"En el baile no hay engaño, lo que es de verdad, es de verdad"

ana maría lópez. maestra de baile

Aunque prefiere estar siempre en segundo plano, su amor por el flamenco le hacen ser una persona admirada por artistas y amantes del baile, en Jerez y fuera de él.

"En el baile no hay engaño, lo que es de verdad, es de verdad"
Fran Pereira

05 de noviembre 2017 - 09:17

Por el descansillo de la Peña Los Cernícalos desfilan, en apenas media hora, alumnas de varias nacionalidades. Es como una especie de torre de Babel del baile. Todas buscan a una de las maestras por excelencia del baile jerezano, que a día de hoy sigue siendo considerada y venerada casi como un icono. Hablamos de Ana María López.

-Por lo que veo usted siempre tiene gente queriendo aprender...

-Sí, de eso no me puedo quejar y más como está hoy día la cosa con todo el mundo dando clases. A mí no me falta el trabajo.

-¿Cuántos años lleva dando clases?

-Si te digo la verdad, he perdido hasta la noción del tiempo, no me acuerdo, pero sí que hace ya bastantes años.

-Hay mucha gente que a usted sólo la ha conocido como maestra de baile...

-Sí y es cierto. Yo empecé muy jovencita porque mi madre no me dejaba bailar, ya se sabe cómo eran las cosas hace tiempo... Llegó un momento en que me aburrí porque no podía bailar en ningún sitio y lo dejé. Entonces, conocí a mi marido y fue él quien me volvió a animar.

-¿Y cuándo llegó la docencia entonces?

-Pues cuando me dejaron un pequeño local donde yo vivía, en la calle Bulería, en Icovesa. Allí fue donde di mis primeras clases a los niños y niñas del barrio y allí estuve hasta que conocí a Antonio Benítez y me propuso que me fuera a dar clase a la peña Los Cernícalos. Y aquí sigo...(risas). Esta es como mi casa.

-¿Todo el mundo sirve para dar clases?

-Yo creo que no, eso es algo que uno debe tener dentro, es algo natural. En mi caso, a mí siempre me ha gustado dar clases a los niños, siempre ha sido algo que me ha atraído, más incluso que a los mayores.

-Pero los niños de hoy no son los de antes...

-Eso es verdad. Antes había una afición que ahora no hay. Hoy los niños son diferentes. Aquí vienen y se ponen a mirar el móvil para entretenerse, a veces es como si no les interesara. No ocurre con todos, pero sí con una gran parte. Tienen como otras preferencias. Vienen a aprender, sí, pero de otra manera. Antes, en cambio tú ponías a cuatro o cinco niñas de la misma edad y se mataban, entre comillas, por demostrar quién bailaba mejor. Había una competencia que ahora no hay.

-¿Y a qué se debe eso?

-No lo sé, supongo que a la sociedad, a los móviles...

-¿Y se ha perdido la chispa?

-Del todo no, afortunadamente. De vez en cuando algún niño o niña e incluso gente mayorcita te sorprende, pero los menos.

-¿En qué se fija cuando ve a alguien que tiene algo diferente?

-Eso se nota en su actitud, ese querer hacer y esa gracia en el cuerpo. Cuando hay algo, eso se ve en el primer día, no te hace falta más. Con eso es suficiente para darte cuenta lo que puedes sacar de él o de ella. Yo considero que una buena profesora es la que coge a una alumna y le saca lo máximo. La estudias y ves por dónde puede ir. Es igual que en la escuela, y de eso una se da cuenta de principio. En el baile no hay engaño, lo que es de verdad, es de verdad.

-Y cuando va a ver a un bailaor o una bailaora, ¿en qué se fija?

-Me fijo en la calidad y en el sentimiento que pone porque hay mucha gente que baila muy mecánico y eso se nota. Para mí, un baile no puede estar tan estructurado como se hace a veces. Eso de 'aquí me cantas, aquí te callas...'. Al cante no se puede parar y si se le para, mal vamos.

-¿Ese es el gran problema que hay hoy en el baile?

-Yo creo que sí. Hoy día está todo muy organizado, muy montado y a veces al cante no se le da la libertad que necesita a la hora de bailar. Estoy de acuerdo que hay que prepararlo y montarlo, pero siempre dando libertad al cante. Yo he escuchado y he visto a un cantaor haciendo una letra por soleá y a lo mejor se le está pidiendo al muchacho que se pare en un momento en el que el cante no se pide que se pare. Eso para mí es un error porque la bailaora tiene su tiempo para bailar, no hace falta que se corte el cante.

-Eso antes era impensable...

-Pues sí, el cantaor cantaba a su aire, no tenía por qué cortar tan tajante. Si se hiciese así todo quedaría más bonito, por lo menos para la gente a la que nos gusta el cante. No hay que olvidar que el cante es el rey, sin cante no hay nada. Lo demás, la guitarra, la caja...vienen después. Aunque los guitarristas dicen que no, que es un instrumento que acompaña. Pero para mí el rey es el cante. Yo he escuchado a Agujetas cantar solo en el bar (señala el ambigú de la peña) y no le hacía falta nada. Eso ya se ha perdido.

