La historía de los valientes
Economía local
Juan Manuel y Jaime Macías logran capear el temporal en los peores momentos de la crisis · Una vida en una carpintería
Son algunos de los ‘supervivientes’ de la crisis, un ejemplo de esos anónimos empresarios de raza, apegados a su tierra, valientes que iniciaron el camino por su cuenta. Son los denostados y discriminados autónomos, esos valientes que salieron adelante arriesgando todo su patrimonio y con trabajo, trabajo y más trabajo. Y, por encima de todo, calidad.
Eso les aconsejó su padre Manuel Macías Ramírez a sus hijos Juan Manuel y Jaime antes de que un cáncer se lo llevara por delante en 2006: “Calidad, precio, atención al cliente, seriedad y no engañar a nadie. Hay que ir con la cabeza bien alta, sin deber nada a nadie”. Y así lo hacen.
Juan Manuel y Jaime regentan la carpintería ‘Macías e Hijos SL’. Juan Manuel, de 38 años, da la cara, gestiona y administra. Su hermano Jaime (35), siempre al pie del cañón en ese pequeño taller que se levanta en una de las calles de la ronda este. Su pasión por la madera les viene por los genes: Manuel Macías comenzó trabajando en la construcción. Recogía virutas para cocer los ladrillos. Le atrajo la ebanistería y logró meter cabeza en la ‘Carpintería Soto’, hasta que sus propietarios se jubilaron y pegaron el cerrojazo al negocio.
Su hijo Juan Manuel estudió la EGB y, más tarde, entró en la Escuela de Artes y Oficios, en la rama de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos. Tras la ‘mili’, se le presentaron dos opciones: Ir a Sevilla para continuar con sus estudios de arte o bien ponerse manos a la obra para ayudar a su padre en la carpintería familiar. Así fue.
Cierto día de hace once años, Juan Manuel le dijo a su madre: “Nos daremos de alta y nos pondremos a trabajar en la carpintería. Si no sale bien, nos agarraremos a la albañilería”. Eso fue en el año 2000. Y la empresa se denominó ’Hermanos Macías’. Nunca se metieron en grandes obras, aunque sí en pequeñas promociones. Nuestro propósito siempre fue ofrecer calidad”. Aquello funcionó. Hasta que llegó la caída del ladrillo. “Recuerdo que antes de la crisis, había en Jerez de 25 a 30 carpinterías fuertes; en la actualidad, no encuentras más de diez. Nuestra clientela es fiel. Mi padre trajo de Soto a un puñado de clientes y son muchos los que quieren que le hagamos algo especial. Y es que la profesión de carpintero ha cambiado mucho; cuando mi padre trabajaba en Soto había una treintena de trabajadores y oficios casi desaparecidos. Por ejemplo, en Jerez queda un único tallista y si precisas de un tornero, tienes que ir a Sanlúcar. Si alguien trabaja con cariño y empeño, lo normal es que le salga bien el trabajo. Esta es mi propaganda, el boca a boca”.
En 2008 se defendieron como pudieron y, un año después, vino lo peor: El negocio cayó en picado. No era culpa de una mala gestión ni falta de trabajo. Los clientes no pagaban, simplemente. Eliminaron gastos superfluos y hubo que prescindir de cuatro de los once trabajadores. “Lo que más disfruto es contratar a alguien, pero lo paso fatal con los despidos; llego a pasar dos noches sin dormir. A veces, las empresas se vienen abajo por la falta de liquidez. Además de empresario, hay que ser previsor con el dinero. Y muchos no lo hacen, les falta esa previsión que está hundiendo a muchas empresas. Nosotros, curiosamente, estamos facturando más que el pasado año”. Juan Manuel se lamenta de la falta de valores entre los más jóvenes, un factor que ha podido influir en la crisis, la poca atención de las administraciones a la pequeña empresa, las últimas políticas de la Junta y el Ayuntamiento, que les han dado todo tipo de facilidades a las grandes superficies y olvidado al autónomo o el enorme daño que les supone la economía sumergida.
El panorama es triste. En Jerez se cuentan unos 9.000 autónomos. La mitad de ellos han acudido a los bancos para solicitar un crédito y han salido con las manos vacías. Entretanto, comenta Juan Manuel: “Mi vida es esta. Nos gusta. Creo que nunca cerraremos el negocio”.
También te puede interesar
Lo último