deben ofrecer un mensaje congruente y sin contradicciones
Siempre he sido más partidario de la terapia de pareja que de la mediación, es decir, he preferido siempre colaborar a la reconciliación que a la separación de un matrimonio. Sin embargo, algunas relaciones alcanzan tal grado de conflicto que pueden volverse intolerables, sobre todo para los menores. En esos casos es de tener en cuenta, ante todo el mejor interés de los hijos y tiene que prevalecer el bienestar de los mismos. Soportar una convivencia de continuas discusiones, gritos o por el contrario silencios eternos, puede convertirlos en niños tristes, desilusionados, con miedos o incluso en niños desconfiados, irritables y agresivos. Una convivencia de ese tipo, en la que no se mantienen unas mínimas normas de respeto hacia el otro, no ha de mantenerse bajo ninguna excusa y mucho menos por los hijos habidos en la relación.
Son muchos los niños que he conocido que, hartos de vivir situaciones difíciles en la familia y tratando de evitar vivir en una situación de alerta y miedo permanente, han llegado a pedir a sus padres que se separen.
Cuando este tipo de relaciones conflictivas se mantienen a toda costa, las alteraciones emocionales que aparecen en los menores influirán rápidamente en el rendimiento cognitivo de éstos, limitando su capacidad para concentrarse y memorizar cualquier texto y deteriorando entonces, tanto su rendimiento académico como su comportamiento en el aula.
Una separación bien planificada y desarrollada, puede minimizar estos efectos en el menor y ayudará a que pueda integrar todos los cambios que se van a derivar de la misma sin que conlleven especiales dificultades de adaptación.
El primer paso para facilitar un buen ajuste de los hijos a la separación es que todos estos cambios sean previsibles, que estén informados previamente y que no se produzcan de forma repentina. Esta es la mejor forma de averiguar qué pueden imaginar que va a suceder, qué les asusta o atemoriza para explicarles con serenidad cómo va a suceder todo en realidad. Es muy importante en estos momentos tener claro que para los más pequeños, esta situación no tiene en absoluto matices dramáticos y precisamente por esto no les deben ser facilitados y mucho menos por sus padres.
Ideal sería que padres responsables y de forma adulta pudieran sentarse con sus hijos teniendo ya un convenio regulador o un acuerdo sobre quién va a ostentar la guarda y custodia, con quién van a vivir los menores la mayor parte del tiempo, qué tiempo pasarán con cada uno de ellos o qué va a pasar durante las vacaciones.
Desgraciadamente son muchas las separaciones que, por distintos motivos, suceden de forma brusca, sin que se haya decidido en qué va a consistir el futuro de los niños. En estos casos, una buena opción será que los progenitores ofrezcan un mensaje congruente y sin contradicciones, sin caer en desautorizaciones o desacreditaciones recíprocas, que obliguen a los menores a tener que decidir entre cuál es la explicación más adecuada.
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