-En todo el tiempo que lleva dedicándose a enseñar, ¿de qué se siente más orgullosa?

-Pues de que la gente que pasa por aquí va teniendo mucho compás cuando baile, que no es fácil, porque todo el mundo no tiene compás cuando baila. Yo soy muy pesada, lo reconozco, hasta con la gente que viene a aprender lo básico, es decir, gente que quiere aprender a dar una pataíta en una fiesta. Hasta con ellos soy exigente, y además siempre procuro que de vez en cuando haya guitarra y que de cuando en cuando venga un cantaor para que no se asusten cuando vayan a una fiesta. El problema es que aprender, aprenden en cualquier sitio, pero no saben ni salir ni meterse. ¿Cómo es eso? Entonces no sabes bailar. Si tú no sabes ni entrar ni salir, tú no sabes bailar. En eso hago mucho hincapié. El cante tiene unos pocos de momentos para poder salir, hay que saber escuchar y elegir bien la situación.

-A mí personalmente me sorprende un poco su situación. Me explico. Para la gente de fuera Ana María López es un icono, un ídolo, y sin embargo, para los de Jerez no tanto. ¿Por qué?

-(Risas). Porque nunca he sido una mujer de medios de comunicación, he bailado porque es mi pasión. Hay artistas que cuando salen a América o Japón lo hablan en la prensa para que se conozca, pero yo no. Yo he ido veintidós veces a Japón y casi nadie lo sabe. A mí lo que me llena es estar aquí dando clases, prefiero estar en la segunda fila.

-A veces, por circunstancias, hay alumnos que no se acuerdan o no quieren acordarse de sus maestros. En su caso, ¿qué opina de eso?

-Bueno, la mayoría de los alumnos que he tenido se acuerdan de mí y no han olvidado de dónde han salido. Otros no, está claro, pero es su problema, no es el mío. Yo por lo menos no le guardo rencor por eso, entre otras cosas porque ellos saben que yo le he enseñado. Que no me mienten, no me preocupa, ellos saben que he luchado por hacerles ver que lo podían hacer bien.

-Una vez me acuerdo que me dijo que una de las alumnas con las que más se sorprendía, y eso que ha tenido, ha sido Mercedes Ruiz...

-Bueno, Mercedes era una alumna fuera de lo normal, era especial. A ella le sonaban los pies tan limpios como a mí y aprendía en un día una serie de pasos mientras que los demás tardaban tres días. Y encima, te pedía más. Recuerdo que tenía un mantoncillo, se lo quitaba, bailaba y luego lo cogía del suelo y se lo ponía. Eran cosas de artistas. Luego me preguntaba, ¿qué te parece esto Ani? Y a mí se me caía la baba. Ella ama el flamenco, como me pasa a mí, y por eso creo que me comunicaba tan bien con ella.

-Es que por aquí han pasado tantos...

-Sí, y yo estaba encantada con todos, porque en esa época estaban también alumnas como Manuela Núñez, Rocío Marín, Esther Aranda, Patricia Ibáñez, Juan Tejero, Irene Carrasco...Recuerdo que Manuela Núñez era una niña preciosa bailando, y Juan Tejero igual, Rocío Marín tenía mucha chispa, Patricia Ibáñez, mucha elegancia....

-¿Por qué no hay ahora esa 'Semilla flamenca'?

-No, no, no...Ahora hay algunas niñas que sí, pero esa Semilla Flamenca que yo tuve, creo que no la voy a tener más. Para que eso ocurra hay que darse una serie de circunstancias. Como he dicho antes, aquellos niños competían, tenían amor al flamenco, y ganas de aprender y hacerlo bien.

-¿Se ha imaginado alguna vez que hubiese sido de Ana María López si no se hubiese dedicado al baile?

-La verdad es que no. Soy feliz con lo que hago, siempre lo he sido. Ahora bien, sé que poco a poco tendré que ir dejando cosas, pero me cuesta tanto...Comprendo que el tiempo y la edad pasan, pero afortunadamente me siento bien y sigo ahí. A lo mejor a veces delego un poco en Esther (Aranda), y yo taconeo menos (risas).

-Desde que se dedica a enseñar, ¿se ha quedado gente en el camino que por condiciones podía haber sido alguien en el baile?

-Muchísima gente. Mira, hay un chico que se llama Manuel Aranda, que es sobrino de Esther, y que lo ha dejado, pero estoy convencida de que tiene unas condiciones y un futuro buenísimo. Así me he encontrado con muchos. Me acuerdo ahora de Manuela Núñez, que era increíble. Tenía un baile muy gitano. Era fullera de pies, pero no importaba porque a mí me quitaba el sentío. Tenía que hacer una cosa y la hacía de tal manera que no podías decirle que estaba mal. Luego ya fue madre y bueno, la vida se complica.

