La acertada decisión del gañán Joselito

La historia del padre que decidió abandonar el campo para procurarles a sus hijos un porvenir en la ciudad Una rápida mirada a la campiña del pasado siglo, un mundo distinto

Vendimiadoras, durante una juerga.
Vendimiadoras, durante una juerga.
J.p.s. Jerez

03 de marzo 2013 - 01:00

Si no hubiera nacido en el duro campo, entre gañanes y miseria, la vida hubiera sido más generosa con Joselito. Lo merecía.

Antes que nada: ¿Por qué tanto jaleo con Joselito?, ¿quién es ese Joselito? Joselito es un hombre de triste vida al que le tocó vivir en un mundo distinto, el mundo del campo, el trabajoso campo, tan cerca y tan lejos. Rafael Flores García lo conoció hace treinta años en un hogar de jubilados de La Asunción. Con la cabeza en su sitio a los 90 años, Joselito le desgranó su existencia entre tarde y tarde. Rafael guardó todas esas vivencias esas tres décadas y ahora las ha sacado a la luz en un libro que ha llamado 'Joselito, el gañán de punta'.

Como otros muchos, Joselito no tuvo niñez. Con seis años ya cuidaba cerdos pero una curiosidad e inquietud tempranas le invadieron. Aprendió el catecismo solo oyendo a los demás; otro día encontró un lote de libros tirados en la basura. No lograba descifrar nada y tuvo que pedir ayuda al bueno de Antonio, un comprensivo guardia civil que le inició en la lectura.

Seguimos en la finca 'El Cubanito', una enorme hacienda de sesenta kilómetros cercana a Jédula. Hijo de Francisco, hombre muy aficionado a la bebida, y de Juana, que se desdobla con sus hijos para cubrir el vacío paterno. En 'El Cubanito' llegó al mundo ese niño despierto y avispado. Y que un gañán supiera leer y escribir en pleno páramo era rara habilidad entonces. El cura se enteró y le quiso poner camino del Seminario. Pero Juanito volvió con los cerdos.

"Sus hermanas, con 12 y 13 años, guapas y esbeltas las dos, ya esculpían formas en sus cuerpos. Un día, la casera del cortijo, bastante alcahueta por cierto, dijo a la madre si quería que las niñas entraran en el servicio de la casa del pueblo del señorito", ya sabía lo que habrían de hacer. De vez en cuando, devolvían a las chicas con barrigas y, entonces, era la misma alcahueta la que le buscaba algún gañán que tenía a mano.

Joselito creció. Ocupó mayores responsabilidades y la enfermedad de su padre le 'ascendió' a gañán. Todos se asombraban con sus conocimientos del campo. Fue entonces nombrado 'gañán de punta', auténtico artista del arado, que es el que marca la besana llevando el surco lo más derecho posible e impone el ritmo de trabajo, cuestión algo penosa.

El tiempo pasa. Joselito cumple el servicio militar y vuelve al cortijo. Es nombrado manijero, que asiste atónito a la compra de una máquina de trillar. "Una máquina -cuenta- que decían los anarquistas que eran 'quitabrazos', hasta el punto de que, por las noches, hubo que colocar dos escopeteros para mantenerla a salvo de las quemas".

Luego asistió a la época de los años 1923 a 1930. Fueron los años gloriosos del campo. 'El Cubanito' puso más hectáreas en explotación y todo marchaba sobre ruedas. Y cuando más tranquilos y felices estaban, llegó la guerra civil. Los señores se refugian en Tánger y encomiendan a Joselito la dirección de la hacienda.

En 1938 vuelven los amos. La finca sigue funcionando y a Joselito, ya casado y con cuatro hijos, vuelve a asaltarle la idea de dejar el campo para vivir en la ciudad, en Jerez. "Sabía que si seguía allí, nunca iría a la ciudad y no quería para sus hijos esa vida del campo por aquel entonces, tan dura, durísima". La familia llega a Jerez y Joselito queda maravillado por lo que ve a su paso. Se instalan en una destartalada casa. Joselito consigue un empleo en la albañilería mientras sus hijos, ya adolescentes, se colocan. Uno, de aprendiz en una carpintería de la calle Ancha, otro de meritorio en una bodega de la calle Merced.Y las niñas entran a trabajar en un taller de costura, en Juana de Dios Lacoste. Más adelante, se mudaron a una casa de La Asunción, muy cerca de donde un día, hace ahora treinta años, lo conoció Rafael. Joselito lo predijo al llegar: "Ya estamos en Jerez. Las cosas van a cambiar mucho".

El relato de Joselito es una deliciosa y triste vuelta atrás a la campiña de hace un siglo. Con enorme perfección, Joselito describe -como en el saber de las cosas- la penosa situación de los campesinos de hace un siglo, la gañanía, la forma de vida y personalidad de los señores, su mansión y casa recreo de Sanlúcar, sus costumbres, cuitas y abusos.

A lo largo de las cerca de doscientas páginas de 'Joselito, el gañán de la punta' hay descripciones muy curiosas: La juerga en la celebración de la onomástica de san José, el trasiego de bestias a la feria del Ganado, el trabajo en la cocina de la gañanía, la fabricación de quesos de cabra y oveja o la detalladísima exposición, paso a paso, de una matanza en la hacienda.

Después de aquellas charlas, pasaron treinta años hasta que conocimos a Joselito. Y, ahora, de Joselito y los suyos, jamás se ha vuelto a saber.

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