La Bodega de Manuel Aragón

El Rebusco

Haciendo vinos desde 1815

De Chiclana para el mundo

Sebastián Aragón Moreno, gerente y enólogo de la bodega, y César Saldaña, en el Consejo Regulador.
Sebastián Aragón Moreno, gerente y enólogo de la bodega, y César Saldaña, en el Consejo Regulador.

Entre el rumor salino de las marismas y el aire templado del Atlántico, la Bodega de Manuel Aragón se alzan como un emblema de la tradición vinatera gaditana. Fundadas en 1815, esta bodega representa más de dos siglos de historia, paciencia y saber artesanal en el corazón de Chiclana. La famila Aragón ha sabido mantener viva la herencia del vino andaluz, conjugando la maestría de las crianzas biológica y oxidativa con la pasión que solo otorgan las raíces profundas. Bajo sus naves centenarias reposan los finos, amontillados, olorosos y moscateles que han dado fama al Marco de Jerez, aunque en Chiclana esa fama se vista de cercanía y acento propio.

Porche y jardin de la bodega.
Porche y jardin de la bodega.

He aquí su hstoria.

Los vinos de Chiclana en el Consejo

En el 2022, las localidades gaditanas de Chiclana de la Frontera,Trebujena, Rota, Puerto Real y Chipiona, junto a la sevillana de Lebrija, fueron incorporadas a la Zona de Crianza del Marco de Jerez, lo que abrió para todas ellas la posibilidad de etiquetar sus vinos con la denominación ‘Jerez-Xérès-Sherry’, como zonas de elaboración, ya que antes solo eran consideradas como de producción.

La decisión del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Jerez‑Xérès‑Sherry reconoce la larga tradición vitivinícola de estos municipios, que hasta ahora habían quedado fuera de esta parte del amparo de la D.O. por cuestiones geográficas.

El cambio también incluye una ampliación de la Zona de Crianza que iguala esta a la Zona de Producción: ya no sólo se considerará el envejecimiento de los vinos en los municipios tradicionales del ‘triángulo’ (Jerez de la Frontera, El Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda) sino que se extiende a los municipios arriba señalados.

Esta medida supone un relevante avance para aquellas bodegas que hasta ahora tenían la viña en el territorio de la D.O. pero les faltaba la parte de crianza dentro de la zona reconocida para poder etiquetar como “Jerez”. Se abre, por tanto, una vía más amplia para su inserción en el sello de calidad de la D.O.

Bienvenida con honores

La Bodega Manuel Aragón ha hecho historia al convertirse en la primera de Chiclana en contar con una bota en la emblemática Bodega San Ginés, sede del Consejo Regulador del Marco de Jerez. Una distinción que ha sido recibida con orgullo tanto por la propia firma como por toda la localidad, que ve reconocida su trayectoria dentro de una de las zonas vitivinícolas más prestigiosas de España.

Fachada de las bodegas.
Fachada de las bodegas.

La reciente incorporación de Chiclana de la Frontera como miembro de pleno derecho del Consejo Regulador de la D.O. Jerez-Xérès-Sherry supone un hito para el municipio. Que una de las botas expuestas en la Bodega San Ginés lleve el sello de una bodega chiclanera refuerza la relevancia de los productores locales y el compromiso del sector con la excelencia enológica del marco.

Exterior de las instalaciones.
Exterior de las instalaciones.

La Bodega Manuel Aragón continúa, además, cosechando éxitos. En la última edición de la Guía Peñín, varios de sus vinos más selectos han alcanzado puntuaciones sobresalientes, con referencias que rozan la perfección: hasta 99 puntos sobre 100, y otras valoradas entre 95 y 99. Un reconocimiento que consolida a esta histórica casa como uno de los grandes referentes del vino de Jerez.

La calidad y el prestigio de los vinos de Manuel Aragón son valorados por los expertos.
La calidad y el prestigio de los vinos de Manuel Aragón son valorados por los expertos.

Saga vinatera

Según recogen la tradición familiar, la bodega tuvo sus inicios hacia 1815, gracias a Pedro Aragón Morales, quien estableció su primer lagar en el antiguo Callejón de Jerez -hoy calle Sor Ángela de la Cruz-. Desde allí se vendía vino directamente a los jornaleros que se dirigían a las viñas para realizar sus peonadas, además de abastecer a otros establecimientos de Chiclana de la Frontera.

Su hijo, Juan Aragón Ramos, heredó el lagar y parte de la solera, ampliando las instalaciones y consolidando la actividad familiar. A su vez, la tercera generación, representada por Juan Aragón Saucedo, mantuvo el mismo modelo de negocio, centrado principalmente en la venta local.

Retratos de Diego Aragón Periñan y su mujer.
Retratos de Diego Aragón Periñan y su mujer.

El gran impulso llegaría a comienzos del siglo XX de la mano de Diego Aragón Periñán (1896). Fue él quien adquirió nuevos viñedos y trasladó la bodega a su actual emplazamiento, en la calle Olivo. En una época en la que proliferaban los edificios sanitarios para enfermos y convalecientes, el sólido edificio, aislado entre los huertos de la zona y caracterizado por sus amplias ventanas, comenzó a ser conocido popularmente como ‘El Sanatorio’. La creencia popular de que el buen vino era un excelente reconstituyente para la salud contribuyó a reforzar ese apodo.