-Ahora tiene a su hija, es curioso lo de las generaciones...

-A veces lo pienso y me hace mucha ilusión, porque tuve en su día a su madre y ahora tengo a Triana. También te das cuenta de que el tiempo pasa y te haces mayor (risas).

-¿Hay futuro entonces en el baile de Jerez?

-Yo creo que sí, tengo, como he dicho a Triana, a Rocío Carrasco, a una chica que se llama Claudia que tiene cosas, y ya más pequeñas tengo a Alba. Esto no para.

-Hace poco se presentó el Festival de Jerez y se hablaba de una internacionalización del baile. Eso para usted no tiene secretos...

-Sí, afortunadamente, viene mucha gente de fuera y de países diferentes. También me hace gracia que vengan guitarristas de todos los sitios a buscarme, y a veces se juntan ahí tres o cuatro. A la gente de fuera hay que darle su sitio, hay que enseñarlos a que toquen la guitarra, a que toquen las palmas...Tú no puedes tener una clase cerrada sin que entre nadie. A mí me gusta abierto, por eso estoy en una peña.

-Pero es una realidad esa internacionalización de la que se habla...

-Creo que todavía falta, porque cuando vas fuera notas que todavía tienen algunas carencias. Pero claro, eso depende de dónde vayan a aprender a bailar porque para mí es muy importante que si quieren dar clases elijan a personas que sepan de verdad. Al menos cuando vienen a Jerez.Yo te puedo decir que aquí viene gente que yo sé que tienen academia y no tienen compás. ¿Cómo es eso? ¿Qué le digo? ¿Le digo que no venga? No le puedo decir nada, pero a la larga está equivocando a la gente a la que enseña porque ella misma no tiene compás. Eso me duele porque yo le tengo mucho respeto al flamenco, demasiado, diría yo.

-Ese es el gran problema de hoy día, que todo el mundo se ve capacitado para enseñar...

-Por supuesto. Mira, aquí viene una jovencita y apenas aprende un poco a bailar por bulerías y al tiempo te enteras de que ha abierto una academia. ¿Eso cómo es? Si tú todavía no tienes la intuición que lleva el flamenco. Eso es igual que con las peñas. ¿Cómo puede tener una peña una persona que ha cantado dos veces en una peña y dos veces en El Pasaje? Y no la tiene ni Rubichi ni El Torta, por poner un ejemplo. ¿Eso cómo se come? A mí eso me repatea.

-Pero eso no sólo pasa con ese tema exactamente...

-Pues sí, porque hoy cualquiera canta y cualquiera baila, y con eso Jerez está perdiendo mucho. Pero como no pasa nada....Estamos perdiendo calidad, y eso no quiere decir que no haya gente joven que esté cantando bien, pero algunos son muy parecidos, no aportan nada. El otro día por ejemplo fui a escuchar a La Macana y eso es otra cosa. Yo creo que los jóvenes no deben perder nunca las raíces porque entonces perderemos todos, Jerez perderá su identidad, y no hay que olvidar que los extranjeros vienen a escuchar Jerez.

-¿Cree que hoy día hay obsesión con la técnica en el baile?

-Sí que la hay, pero eso pasará. Eso va por modas, y ya la hubo antes, por ejemplo en la época de Carmen Amaya. Después de ella todo el mundo quería correr y tener unos pies más rápidos, pero eso también ha pasado. Yo espero que se vuelva a la moda de bailar escuchando el cante.

-Antes habló de Agujetas. ¿Ha sido su cantaor favorito?

-Para mí sí, y he tenido la suerte de haberlo escuchado mucho en esta peña. Con él es con uno de los que más he disfrutado, igual que con Dolores Agujetas, La Macanita, Juana del Pipa...Son los cantaores que me gustan, los que no necesitan hacer tanto. Lo que hacen te quita el sentío.

-¿Y en el baile?

-A mí me encantaba Ana Parrilla, que era una bailaora que improvisaba. Ella escuchaba su cante y metía sus pies. Es más, nunca organizaba sus actuaciones, escuchaba la música que a su hermano Manuel le daba la gana hacer, y taconeaba. Eso no lo he visto yo hoy en nadie. Hoy está todo preparado. Y lo digo porque he convivido mucho con ella. De las bailaoras de ahora me gusta mucho Manuela Carpio, María del Mar Moreno, María José Franco, Soraya Clavijo, Carmen Herrera, Manuela Carrasco...

-¿Y de bailaores?

-A mí el Grilo. Me encanta Antonio El Pipa también, pero Joaquín Grilo más.

-Para ir teminando, ¿qué sueño o sueños tiene aún pendiente?

-Bueno, siempre he soñado con reunir en Villamarta a toda la gente que ha estado conmigo y hoy por hoy baila. Lo que pasa es que como algunos no quieren saber nada de mí, se me quitaron las ganas.

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