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Historia

La Bodega de Goñi

  • Hoy desaparecidas, colaboraron activamente al desarrollo del Jerez del siglo XIX

Culmina el tiempo de la vendimia jerezana y qué mejor época para recordar las Bodegas de Goñi, que estuvieron entre las primeras del XIX, asomando a la ciudad desde una privilegiada atalaya frente al Alcázar. Sólo quedan ya para el recuerdo las tres magníficas fachadas presidiendo la que fue sede empresarial y viviendas de los fundadores en la calle Manuel María González 4-6, esquina con la calle Aire.

En ellas el neoclasicismo jerezano se nos muestra en todo su esplendor con una austeridad arquitectónica que sorprende y acongoja al visitante, engrandeciendo toda la zona al ofrecer un ecléctico contraste entre el Alcázar, la Colegial y la Alameda, dejando bien demostrado cómo una actividad industrial no tiene por qué estar reñida con la belleza del entorno al que realza en sobremanera.

Cien años colaboraron las Bodegas de Goñi significativamente a la economía y la grandeza de Jerez. Hasta que, ante la falta de continuidad familiar que la dirigiera, fue absorbida por la vecina González Byass, propiedad de sus amigos y compañeros los Gordon, que tuvieron la hidalguía de mantener el nombre individualizado de la marca, incorporada ya a su gran empresa jerezana.

La creó Damián Goñi Plou, de la rama de los De Goñi gaditanos, reconvertido en jerezano de adopción y que generó abundante descendencia ya local. Colaboró financieramente la familia Sol, ricos funcionarios de alto nivel que, procedentes de Levante, también se afincaron en el próspero Jerez de la época. Veamos cómo fue la cosa.

A mediados del XIX llega a Cádiz, procedente de San Sebastián, Eugenio de Goñi Hogenat, de la rama de los De Goñi vascos, para establecerse como agente naviero e industrial en Cádiz, ya que era uno de los puertos más importantes del mundo como consecuencia de ser enlace necesario con las colonias españolas. Allí se casa con Francisca Plou Rendón, una rica mujer de origen vasco-francés. Este próspero matrimonio tiene tres hijos, todos gaditanos: Damián, que colabora en el negocio de su padre; Justo, que según Pío Baroja era capitán de la Marina Mercante; y Josepha, que se casa con Antonio López de Haro, cirujano profesor de la Armada, familia de la que ya escribí en el anterior artículo sobre la Conquista de Alaska.

Fallecido Eugenio en 1810 y repartida la cuantiosa herencia, su hijo Damián Goñi Plou decide clausurar los negocios gaditanos, seguramente al notar el declive que había iniciado Cádiz por causa de la anunciada pérdida de las colonias. Estaba casado con una gaditana llamada María Jesús Fernández Rendón, con la que tenía un hijo primogénito llamado Damián Goñi Fernández. Obsérvese la repetición del apellido Rendón: nos hace sospechar que madre y nuera fueran familia.

El joven matrimonio se traslada en 1815 a Jerez con su hijo de apenas dos años y, bien asesorado por los muchos contactos que Damián tenía con la burguesía jerezana por causa de sus negocios anteriores de exportación a las colonias, invierte su fortuna adquiriendo unos cascos bodegueros junto al Alcázar y unas cuantas viñas en los llanos contiguos a esa zona, cultivados por entonces, así como en otras más alejadas.

Procedían de las subastas generadas por las desamortizaciones de la época, como la de Mendizábal. A medida que los ricos burgueses adquirían los lotes dispersos, los iban intercambiando para racionalizar la explotación. En este caso, entre los Goñi y los Gordon, con los que inician la fructífera colaboración y larga amistad mencionada. Damián y María Jesús, con su pequeño, se instalaron en unas habitaciones acondicionadas para vivienda situadas sobra las mismas bodegas. No les debió ir mal a la feliz pareja, ya que a su primer hijo gaditano le siguieron nada menos que 13 más, ya todos jerezanos.

Desconozco la suerte de estos vástagos, excepto una de las hijas, Regina Goñi Fernandez, que casó muy bien con Francisco Javier Herrero y Espinosa de los Monteros, un conocido propietario que en 1839 era maestrante de la Real Orden de Sevilla, distinguida familia en la que se cuenta el cardenal D. Sebastián Herrero Espinosa de los Monteros, maestrante de Ronda, arzobispo de Valencia, doctor en Derecho y anterior juez de Primera Instancia.