Miembros de la rama Aragón Moreno.
Miembros de la rama Aragón Moreno.

A la muerte de Diego, su hijo Manuel Aragón Baizán (1916) tomó las riendas del negocio familiar. Tras una etapa en la que regentó un establecimiento de vinos en Cádiz, decidió potenciar la bodega de Chiclana, ampliando sus instalaciones y zonas de distribución. Bajo su dirección, se implantaron exigentes criterios de calidad en el cultivo, la producción y la atención al cliente, sentando las bases de la actual empresa Manuel Aragón Baizán S.L., hoy gestionada por cuatro de sus hijos.

La Bodega Manuel Aragón forma parte de la Denominación de Origen Jerez-Xérès-Sherry y de la Indicación Geográfica Protegida Vinos de la Tierra de Cádiz, y es reconocida por la excelencia de sus vinos, elaborados a partir de uvas procedentes de los pagos más tradicionales del Marco de Jerez.

Encarnación Quevedo Aragón, María Luisa Villarreal, del departamento de calidad y visitas, y el autor del artículo.
Encarnación Quevedo Aragón, María Luisa Villarreal, del departamento de calidad y visitas, y el autor del artículo.

Encarnación Quevedo Aragón, hija de María Aragón Moreno, y miembro de la séptima generación, se ha incorporado recientemente a la compañía.

Sus vinos

Sus responsables resumen con claridad la filosofía que guía a esta firma chiclanera: “Estamos convencidos de que cada decisión que tomamos en los viñedos y en la elaboración del vino es importante para la calidad de los vinos que producimos. La dedicación de nuestro experto capataz de campo y la habilidad y experiencia de nuestro enólogo han tenido como resultado la elaboración de estos vinos tan apreciados”.

Esa dedicación se refleja no solo en la calidad del vino, sino también en la forma en que la bodega rinde homenaje a quienes han contribuido a su historia. El Amontillado El Neto, por ejemplo, debe su nombre a Juan, apodado El Neto, un humilde carrero que recorría la provincia de Cádiz con su mula para distribuir los vinos de la casa.

Fueron los propietarios quienes decidieron bautizar así el vino, en reconocimiento a la labor callada de aquel trabajador. Un gesto que, más allá de lo simbólico, habla de la humanidad y la humildad de quienes dirigen la bodega.

Etiqueta distintiva con el logo para su vermut artesano.
Etiqueta distintiva con el logo para su vermut artesano.

En la misma línea se sitúa el Cream Arrumbaó, un tributo al arrumbador, el operario encargado de asentar las botas, trasegar y clarificar los vinos. Para la familia Aragón, cada oficio del proceso vitivinícola tiene un valor incalculable, y todos merecen un lugar en la memoria del vino.

No faltan otros ejemplos de esa filosofía enológica. El Oloroso Tío Alejandro recuerda a un cliente fiel y amigo de la casa, un colaborador estrecho de la bodega al que se quiso rendir homenaje eterno. En su caso, incluso las uvas de sus propias viñas se destinaban a la producción de la firma.

También el Moscatel Los Cuatro encierra una historia entrañable: su nombre alude a un grupo de amigos y clientes habituales que solían reunirse en la bodega para compartir conversación y vino.

La voluntad de mantener vivas las raíces chiclaneras continúa con las creaciones más recientes. El Médium Hoyo Membrillo toma su nombre de la zona donde se levantó la primera bodega de la firma, en la calle Olivo, junto al actual Hoyo del Membrillo. Por su parte, el Tinto Campano recuerda el paraje donde se ubica la bodega de producción actual.

Incluso el Sauvignon Blanc La Batalla de la Barrosa mira al pasado histórico de la localidad, evocando el enfrentamiento ocurrido durante la Guerra de la Independencia en las cercanías de la playa chiclanera.

La bodega ha diversificado su cartera con el tinto Campano.
La bodega ha diversificado su cartera con el tinto Campano.

El espíritu de la bodega Manuel Aragón se resume en una fórmula que combina tradición, respeto y orgullo. Desde una empresa familiar que ha sabido mantener su esencia a lo largo de generaciones, la bodega continúa ofreciendo lo mejor de su tierra a sus clientes y a su ciudad: Chiclana de la Frontera, donde todo comenzó y donde el vino sigue contando historias.

El orígen de la imagen

Fue el mismo Sebastián (Chano) Aragón Moreno, gerente y enóloggo de la bodega, quien me contó cómo nació la imagen corporativa que, desde los años ochenta, identifica a la bodega. Él asumió la responsabilidad de buscar un logo que reflejara la identidad de la casa.

Para llevar a cabo tan ‘delicada’ misión, encargó el diseño a la empresa jerezana Proyectos Gráficos Mamelón (PRO-GRA-MA), que recibió el cometido de crear la nueva imagen de las etiquetas que lucirían las botellas.

Grabado en el que se inspiró el diseñador para realizar la imagen corporativa de la bodega.
Grabado en el que se inspiró el diseñador para realizar la imagen corporativa de la bodega.

El equipo de diseñadores se inspiró en uno de los grabados reproducidos en el libro Facts about Sherry (1876), del escritor y periodista británico Henry Vizetelly, una obra clásica sobre la historia y el comercio del vino de Jerez.

El coste total del trabajo ascendió a unas 3.000 pesetas, una inversión modesta para una imagen que acabaría convirtiéndose en símbolo duradero de la bodega.

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