Jerez

Tertulias decimonónicas

LA tertulia es una costumbre de tanta raigambre en nuestro país como cualquiera de las innumerables tradiciones que la enriquecen, y lo es en todos y cada uno de los rincones de su dilatado mosaico geográfico. Es posible asegurar que no existe en España una ciudad o un pueblo, por apartado o pequeño que sea, que no tenga o haya tenido alguna tertulia en su casino, botica, café o salón parroquial. Las tertulias han sido en los dos últimos siglos algo tan genuinamente español, como la capa, la mantilla, el pasodoble, la siesta, los toros o el botijo. Fue y sigue siendo un culto a ese arte tan olvidado ya en las sociedades modernas de disfrutar del tiempo y compartir unas horas de grata e ilustrativa conversación. No debemos confundir una tertulia tal y como mandan los cánones de la tradición con una simple reunión de amigos que charlan en un bar. Una verdadera tertulia debe estar regida por unas normas, ya sean escritas o no, siendo imprescindible que haya sido fundada previamente. Clara referencia son aquellas que gozaron de renombre en el Cádiz de las Cortes, como la de la marquesa de Pontejos, aquella bella dama que inmortalizara Goya en un lienzo; o la de la gaditana Frasquita Larrea, madre de la insigne escritora Fernán Caballero y que tan fielmente recreara Benito Pérez Galdós como doña Flora en la novela Cádiz de sus Episodios Nacionales; y como no, la de la jerezana Margarita López de Morla, hermana del conde de Villacreces con el que tuvo que refugiarse en Cádiz ante la llegada de los franceses a nuestra ciudad y que acabó sus días en un manicomio de Toledo. Dama culta y exquisita de talante liberal, de la que se cuenta que su encanto personal suplía con creces a su falta de belleza. Tertulias románticas que de alguna manera quedaron inscritas, no sólo en aquel Cádiz del XIX, sino en la propia historia de España.

Es en 1830 cuando encontramos la primera referencia a una tertulia literaria celebrada en Jerez. La misma tenía lugar en una de las tres librerías existentes en nuestra ciudad por aquel entonces, y se ubicaba en la esquina de la calle Francos con Tornería, siendo propiedad de un señor llamado Joaquín Portillo domiciliado en la calle Juan de Abarca.

Allí se reunía cada tarde una tertulia que congregaba a los numerosos amigos de don Joaquín, algunos de los cuales fueron personajes muy destacados de la vida local. Entre otros, podemos encontrar a un prestigioso médico llamado Juan A. Ferrán Fabra o el presbítero José María Mariscal Rivero, un sacerdote protegido y promocionado por el Papa Pío VII. También eran asiduos contertulios los señores Esteban González del Castillo y Juan Manuel González Fernández. El primero era jefe local del partido progresista, llegando a ser alcalde de la ciudad entre 1.840 y 1.843. Se da la circunstancia de que ambos fueron los albaceas testamentarios de Juan Sánchez de la Torre, un riquísimo cosechero natural de Ruiloba (Santander) que había sido director y capataz mayor de las bodegas de Pedro Domecq, al que la historia lo conoce más por haber sido fundador del Instituto de Humanidades, y que dada la gran amistad existente con los anteriores y su profunda preocupación por la cultura, es posible asegurar que se contaría entre los asiduos. Una tertulia que no acabó bien para el librero, ya que fue condenado a un año al exilio al ser la misma acusada de afín al partido Carlista

A partir de mediados del siglo XIX encontramos en Jerez varias tertulias que tienen lugar en domicilios de personajes de reconocida trayectoria cultural. Una de ellas era la que se celebraba en la casa de don José Adorno y Fuertes, marqués de Alboloduy. Estaba situada dicha casa en la Alameda de Cristina, el mismo lugar donde hoy se ubica el aparcamiento subterráneo del Mamelón, casa que fue vendida posteriormente al marqués de Salobral su último propietario. En el mentado domicilio se reunía a menudo una tertulia literaria de la que su anfitriona era la señora marquesa. No hemos podido saber quiénes eran los asiduos de dicha tertulia, lo que sí sabemos es de la gran afición de la marquesa de Alboloduy al teatro, tanto, que en su casa existía un salón con un pequeño escenario donde se hacían representaciones teatrales privadas, algunas de ellas con tanto éxito, que hasta llegaron a tener repercusión en la prensa local, por lo que es de suponer que el arte de Talía fuese el tema central de conversación entre los contertulios.