Este matrimonio residió en una magnífica casa en la calle Visitación 3, a la espalda de las bodegas, que aún existe con un precioso patio con columnas de mármol blanco blasonados, uno de cuyos pequeños escudos es el de los Rendón y en otro gran escudo colgado sobre el dintel del portón de entrada, apreciamos un cuartel con el escudo de los Sol y unas posibles herraduras de los Herrero que hacen sospechar que este matrimonio pudiera ser el que lo colocó en la fachada cuando allí residía, pues esa hilera de casas son del siglo anterior en que fueron residencia de los canónigos de la Colegial.

Damián de Goñi Plou dirigirá las Bodegas de Goñi hasta su fallecimiento inesperado en 1834 a los 49 años, sucediéndole su hijo Damián Goñi Fernández, que se hizo cargo de la dirección con tan sólo 21 años de edad. Afortunadamente ya tenía alguna experiencia pues ayudaba a su padre en la bodega desde los 19 años. A pesar de su corta edad, realizó varios hechos significativos pues en ese mismo año se asoció a la familia Feuerheerd, de origen alemán que desde 1805 eran tratantes de vinos, formando la firma Goñi Feuerheerd & Co.

En 1836, ejerciendo de directivo de la bodega, inició una breve carrera como diplomático, pues fue nombrado vicecónsul de Portugal en Jerez. El nombramiento tuvo algunas dificultades pues aunque nadie dudaba de las capacidades del joven Damián, algunos temían que quisiera aprovechar para su negocio las exenciones fiscales que tal cargo extranjero implicaba.

Damián de Goñi y Fernández dirigió la bodega sólo durante unos cinco años, pues el 22 de octubre de 1839 falleció a consecuencia de una peritonitis crónica. Tenía 26 años y estaba soltero. Este segundo sorpresivo suceso que sacudió a esta industriosa familia obligó a que su tío paterno, Justo de Goñi Plou, se instalara en Jerez para dirigir tanto las bodegas como los restantes negocios familiares que él continuó desarrollando.

Será durante esta etapa más larga y estable de 36 años cuando Justo Goñi Plou remodela las bodegas, encargando al famoso maestro de obras jerezano Francisco de Paula Soto la construcción de las hermosas tres fachadas mencionadas en calle Manuel María González 4-6, que afortunadamente se conservan en la actualidad a pesar de que todo el edificio fue rehabilitado en los años 90 del siglo XX realizándose apartamentos en el interior.

Significativo es que Justo de Goñi Plou y sus socios encargaran también al famoso maestro de obras mencionado, entre otros, el magnífico edificio de la calle Larga 42, esquina con la calle Mora, de estilo neoclásico, donde durante muchos años se ubicó la sede del Casino Nacional y desde 1984 se encuentran las oficinas de Diario de Jerez.

Teniendo en cuenta las relaciones financieras y familiares de los De Goñi jerezanos con los Sol, debió formar parte de los negocios comunes, siendo sorprendente el poder económico de estas familias que realizaron estas espectaculares edificaciones, varias de los cuales aun adornan la ciudad.

Las actividades financieras de los Goñi y los Sol, junto a otros personajes de la burguesía jerezana, se extendieron también a otros asuntos importantes de la época como el ferrocarril Jerez-Trocadero y el de Jerez-Cádiz. Fue cofundador del Banco de Jerez en 1859, y un largo etcétera de cargos.

Por aquellos años llega a Cádiz un joven pariente, Justo Goñi Alzate que, procedente de San Sebastián, viene a ejercer su profesión de piloto de altura. El cual será acogido por esta familia y presentado a un importante naviero gaditano, José Matía Calvo, que no sólo lo contratará como piloto sino que muy pronto le nombrará capitán de la fragata mercante ‘La Bella Vascongada’, con la que correrá muchas aventuras en sus viajes a Filipinas y los Mares de China, que serán relatadas en sus novelas por su sobrino Pío Baroja.

