Jerez visto por los viajeros germanos del siglo XIX
El Rebusco
Testimonios de su paso por la ciudad
Relatos de una relación desconocida
Dedicado a Beatrice y a Roland, amigos alemanes que aman Jerez.
Durante el siglo XIX, España se consolidó como un destino de creciente interés para los viajeros europeos, entre ellos un notable número de personalidades de origen germano. Impulsados por la curiosidad científica, las oportunidades comerciales o el espíritu romántico que caracterizó la época, muchos recorrieron la península dejando testimonios que hoy permiten reconstruir su visión sobre la cultura, los paisajes y las ciudades españolas.
Aunque la investigación sobre estas visitas concretas a Jerez de la Frontera es escasa, la ciudad -reconocida internacionalmente por su vino- formó parte del mapa andaluz que despertó un vivo interés entre los viajeros de esa parte de Europa.
A lo largo del siglo, Jerez se convirtió en una parada obligada para quienes buscaban conocer de primera mano el comercio y la cultura del vino. Aunque las menciones específicas son limitadas, figuras como el prusiano Wilhelm von Humboldt incluyeron la ciudad en sus relatos de viaje, contribuyendo a fijar su imagen. No faltaron tampoco referencias recurrentes a la batalla del Guadalete, ocurrida en 711, episodio histórico que llamó poderosamente la atención de estos viajeros
La literatura de viaje alemana, aún pendiente de estudios más exhaustivos en lo que respecta a Jerez, ayudó a difundir una imagen de Andalucía marcada por la luz, la historia y productos emblemáticos como el jerez, elementos que continúan definiendo su identidad cultural y su atractivo turístico.
Este panorama recoge el paso de diez viajeros alemanes por Jerez entre 1800 y 1880, un periodo que consolidó la presencia de la ciudad en la mirada europea.
Aquellos viajeros germanos
Este Rebusco es un recorrido por la huella que estos viajeros germanos dejaron en Jerez, un territorio cuya luz, paisaje y acento humano despertaron en aquellos hombres ilustrados una curiosidad profunda. Sus testimonios, recogidos en diarios y libros de viajes, constituyen hoy valiosas fuentes para comprender cómo era la ciudad en otros tiempos: su fisonomía urbana, la indsutria del vino, el pulso cotidiano de sus plazas y el carácter abierto de sus gentes.
Sus testimonios
Iniciamos estos recuerdos escritos con Wilhelm von Humboldt (1767-1835), hermano del célebre naturalista y explorador Alexander von Humboldt.
Dejó constancia de su paso por Jerez en su Diario de Viaje a España, 1799-1800. El erudito prusiano emprendió en octubre de 1799 un extenso recorrido por la Península Ibérica acompañado de su esposa, sus tres hijos y un preceptor, un viaje que se prolongó durante siete meses.
Según detalla en sus anotaciones, Humboldt llegó a Jerez a mediados de enero. Su descripción de la ciudad destaca por un tono sorprendido y admirativo: “Las avenidas de Jerez son las mejores, rodeadas como están de cipreses, naranjos, almendros que ya comenzaban a florecer, palmeras, alóes, cactus, etc.”. El viajero observa además un cambio arquitectónico notable al llegar a la ciudad: “Aquí comienza ya otro tipo de ciudad: los tejados son planos y en ellos hay una azotea y una torrecilla. Casas limpias y calles alegres”. Durante su estancia, la familia se alojó en la fonda del Arenal.
Por su parte, Frederick Augustus Fischer (1771-1829), es considerado “el más importante e influyente difusor de España y su cultura en el área alemana en torno a princiupios del siglo XIX”. Sus libros de viaje sobre España, según la profesora Margit Raders, se contaron entre los más leídos de su género.
Su obra Reise von Amsterdam über Madrid und Cadiz nach Genua in den Jahren 1797 und 1798 (Berlin, 1799), fue tan popular que tuvo ediciónes en francés, ‘Voyage en Espagne’ (París, 1801); inglés, ‘Travels in Spain’ (London, 1802), e incluso sueco.
En España no se tradujo hasta el 2007, publicada por la Universidad de Alicante con el título ‘Viaje de Amsterdam a Génova pasando por Madrid y Cádiz’.
Su viaje duró 17 meses, desde junio de 1797 hasta octubre de 1798.
En la Carta XL de la obra, donde habla de su paso por “Xerez”, el 24 de agosto de 1798, se hace una breve descripción del entorno, de la ciudad, sus gentes y el vino: “La ciudad presenta una apariencia de opulencia; las casas están pintadas de blanco y amarillo, los habitantes visten elegantemente, especialmente las mujeres, y las costumbres del lugar, en cuanto a lujo, se asemejan a las de Cádiz. El vino de Xeres, famoso en el extranjero, tiene, cuando es nuevo, un sabor a champán; cuando es añejo (Xeres seco), se vuelve de un amarillo más oscuro y adquiere más cuerpo. Cuesta entonces unos tres peniques”.
El reconocido naturalista y botánico alemán Henrich Moritz Willkomm (1821-1895), recogió en el segundo volumen de su obra Zwei Jahre in Spanien und Portugal (Leipzig, 1847) las impresiones de su viaje por la Península Ibérica. Dedicó siete páginas del capítulo XI a describir Jerez de la Frontera.
Según Willkomm, Jerez era una gran ciudad de unos 34.000 habitantes. Le llamaron la atención las amplias llanuras que la rodeaban, ocupadas en su mayoría por extensos viñedos responsables del vino de fama universal que ya por entonces distinguía a la comarca.
El botánico destaca unas calles “limpias y bien empedradas”, con aceras de mármol y edificios notables, algunos casi palaciegos, que -según apunta- podían compararse con las mejores construcciones de Cádiz, Málaga o Barcelona. A ello se sumaban paseos cuidados, comercios elegantes, cafés, hoteles, teatros y una gran plaza de toros hecha en madera pero de “extraordinaria delicadeza”.
Al mismo tiempo, las antiguas murallas con torres y la profusión de iglesias y conventos recordaban su historia y su antiguo esplendor.
Willkomm también reseña la presencia de comerciantes extranjeros, especialmente ingleses y franceses, asentados en la ciudad y dedicados al lucrativo comercio del vino y otros productos procedentes de las fértiles fincas circundantes.
En cuanto al carácter de los jerezanos, el naturalista concluye con una impresión inequívocamente positiva: una población afable, hospitalaria y capaz de disipar cualquier prejuicio que pudiera existir sobre ella.
Willkomm llegaría a Valencia el 5 de mayo de 1845 y permaneció en el país hasta el 20 de agosto.
Ese mismo año, el diplomático prusiano Wilhelm Löwestein (1817-1887), formado en Derecho, Economía, Filosofía e Historia del Arte, viajó en 1845 desde Lisboa hasta Cádiz a bordo de un barco de vapor. Su estancia se prolongó del 12 de marzo al 10 de abril, tiempo en el que visitó El Puerto de Santa María y Jerez. Estas impresiones quedaron recogidas en el capítulo III de Ausflug von Lissabon nach Andalusien und in den Norden von Marokko im Frühjahr 1845 (Leipzig, 1846), donde narra, entre otros episodios, un encuentro con el bodeguero escocés Mr. Gordon.
Cinco años después, en 1850, Friedrich Heinzelmann (1791-1852) siguió una ruta similar -de El Puerto de Santa María hacia Jerez-, aunque apenas se detuvo en la ciudad. En su obra Reisebilder und Skizzen aus der pyrenäischen Halbinsel (Leipzig, 1851) dedica su atención casi exclusivamente a la batalla del Guadalete.
Otro viajero destacado fue Alexander Ziegler (1822-1887), geógrafo, economista y consejero de la corte, políglota y estudioso de las culturas extranjeras. En Reise in Spanien (Leipzig, 1852), un extenso relato en dos volúmenes fruto de su viaje de 1850 a 1851, ofrece una visión más analítica que meramente costumbrista, como deja claro el subtítulo de la obra: mit Berücksichtigung der national-ökonomischen Interessen. El capítulo IV aborda Cádiz, Jerez y Gibraltar, dedicando a la ciudad jerezana seis páginas de observaciones.
Durante varios días disfrutó de la hospitalidad del bodeguero Juan Haurie.
La mirada literaria llegó con Friedrich Wilhelm Hackländer (1816-1877), autor de éxito en su tiempo. En Ein Winter in Spanien (Stuttgart, 1855) narra su recorrido entre octubre de 1853 y abril de 1854, acompañado por el pintor Horschelt y el arquitecto C. F. von Leins, en un viaje financiado por la Kölnische Zeitung. El último capítulo está dedicado a Sevilla, Jerez, Cádiz y Gibraltar.
Desde El Puerto se trasladan a Jerez en “dos pequeños carruajes tirados por un solo animal”. con la intención de ver “el famoso campo de batalla”, así como Jerez misnmo con sus grandes bodegas: “Jerez se situa en un pequeño cerro, y las blancas y bellas casas están dominadas por la elevada catedral”.
De sus anotaciones hay que resaltar este comentario: “Antes de dirigirnos lentamente a la ciudad vimos abajo en el valle, un trozo de ferrocarril en construcción, el cual está destinado unir Jerez con el Puerto”.
Curiosos son los cometarios en torno al vino durante su recorrdo por las bodegas del “señor Domecq e hijos”.
El historiador Wilhelm Wattenbach (1819-1897), reconocido por sus estudios sobre crónicas medievales, dejó testimonio de su viaje de la primavera de 1868 en Eine Ferienreise nach Spanien und Portugal (Berlín, 1869). Llegó en tren a Jerez, el 1 de abril, desde Sevilla.
Es el más crítico con el aspecto que ofrece las calles y jardines de la ciudad, con calles “horiblementes adoquinadas” y palmeras “raquíticas”. Con las bodegas que visita, las de Garvey. Domecq y González, es más condescendiente: “las catas de buen vino añejo produjeron un alegre bienestar”.
Continuanos con el diplomático y prolífico escritor austriaco Baron Ernst von Hesse-Wartegg (1854-1918), quien inició en 1872 un periplo por el sur de Europa que lo llevó a entrar en España a través de Gibraltar. En Andalusien: eine Winterreise durch Südspanien und ein Ausflug nach Tanger (Leipzig, 1894), dedica el quinto capítulo a Jerez y a su cultura vitivinícola, bajo el elocuente título de ‘König Sherry und sein Reich’ (‘El rey Sherry y su reino’).
Y cerramos con Otto Fleischmann (1838-1913) que en su Reise-Bilder aus Spanien: nebst einem Führer für Spanien-Fahrer (1882), dedica a Jerez trece páginas del capítulo III.
Se desplaza desde Cádiz a Jerez en tren. Viajó a Jerez en 1880, en época de vendimia: “A través de una campiña ondulada, cubierta en parte por un bosque de pinos bastante aceptable, se llega al célebre lugar vinícola de Jerez, una ciudad extensa situada en una colina y con alrededor de 40.000 almas. Aquí se encuentran enormes almacenes de vino, perceptibles ya desde lejos por su aroma, en los que se elabora el célebre jerez, especialmente apreciado en Inglaterra”.
Visita las bodegas de González Byass el 24 de septiembre: “Allí fuimos recibidos con mucha amabilidad por un joven danés, que nos condujo por todo aquel establecimiento de dimensiones verdaderamente enormes”.
Este guía “defendió el vino de las acusaciones que últimamente, sobre todo desde Inglaterra, se le han hecho, donde la casa posee un almacén de 6.000 toneles. Dijo que la agitación provenía en realidad de los franceses, que querían introducir sus vinos ligeros en Inglaterra. Por eso difundían el rumor de que el jerez estaba fuertemente mezclado con aguardiente y era perjudicial para la salud. El gobierno inglés apoyaba este empeño de los franceses, y hasta había aumentado los aranceles sobre los vinos españoles y rebajado los de los franceses, porque el gobierno español, en lo relativo al libre comercio, ya no se dejaba explotar por los británicos como antes.
Por último, escribimos nuestros nombres en un espléndido libro de visitantes en una elegante oficina y luego abandonamos agradecidos la casa, con la sensación de haber visto aquí algo que probablemente no se vuelve a ver en ninguna otra parte del mundo”.
Nota: Quiero agradecer la inestimable ayuda prestasa por Carmen Pérez Acosta en la traducción de los textos en alemán. Carmen es una jerezana residente en Bremen que ejereece de profesora, además de ser una activa Sherry Educator.
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