El precio de lo salvaje: animales exóticos

El Zoobotánico denuncia la avalancha de mascotas exóticas que han sido abandonadas este pasado verano Esta moda es el nuevo drama al que se tiene que enfrentar la fauna

Macaco de Berbería, conocido como mono de Gibraltar.
Macaco de Berbería, conocido como mono de Gibraltar.
Cristina Pérez Jerez

18 de octubre 2015 - 01:00

Mi nombre es Ciri. El pelo castaño claro cubre todo mi cuerpo, y me encanta trepar por las ramas de los árboles y lomas de Bouhachem, un monte al norte de Marruecos que un día fue territorio español. Aún hay restos de algún cuartel de la Guardia Civil de la época de mis abuelos. Una de mis aficiones favoritas es levantarme temprano por la mañana y salir con mi familia en busca de comida al monte, mientras el sol va filtrando sus rayos entre las montañas, alumbrando las copas de los alcornoques. Así era mi vida hasta que un día fui secuestrada y vendida a una familia que decidió llevarme por la fuerza a su casa en Mallorca. ¿Los motivos? No lo sé. Pertenezco a uno de los grupos de animales más inteligentes del planeta, los primates, por lo que se me presupone cierta capacidad de "razonamiento". Pero ni siquiera yo soy capaz de comprender por qué un ser humano quiere arrancarme de mi hogar y de mi familia. La libertad, y la compañía de otros de mi especie, se esfumaron en un santiamén. Ni siquiera sé si mi madre sigue viva o muerta. Todo acabó ese día.

De repente, abrí los ojos y vi lo que parecían unos troncos finos de árboles, pero al intentar agarrarme a ellos, me di cuenta de que estaban fríos y resbaladizos. Después, me enteré de que los humanos los llaman "barrotes". Yo, por supuesto, seguía sin entender nada. Los días pasaban y yo me sentía cada vez más enfadada e impotente: ¿qué hacía allí?, ¿por qué no estaba correteando por las montañas? Para colmo, los humanos se habían empeñado en que yo formara parte de su familia. Al principio, intentaba comunicarme con ellos, pero pronto comprendí que no eran capaces de entenderme. Al final, mi respuesta siempre era la misma: gruñidos y pataleos, intentos de arañazos y mordeduras. No era mi intención, pero tampoco me dieron otra alternativa. Después de varios meses en este lugar, terminé en un centro de acogida para animales exóticos de una organización animalista. En este lugar estoy mejor cuidada y he conocido a otros de mi especie con el mismo problema, pero... todavía no sé cuándo podré volver a casa.

La historia de Ciri, un macaco de Berbería o Gibraltar, no es única en su especie: tortugas de Florida, loros, serpientes, cerdos vietnamitas o iguanas, son otros animales poco comunes que el Zoobotánico de Jerez denuncia que al final también terminan abandonados. Algunos han sido traídos de la propia Naturaleza, otros han nacido en cautividad. "Los animales no son juguetes". Mercedes Mateos, la responsable de comunicación del Zoobotánico y relaciones públicas lleva muchísimos años trabajando aquí. Por su mesa han pasado un sinfín de historias trágicas, de personas que no son capaces de seguir cuidando a sus animales y terminan queriendo deshacerse de ellos. "Cuando entra una mascota en casa hay que hacer una planificación familiar". Da igual si son perros, gatos, serpientes o conejos. Los animales son criaturas que requieren una serie de condiciones mínimas para su mantenimiento en cautividad (una alimentación adecuada, una serie de cuidados médicos, unas condiciones de temperatura, humedad, etc...). "La gente se cansa de cuidarlos y los quieren traer al Zoo, pero aquí no podemos aceptar cualquier especie, ya que no somos un centro de rescate". Al menos 30 tortugas de Florida han llegado al Zoo de Jerez este año porque sus dueños las pretendían abandonar en la laguna más cercana o en el río Guadalete. Otras veces, se trata de iguanas, serpientes, incluso de algún cocodrilo. "Son especies que no estamos capacitados para recoger". Esto es, en opinión de los responsables del parque zoológico, una clara señal de que la sociedad no comprende la responsabilidad y la importancia que supone tener un animal en casa. "Además, ¿para qué quiere la gente una iguana o una serpiente en su casa? ¿Para presumir de ella delante de los amigos? Porque como animal de compañía los beneficios son pocos, en realidad".

Pero el problema no queda ahí. "Hay otro aspecto que la sociedad no tiene en cuenta, y son las llamadas zoonosis". Luis Flores, veterinario del Zoo de Jerez, con gran experiencia a sus espaldas a la hora de tratar este tema, hace especial hincapié en esto cuando se le pregunta por el tema. Las zoonosis son aquellas enfermedades que pueden ser transmitidas de los animales a las personas, y viceversa. A la hora de traer un animal a casa, y más si es poco común como una serpiente, una tortuga de Florida o un cerdo vietnamita, hay que tener en cuenta, además de la legislación pertinente (Ley de Animales Potencialmente Peligrosos, la Ley de Especies Invasoras y el Convenio de Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre, CITES), el riesgo para la salud pública que conlleva el capricho de tener un animal exótico en el domicilio. "He visto casos de familias enteras que contrajeron una grave salmonelosis por la simple tenencia de un cerdo vietnamita en su casa". Luis Flores se queja, además, de otra práctica que se ha puesto muy de moda en algunos zoológicos españoles: "El 'Petting Zoo', o la práctica de dejar tocar y manosear a los animales para hacerse fotos". Esta tendencia pone en riesgo la salud de los visitantes y va en contra del bienestar animal. Este es el precio de lo salvaje. Usar a los animales como si fueran atracciones de feria, como si no percibieran lo que sucede a su alrededor. Ese es, también, el problema que tiene el ser humano. Nuestro complejo de superioridad nos impide entender que no podemos ser dueños de todo, que la Naturaleza tiene su sitio, y nuestra sociedad es un universo aparte.

stats