En la misma Alameda de Cristina otra tertulia tenía como escenario uno de los más bellos palacios de la ciudad, me refiero al antiguo de Montana. En la época que nos ocupa dicho palacio era la residencia de Pedro Domecq Lambeye, el primero de la saga de este apellido afincado en Jerez, el cual lo adquirió en 1855 al Cabildo Colegial que a su vez lo había recibido por herencia del marqués de Montana. A la muerte de Domecq Lambeye un hijo natural llamado Juan Pedro de Aladro Kastriota heredó parte de su fortuna y también el palacio. Aladro, hombre de refinados gustos, fue amigo personal del rey Alfonso XII, cónsul de Francia y Legión de honor de ese mismo país, ocupando importantísimos cargos en diversas embajadas españolas. Descendiente por vía materna de Jorge Kastriota, héroe de la independencia de Albania, fue proclamado por este pueblo como heredero legítimo a la corona, por lo que en el empeño de liberar ese país del dominio turco gastó gran parte de su vida y su fortuna sin conseguirlo. Pues bien, en las temporadas que Juan Pedro Aladro permanecía en Jerez tenemos noticias que cada tarde se celebraba en su palacio una tertulia a la que concurrían muchos de sus amigos, entre los que se encontraban personajes tan relevantes de la vida jerezana como su primo Pedro Domecq Loustau, su vecino el marqués de Alboloduy, el rico comerciante de ganados Juan García de Leanis apodado "el Cabezón" o el magnífico y afamado acuarelista José Carlos Górdon entre otros.

Otra tertulia también del último tercio del XIX fue la denominada, "El Martillo". Tenía lugar en la calle Larga, concretamente en el Casino Jerezano, edificio hoy sede de Unicaja. Congregaba la misma, a personajes tan destacados como el profesor Manuel Bellido, a la sazón director del Instituto de Enseñanza Media y autor de un bellísimo romance histórico dirigido a niños titulado Glorias Xerezanas, así como su íntimo amigo, el insigne historiador local y archivero municipal Agustín Muñoz Gómez, ambos figuran además como miembros fundadores del Ateneo jerezano en el año 1897. Artistas de la talla del pintor sevillano afincado en Jerez y especialista en temas religiosos Rafael Losada, el acreditado comerciante en antigüedades Francisco Casas Pellicer o el italiano Lorenzo Lombardini Riella, cultísimo personaje que se había asentado en la ciudad pocos años antes, completaban este interesante grupo tertuliano. Los temas históricos y los artísticos primaban en los animados coloquios de esta tertulia, la cual llegó a hacerse muy popular entre los numerosos socios del Casino.

No he podido encontrar datos referentes al horario y frecuencia de sus reuniones, aunque es muy posible que cómo las demás tertulias de la época, se celebrase cada tarde sin excepción. También he tratado de averiguar a qué debe su nombre, pues el mismo me llama la atención, máxime si tenemos en cuenta que difícilmente encontraremos en ese tiempo una tertulia con denominación propia, salvo que la misma aluda al lugar de celebración o a su anfitrión. Por último, dejar constancia de la existencia en la época aludida de una tienda de objetos antiguos en la calle Larga denominada "El Martillo". Con igual nombre nace en ese mismo tiempo un periódico semanal publicado por el gremio de toneleros. También una imprenta ubicada en la calle Arboledilla lleva este título. Es posible que la denominación de esta tertulia guarde relación con alguna de estas entidades, circunstancia que no he podido comprobar.

Ahora cambiemos de escenario que no de calle y vayamos a una rebotica. Escasas son las farmacias que quedan en Jerez que conserven el primitivo y evocador estilo del novecientos. La más bella de todas fue sin lugar a dudas la que existió hasta 1972 en el desaparecido Hospital Municipal de Santa Isabel, hoy expuesta como museo en las dependencias del palacio de Villavicencio del Real Alcázar. Aparte de ésta, hoy sólo subsisten la antigua de González Rojas en plaza del Arenal y la conocida tradicionalmente como Farmacia Cafranga en el nº 28 de la calle Larga. Ambas con buenas estanterías de madera tallada y magnífico botamen guardan aún el instrumental propio para la elaboración de fórmulas magistrales tales como jaraberos, autoclaves, balanzas, estufas, alambiques, retortas y balanzas. Todo un arsenal conservado celosamente a través de los años a pesar de las grandes transformaciones sufridas por este sector durante el último medio siglo. Y es precisamente en la rebotica de Cafranga donde encontramos a finales del siglo XIX que nos ocupa una interesante tertulia bajo en anfitrionazgo de su entonces titular, el licenciado Tomás Cafranga y Vega. Allí se reunían a diario interesantes personajes, entre otros el hacendado comerciante Rafael García del Salto, el prestigioso abogado Juan J. Velarde Beigbeder o Toribio Revilla San Millán. Estos dos últimos llegaron a ser alcaldes de la ciudad, el primero entre 1.892 y 1.894 y el segundo entre 1894 y 1895, por lo que es de suponer que, en aquellos agitados tiempos, la política podría ser el tema favorito de conversación en este corro tertuliano. Pero en fin, como se nos acaba el espacio disponible, en próximos artículos iremos contando más cosas sobre este interesante tema de las tertulias jerezanas.

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