Gente cofrade. Joaquín Perea Montilla

“Tengo las maletas hechas. Hace 17 años dije que tardaba dos horas en irme”

  • En este mes de julio, este cofrade del Nazareno ha cumplido 17 años al frente de la Delegación Diocesana de Hermandades desde que fue nombrado como tal por el recordado por Juan del Río

Joaquín Perea posando en el obispado para esta entrevista.

Joaquín Perea posando en el obispado para esta entrevista. / Pascual

¿Considera que 17 años son demasiados al frente de esta delegación?

—La verdad que es mucho tiempo. Cuando llegué le dije a don Juan del Río que no quería estar excesivo tiempo, pero como este es un cargo de confianza del obispo Del Río me pidió que me quedara con él. Cuando llegó don José Mazuelos, al año justo le puse mi cargo a su disposición. Pero me pidió que siguiera. Yo me debo a la Iglesia. Esto es un voluntariado y mientras mi obispo me pida que continúa lo haré y así lo he venido haciendo. 

¿Le ha cogido gusto o cariño a este cargo?

—A esto no se le coge gusto. Esto es la Iglesia. Si fuera por cuestión de gusto seguro que no estarías aquí. El día que me digan que no me quieren me voy a otro lado.

Pero ser el malo de la película...

—Ya sé que no es agradable. No entiendo que sea ser el malo. Si hay una normativa diocesana que regula casi todas las cosas de las hermandades, si me toca rechazar una petición o un documento, eso no es ser el malo. Es aplicar la norma y los estatutos de las cofradías. Si aquí viene un señor que quiere presentarse a hermano mayor debe cumplir con la normativa y lo que indica el Código de Derecho Canónico. Y ahí se marcan las reglas de juego.

A este cargo no se le coge gusto. Esto es la Iglesia. Seguro que si fuera por gusto no estaría aquí

Entonces, ¿ha llegado su momento de decir adiós?

—Yo soy como los entrenadores de fútbol. Tengo las maletas hechas. Cuando llegué hace 17 años dije que en dos horas me iba. No tengo ninguna apetencia a ser delegado de hermandades. Lo hago como un servicio a la Iglesia y si el obispo me pide que siga lo haré o si me dice que me vaya también obedeceré.

Si el nuevo obispo le dijera qué quiere hacer...

—Servir a la Iglesia. Si don José Rico me pide seguir, lo haré. Pero ojo, soy libre para elegir. Esto no es una imposición. Soy Iglesia y me siento parte de ella. Trigo una anécdota en la que, tras detectarme problemas en las cuerdas vocales y no poder ejercer la enseñanza para pasar a la jubilación, don Juan me dijo que el Estado se ocupara de mí para comer y yo te voy a preparar para la vida eterna. Así las cosas mi tiempo es para la Iglesia. Todos debemos aportar lo que podamos.

Pese a todo, ¿le quedan ganas de seguir echándose encima todo lo que implica la delegación, incluido lo desagradable?

—El Evangelio dice que la vida no es un camino de rosas. A mí me nombraron lector y acólito de la Iglesia. ¿Me quedan ganas de seguir revistiéndome?. Eso es una cuestión de sentimiento. Si me pide la Iglesia que me fuera a mi parroquia a atender el archivo, pues me iría feliz y contento. No es cuestión de ganas. Como dije soy Iglesia y mi tiempo es para ella.   

Seguiré sirviendo a la Iglesia. Si don José Rico me pide que siga, lo haré. Estoy para servir a la Iglesia”

Recuerdo ahora lo de las tasas por impugnar. También trajo cola aquello.

—Sí salió en agosto, lo recuerdo. Aquí teníamos a un grupo de personas De varias hermandades que por sistema terminaban un cabildo y venían a impugnarlo. En cuanto a las tasas, están establecidas por los obispos del sur de España y se tienen que cobrar. Traigo de la memoria cuando se aprobó la normativa que obligó a todas las hermandades a rehacer los estatutos. Le dije a don Juan que si les obligábamos a cambiar las reglas de cada hermandad y que encima se les cobraba la tasa correspondiente, eso llevaría a que nos tacharan de querer ganar dinero con esto. Al final no se cobró nada. Pero una impugnación pone en marcha un mecanismo con informes de esta Delegación, de los canonistas. Se han dado casos de llegarme un impugnación y tras revisarla con el interesado le comuniqué que no había causa de reclamación. Su respuesta fue algo así como que da igual que la tramitara por si colaba. Así las cosas se decidió cobrar las tasas por impugnar y desde ese momento los habituales que todo lo impugnaban no aparecieron más. 

