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Adelaida Arcas, una jerezana con nombre propio

  • Ha ejercido como farmacéutica en Madrid durante más de treinta y cinco años y ha sido el alma máter de las reuniones de jerezanas de la diáspora en la capital de España

Adelaida Arcas de los Reyes, en una pasada reunión de las 'Jerezanas de la Diáspora', encuentro del que es impulsora.

Adelaida Arcas de los Reyes, en una pasada reunión de las 'Jerezanas de la Diáspora', encuentro del que es impulsora. / Alberto Morales

Personalmente, tengo una especial admiración por todas aquellas mujeres que han podido compaginar ser madres de familia con tener una vida laboral autónoma. Esa dualidad sigue entrañando, hoy en día, lamentablemente, enormes dificultades, pero no son comparables a las que tuvieron que afrontar las mujeres que, como nuestra protagonista, decidieron ser profesionales sin renunciar a su familia, hace ya algunas décadas, en la España de la Transición. Y ese es el caso de Adelaida Arcas de los Reyes.

Como cuenta esta jerezana, tanto ella como sus hermanos tuvieron la fortuna de que sus padres -adelantados a su tiempo– les dejaran como herencia a cada uno de ellos la oportunidad de ser universitarios. Y Adelaida no lo desaprovechó.

Tras cinco años de estudios en la Universidad de Granada, se licenció en Farmacia. Pero en cuanto terminó, como muchas mujeres de entonces, se casó con el que era su novio y que acabó siendo durante toda su vida, tal y como dice ella “un maravilloso compañero de viaje” –el recordado periodista y habitual de las páginas de nuestro Diario– Alejandro Daroca Bruño.

Consecuencia de las obligaciones laborales de Alejandro, pronto, Adelaida tuvo que dejar Jerez e instalarse en Colonia (Alemania). Allí, mientras que su marido dirigía un periódico destinado a la inmigración europea, ella estuvo dando clases de Química y Biología en la Casa de España.

Después de varios años en Alemania, Adelaida y Alejandro volvieron a España y se instalaron, nuevamente por las obligaciones laborales de aquel, fuera de nuestra tierra, en esta ocasión, en Madrid. Pero Adelaida no dejó de trabajar.

Como ella cuenta, “mi madre siempre me insistió para que trabajara y fuera una mujer autónoma, y así lo hice”. Siguiendo los sabios consejos maternos, nuestra paisana comenzó a trabajar en el Hospital Militar situado en la calle Isaac Peral de la capital, para después de un tiempo de ahorros y esfuerzos dirigir su propia farmacia o, como a ella le gusta decir, “la botica”.

Para Adelaida estar al frente de su propio negocio, y compaginarlo con su vida familiar, fue un absoluto reto que superó con creces. Durante más de treinta y cinco años, hasta su reciente jubilación, esta jerezana dio consejos y remedios sin dejar nunca de lado su acento andaluz ya que, como ella cuenta con lógico orgullo, “pienso, hablo y siento en jerezano” a muchos madrileños que acudían a su farmacia, situada en una de las zonas populares de Madrid.

Y, precisamente, haber sido una “farmacéutica de barrio” es de las cosas que más satisfacción le producen a nuestra protagonista ya que así, pudo, como ella cuenta, “tener un trato directo y cercano con todos los que acudían a la botica”.

Lo que nunca olvidó Adelaida fue su Jerez. Y lo ha demostrado. Como ella cuenta, “yo nací en Jerez en mi casa, me eduqué en la Compañía de María y siempre me he sentido vinculada a mi tierra”.

Y este amor por nuestra tierra se lo inculcaron, Alejandro y ella, a sus tres hijas, ya que, aunque educadas en Madrid, fueron bautizadas, hicieron su Primera Comunión, se han casado e incluso alguna ha bautizado a su hija en la iglesia de San Dionisio, de nuestra ciudad.

Y como regalo por sus bodas de plata con Alejandro, ambos decidieron comprarse un piso en Jerez, al que acudían en cuanto podían, para ayudar a que sus hijas reforzaran su lazo con nuestra ciudad, y que ellos pudieran recargar las pilas de jerezanía.

No se puede dejar de mencionar el trabajo que Adelaida -adicionalmente a los de madre, empresaria y trabajadora- asumió durante décadas, siendo el alma máter de las “Jerezanas de la Diáspora” en Madrid, y trabajando junto con otras paisanas, para que decenas de mujeres de nuestra tierra pudieran congregarse al menos una vez al año en Navidad en torno a nuestras costumbres, villancicos y pestiños.

Como ella cuenta, “un grupo de jerezanas que empezamos a reunirnos año a año primero en un bar que se llamaba “Aquí Jerez” y ya luego pasamos por distintos sitios: Los Borrachos de Velázquez, la Gran Peña, la Giralda y últimamente en La Quinta, de Diego Gil; para al menos tomarnos un pestiño, entonar el “tin, tin Catalina”… y sobre todo para las que no podían ir las Navidades a Jerez era una fórmula para sofocar la melancolía por nuestro pueblo”.

Es un verdadero placer conocer jerezanas con la fuerza de Adelaida. Sus hijas, su gran orgullo, conforman la cuarta generación de mujeres en su familia que trabajan y son independientes. Ellas tres, todas universitarias, pueden llevar a gala la herencia de su bisabuela, maestra de escuela, su abuela, Josefa de los Reyes –primera mujer médico de Jerez– y también, aunque su tremenda modestia le impida reconocerlo, de su madre, Adelaida, un ejemplo de trabajo, formación -aunque ya jubilada asiste a clases universitarias de Historia- y familia, sus, como dice, “únicas premisas en la vida, lo demás es aleatorio”. Toda una jerezana con nombre propio.

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