Años después, la familia aconseja al famoso marino para que fuera abandonando la mar, instalándole como concejal del Ayuntamiento de Jerez al objeto de que les ayudara en los litigios que ambas bodegas mantenían con el mismo por causa del desarrollo urbanístico de la zona de la Alameda Vieja y el Alcázar, que se veía afectado por estas instalaciones industriales. Es bastante probable que las bonitas arquitecturas de ambas bodegas, encajando bien en la zona, resultaran cruciales para solventar las diferencias.

Justo de Goñi Alzate se casará con Elisa Sol Castro, perteneciente a la familia de los socios y amigos de nuestros bodegueros, siendo el propio Justo Goñi Plou padrino de la boda y la madrina Doña Dolores Sol Aracil, tía de la novia. Los cuales apenas dos años después también contraerían matrimonio, reforzando doblemente las relaciones económicas con las familiares, él con 66 años y ella con 43. Se instalaron en la gran casona de la calle Manuel María González 2, junto a sus bodegas.

En la misma casa también residía el matrimonio formado por José María Sol Aracil y Elena Páramo del Corro. José María era un importante juez y posiblemente el principal inversor de este grupo familiar. En cuanto a Elena, pertenecía a una familia de origen gaditano residente en Jerez, que se caracterizaron por sus excesivas y desproporcionadas donaciones y limosnas, principalmente a la Iglesia, entre las que destacan el edificio de las Escuelas San José en la Porvera o las grandes sumas donada a los Carmelitas para el adorno de su templo.

Cuando van falleciendo los miembros de estos dos matrimonios, sin hijos, Justo en 1875, y en 1884 Dolores y José María, será Elena su viuda, anciana, inválida y ciega, quien quedará como albacea de las bodegas y demás bienes, que administrará con su dispensadora mano, mal aconsejada por interesados administradores y directores espirituales, que hicieron menguar significativamente la fortuna familiar, por lo que al fallecer esta señora en 1898, llegará a sus sobrinas muy disminuida, pero aún significativa.

Se conservan algunas etiquetas de los vinos producidos y exportados por la Bodega de Goñi, a saber: Corona Imperial Sherry: Shipped by de Goñi, Feuerheerd & Co. Jerez de la Frontera. Produce of Spain. Manzanilla De Goñi’s Sherry: Delicate Dry Sherry. Pruduce of Spain. Shipped by de Goñi, Feuerheerd & Co. London & Jerez de la Frontera. En una de las etiquetas aparece un escudo nobiliario que no se reconoce como el de los De Goñi original y que lleva el lema Facta, non Verba (Hechos, no Palabras).

Hay muchas referencias en la prensa sobre estas bodegas, sus viñas y otras propiedades e inversiones de la familia Goñi. Algunas son confusas ya que mencionan o se refieren a Damián Goñi, incluso muchos años después de que hubiesen fallecido padre e hijo, por lo que obviamente las realizó Justo con el nombre comercial del fundador de la bodega. La frecuente afirmación de que eran “indianos”, como lo fueron varios de los bodegueros de Jerez, creo que es errónea.

En un estudio de 1868 se dice que en ese año la Bodega de Goñi exportaba el 18,831% del total del vino de Jerez, por lo que debían de poseer viñas y bodegas de cierta importancia entre las existentes en la época.

La bodega tuvo una producción importante, apareciendo en la prensa local y nacional entre las primeras por volumen exportado durante muchos años. Continuó con su actividad a lo largo de todo el Siglo XIX, si bien en 1900 consta que vendieron algunas de sus bodegas a la firma Molina Hermanos, que eran otros conocidos bodegueros que a su vez las vendieron en 1927 a González Byass en varias etapas. Quedando algunos remanentes de las propiedades inmobiliarias en manos de los herederos de los Goñi-Sol, que no quedarán resueltos hasta 1994, cuando se derribe la casa Nº 2 para construir apartamentos, desapareciendo todo vestigio de las Bodegas de Goñi, excepto las magníficas fachadas.

Con estas torpes palabras he tratado de que los jerezanos que en estos señalados días pasen delante de las tres impresionantes fachadas, a los que quizás llegue el aroma del mosto dulzón de las ‘palomino’, sepan que allí también tuvo lugar durante casi un siglo el anual milagro dorado del nacimiento del jerez.

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