Los manitos del caballo

Sesenta jinetes mexicanos se perfeccionan en la Real Escuela El ejemplo y proyectos de tres de ellos

Los manitos del caballo
Los manitos del caballo
J.p.s. Jerez

31 de mayo 2015 - 01:00

He calculado que la distancia entre Jerez y México DF alcanza los 10.000 kilómetros. Pero hoy día, esa diferencia no es nada. He preguntado al azar sólo a tres de estos sesenta valientes becarios mexicanos (porque los 60 llenarían estas páginas) que andan aquí a marchamartillo adquiriendo conocimientos de nuestros caballos y han dado en la tecla:

- ¿Le suena el nombre de Antonio Ariza?

- Fue el hombre que creó la raza azteca de caballos y una Escuela de Jinetes mexicana.

-¿Y el apellido Domecq?

- Domecq en México es sinónimo de caballos.

- ¿Y de vino?

- No. ¿Tuvo una bodega?

- Sí, pero... ¡uuuuuf! Eso sería una historia muy larga...Hablemos de usted.

- Mi nombre es Karina Verdusco. Tengo 26 años. Poseo el título de Agronomía, que me permite trabajar en el rancho familiar. Soy uno de los sesenta privilegiados jinetes mexicanos que, durante tres meses, han venido a Jerez para participar en un programa formativo llamado 'Spamex', que ha permitido que unos trescientos jóvenes de aquel país puedan completar su formación en España en distintas áreas.

No creo que para todo el mundo esté a su alcance. El Instituto Mexicano de la Juventud hizo primero un exhaustivo concurso. Luego concedió 260 becas. Doscientos reciben formación complementaria de Telecomunicaciones en Madrid y los 60 restantes por aquí andan, entre la Escuela y el colegio mayor a las afueras de la ciudad, ahora ya mes y medio después. Entre la Escuela y el colegio mayor. Las jornadas de trabajo son duras: buscan la especialización de los muchachos.

A ver: curso de experto universitario de equitación, manejo y cuidado del caballo, enganche, guarnicionería y auxiliar de clínica veterinaria, que tampoco resulta cosa nimia. Y si además tenemos en cuenta que las clases teóricas se alternan con las prácticas les sale un abultado y complejo programa de trabajo que les arrincona su vida social.

Pero será mejor que volvamos con Karina. Tan alegre, tan resuelta, pizpireta ella, que pisó Jerez y quedó traspuesta; tan extraño, tan diferente. Procede de una ciudad de 100.000 habitantes que se llama Zapotlán el Grande y, como era normal, allá se crió entre animales hasta que su tío le regaló un caballo. Tenía entonces tres años y su vida cambió. Pero no crean que estos manitos no son quisquillosos con la comida. Yo creo que lo son demasiado, al menos los jóvenes.

Si, como me ha confesado Karina, salen por la noche del colegio a cenar a una franquicia de montaditos, no todos claro, pues algo habrá que corregir. Luego parece que el gazpacho no les acaba de entrar. Pero bueno, sacan su vena y adoran las carnes rojas, los 'desconocidos' chocos, los camarones o... el jamón ibérico.

Perla Mendoza tiene 22 años. Es de Chihuahua, es veterinaria y tiene una ilusión. Levantar un centro de equinoterapia. Loable deseo en una mujer a la que la pasión le llegó algo tarde cuando, cumplidos los diecisiete, se entusiasmó por las 'carreras de barriles' que año a año se celebraban en su ciudad. "En mi casa siempre hubo vacas, becerros, pero no sabría exactamente determinar cuándo monté un caballo por vez primera".

Perla no es igual que Karina. Digamos que Perla es más sosegada, más tranquila. Ella misma confiesa que es la más 'metidita' del grupo. Lo que hace suponer que rehuye a todo cachondeo y fiesta, que se dedica a sus estudios con obsesión y que es uno de los sesenta alumnos que mejor puede disfrutar de los recorridos culturales por la ciudad y otros puntos de la provincia. El programa de trabajo semanal es duro, muy duro, pero alguna que otra vez hay excepciones. A partir del miércoles de la pasada Feria y hasta el domingo, se dio absoluta libertad a los jóvenes, con la única condición de que el colegio mayor cierra sus puertas a las once de la noche. No dudo que Julián Viveros, que procede del estado de Hidalgo y que suma los privilegiados 25 años se haya perdido algún día de la fiesta. Julián vino maravillado a Jerez. Conocía por fotos la Real Escuela. Pero cuando pisó Jerez todo aquello le pareció más grande, más maravilloso. Su afición viene de muy chico, en una casa donde siempre merodeaban los caballos de paseo. Pero este joven es también un licenciado en Derecho y rejoneador profesional. Y lo más importante: tiene entre manos un proyecto que impresiona: montar una Escuela de Equitación en México, más modesta, al modo y ejemplo de la Real Escuela. ¿Habrá, algún día, que ir a México para perfeccionar la monta y cuidado del caballo español?

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