¿Las redes sociales le han hecho mucho daño?

—Las miro muy poco. No me interesa.

Pero le han dado fuerte...

—Allá ellos. A lo mejor hay mucha gente que le gustaría estar aquí en mi puesto. No me preocupa. Sí me molesta que compañeros, porque me considero periodista -recuerda Quico que empezamos en el 89 en Cope-, que cojan y no me llamen. Que hablen sin tener conocimiento. Nuca le he colgado a un periodista cuando me han llamado para consultar lo que sea. No tengo nada que ocultar.

Las redes sociales las miro muy poco. Si me han criticado será que hay muchos que quieren mi cargo”

Los que le atacan en las RRSS no son necesariamente periodistas. La mayoría actúa con seudónimos o se ocultan en perfiles muy diversos.

—Quien ataca de forma anónima se ataca a sí mismo. Cómo se puede valorar a un señor que se oculta tras un seudónimo para ponerme vestido de limpio. Ese señor es que ni me preocupa. Tengo la conciencia muy tranquila. No hago lo que me da la gana. Nunca hemos sido arbitrarios, jamas. La normativa se aplica igual para todos.

Uno de los ‘motes’ con mucha retranca que le han adjudicado es llamarle monseñor Perea, por aquello de mandar más que el obispo...

—Vuelvo a lo mismo. No soy el que decide las cosas. No tengo poder de decisión aquí todas la peticiones se elevan al vicario general o al obispo y con su firme o sello sale adelante. No actúo a mi libre albedrío y según me parece. Los hay que puentean la delegación y acuden a otras instancias superiores. Pero en esas instancias cuando ven que se trata de un tema cofrade me remiten el asunto.

También en el clero hay quienes rajan de sus competencias.

—Que hayan curas que rajen del delegado de hermandades es pecata minuta comparado con lo que han rajado de los obispos. Joaquín Perea es el que mira que se cumpla la normativa diocesana y no es el que manda.

No soy el que decide las cosas. No actúo según me parece. Todo se eleva al vicario o al obispo”

Menciona constantemente a don Juan del Río, ¿ha sido el mejor obispo que ha pasado por la sede jerezana?

—Él ha sido buen amigo mío. Pero no discrimino. He trabajado con los tres obispos. Con don Rafael fui de la comisión de catequitas y en este cargo con don Juan y don José he trabajado muy bien, cada uno con su estilo. El legado de cada uno hay que verlo con el tiempo y no de hoy para mañana. 

Los tiempos son malos para las cofradías especialmente en lo económico.

—Claro, la pandemia ha causado grandes problemas en el mundo cofrade. Dos semanas santas en casa y los ingresos han bajado enormemente mientras que muchos hermanos los están pasando mal y no se pagan los recibos como antes. Habrá de ingeniárselas para buscar otro de tipo de ingresos atípicos.

¿ Es lícito expulsar a un cofrade por no pagar los recibos? 

—Una cosa es no poder y otra no querer. Hay un procedimiento establecido que hay que trabajar y es complejo, que se inicia con un expediente para resolver lo que sucede en no pocas cofradías. Hay hermandades que no dan de baja ni a los muertos. Hay que enviar una carta al hermano para regularizar la situación y solo se inicia el proceso en los casos en los que el hermano no se ha interesado para nada por la hermandad. Si no se sigue el procedimiento se puede recurrir la expulsión.

Que haya curas que rajen del delegado es pecata minuta comparado con los que rajan de los obispos”

¿Qué espera de José Rico Pavés?

—Que sea un padre y pastor. Es lo que precisa la Iglesia. Tendrá que arreglar o mover lo que sea y adaptarnos a su forma de trabajar. Insisto, si me dice que siga lo haré y si me dice que me vaya, también. Si estuviese aquí defendiendo un sueldo, probablemente ya me hubiera jubilado. Esto no se paga con dinero. Tengo fuerzas y si me piden que continúe así lo haré y si me pide lo contrario también lo haré sin problemas. Es el amor lo que nos debe conducir. Además tengo la suerte de que Dios me ama. Así que no me queda más remedio que entregarme. 

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios