Viejas supersticiones locales
Jerez, tiempos pasados
Girar una silla o un paraguas era signo de alguna desgracia. Tocar una maleta de un soldado o ver dos monjitas de cara por la calle traía buena suerte. Dormir en una cama con los pies hacia la puerta era señal de que se moriría en esa misma casa. El vino que se derrama trae buena suerte, si se pasa la mano mojada del mismo por el cabello
Dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua que superstición es la “creencia extraña a la fe religiosa y contraria a la razón”; y también que es la “fe desmedida o valoración excesiva, respecto de algo”. De ambas maneras se define lo que es superstición, siendo supersticiosos aquellos que creen ciegamente en tales cosas, sin que posean base científica alguna para poder sustentar tales creencias. Tradicionalmente, se consideraba que los supersticiosos eran gente de poca cultura y faltos de formación religiosa.
Afortunadamente, esas creencias parece que se han ido perdiendo en los últimos tiempos, siendo ya muy pocas las personas, por muy analfabetas que sean, que siguen manteniendo tales vulgaridades; aunque todavía haya quienes guardan una herradura detrás de la puerta o una pata de conejo, colgada en el llavero; que huyen de un gato negro o se niegan a pasar por debajo de una escalera. Pero, como ya digo, son muy escasas las personas que continúan guardando tales absurdas costumbres, muchas de ellas heredadas de sus antepasados.
De los tiempos de Maricastaña vamos hoy nosotros a desempolvar algunas de estas viejas creencias, siquiera sea tan solo a titulo de mera curiosidad.
Por ejemplo: traía desgracias hacer girar una silla, sobre un de sus patas. También girar un paraguas o abrirlo dentro de la casa. Por el contrario, traía buena suerte tocar una maleta de la mano de un viajero, especialmente si se trataba de un soldado; o pasar la mano por una joroba. Mucha gente hacía esto con un cupón de los ciegos o una participación de lotería. Ver paja era también señal de fortuna y si picaba la palma de la mano, señal segura de que pronto se cogería dinero.
Dormir en un cama con los pies hacia la puerta era señal de que la persona que tal hiciese moriría en la misma casa. Cuando se caía algo que se llevara en las manos, era señal de que alguien estaba hablando de uno; al bostezar se debía hacer la señal de la cruz sobre la boca, para que no entrara el demonio en el cuerpo. Si se derramaba el salero, traía desgracias; pero si era vino lo que se derramaba, señal de buena suerte, siempre que se mojaran los dedos en el vino esparcido y se pasase la mano por el cabello, diciendo “buena suerte”.
Encontrarse por la calle dos monjitas de cara, también era señal de buena suerte. Igual ocurría si uno se ponía, impensadamente, una prenda o los zapatos del revés. Pero nada peor que ver un tuerto o un bizco, que eso sí que traía muy mala suerte; por lo que había que tocar inmediatamente un hierro o algo metálico, aunque fuera la hebilla de la correa, para deshacer el mal fario.
De las que aún prevalecen, recordaremos la imagen o estampa de San Pancrasio que hay o había en muchas casas —especialmente en la cocina— al que nunca le debía de faltar una matita de perejil, para que en ese hogar nunca faltara el dinero. Pero la imagen del santo debe ser robada y no comprada o adquirida de otra manera. Otro santo al que no le faltaban nunca los devotos era San Judas, el que tiene un altar en San Francisco, al que si algo se extraviaba se le rezaba una novena y pronto aparecía.
Otras viejas supersticiones nos hablan del pan que cae al suelo, al que hay que besar antes de comerlo, ya que el pan se considera un manjar bendito”. Jesús, José y María” o, simplemente “Jesús”, se solía decir, y aún se dice, cuando alguien estornuda. Y ¿quién no sabe que para tener buena memoria se debe comer palillos de pasa? O que para que pase un dolor de muelas hay que colgarse al cuello una guita con siete nudos. Beber antes de comer siempre se ha creído que quita el apetito. Y una creencia gitana bastante curiosa: Para que un niño salga buen cantaor hay que cortarle las uñas, recién nacido, por vez primera, detrás de una puerta; pero quien haga tal operación debe ser persona ajena a los padres, aunque de bastante relieve en su entorno familiar. Y ya que estamos con recién nacidos, si se le pone bastante sal a aun niño en la pila del bautismo, este será “salao”, o lo que es igual, persona grata y simpática, cuando sea mayor.
Y creencias que aún subsisten son las ya más extendidas en medio mundo de que se le vaticina abundancia de bienes a los desposados a los que se les arroja arroz, al salir del templo. Vieja costumbre ésta, a la que últimamente se le ha añadido una lluvia de pétalos de flores multicolores. Y en relación con las bodas, se cree que se casan antes las muchachas que reciben un alfiler blanco del velo de la nueva desposada y también —esta costumbre es universal— la que recibe el ramo de la novia, que debe arrojarlo hacia detrás, por encima del hombro.
En relación con los antojos, el nuevo hijo llevará la marca del objeto deseado, generalmente una fruta, allí donde la embarazada se toque o se rasque primero. Una cuna vacía no debe nunca mecerse, ya que el niño que duerme en ella puede morir pronto. Tampoco se debe mirar a un bebé dormido, porque le traerá desgracias. El hipo se les quita a los niños de pecho, poniéndole en la frente, pegada con saliva, una pelotita hecha con una hilacha de lana de la mantilla en la que esté envuelto. Pero, para quitarle el hipo a una persona mayor, este desaparecerá dándole unas palmaditas en la espalda. Mientras que para curar a un tartajoso lo mejor será darle un buen susto.
Si una mujer soltera enseña los encajes de las enaguas por debajo del vestido, será señal de que busca novio. Otra creencia es que cuando una mujer que tiene la regla toca una flor ésta se marchita. Una mariposa volando anuncia buenas noticias. Por otro lado, las golondrinas deben respetarse porque son aves sagradas, ya que le quitaron una por una las espinas a la corona de Cristo.
Si un perro aúlla o un gato maúlla, anuncian desgracias en la casa donde habitan.
Ver una bicha o culebra, trae mala suerte y si a un supersticioso se le hace un garabato en la espalda, con un dedo, creerá que se trata de una bicha y comenzará a dar saltos y a sacudirse con las manos, como un desesperado, en medio de gritos y maldiciones.
Hasta aquí una buena sarta de supersticiones o viejas y curiosas costumbres de nuestros antepasados. Unas eminentemente locales, propias de nuestra gente, y otras más conocidas y extendidas en lejanos lugares, que de una forma u otra llegaron hasta nosotros. Aunque, como digo al principio, hoy han desaparecido la mayoría de ellas y otras se encuentran en vías de desaparecer; puesto que cada día son menos los supersticiosos que existen; porque le gente está hoy más formada y mejor educada; lo cual quiere decir que los jerezanos ya no suele creer en lo que muchos, la mayoría, han tenido siempre por verdaderas y absurdas tonterías, propias de personas mal formada y carentes de cultura.
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