Sherry Christmas
El Rebusco
Santa Claus y el jerez
Tradición navideña
En el vasto imaginario de la Navidad, Santa Claus -o Papá Noel- aparece como un viajero incansable que recorre el mundo en una sola noche, repartiendo ilusión desde los cielos boreales hasta las chimeneas más humildes. Pero hay un detalle entrañable, apenas susurrado por la tradición popular, que une esta figura universal con un vino de profundo arraigo andaluz: el jerez.
La escena es conocida: la noche del 24 de diciembre, los hogares del mundo dejan preparados pequeños gestos de agradecimiento para el visitante mágico. En Estados Unidos se le ofrecen galletas y vaso de leche caliente, en Alemania se le reservan dulces, y en el Reino Unido —donde muta en la figura pagana de Father Christmas— la cortesía toma una forma líquida y cálida: una copa de sherry acompañada de un trozo de mince pie.
Esta costumbre británica, que comenzó a difundirse durante el siglo XIX, refleja el profundo aprecio que el Reino Unido ha tenido históricamente por los vinos generosos del Marco de Jerez.
No es casual, pues, que cuando la Navidad victoriana moldeó las tradiciones ancestrales del Father Christmas, el jerez fuese elegido como su bebida de honor.
Una tradición que cruza fronteras
Aunque esta práctica tiene raíces británicas, su eco ha viajado por otros países influenciados por la cultura anglosajona. En algunos hogares de Australia, Nueva Zelanda o Canadá, el jerez sigue ocupando el lugar privilegiado de la bebida navideña por excelencia, asociada tanto a la celebración como a la gratitud.
Al imaginar a Santa Claus haciendo una pausa en cada casa, deteniéndose junto al árbol iluminado para tomar un sorbo de jerez, asistimos a una escena que resume dos mundos: el mágico y el cotidiano. Es un instante en el que el mito honra la hospitalidad humana, y en el que el vino de Jerez reafirma su condición de embajador cultural.
El jerez en la Navidad anglosajona
Durante la época victoriana, cuando las tradiciones navideñas se consolidaron tal como hoy las conocemos, el jerez se convirtió en un protagonista culinario. No solo acompañaba los brindis familiares: formaba parte de la hechura misma de los platos. El célebre sherry trifle, con sus capas de bizcocho humedecido en vino, natillas y crema, se volvió emblema de celebración; el mincemeat, mezcla de frutas y especias encerradas en pequeñas tartaletas, recibía un toque generoso de oloroso; y el Christmas pudding era, en miles de hogares, lanzado al hervor final con una copa de jerez que realzaba su profundidad.
Un hecho que el propio Charles Dickens corrobora en su relato de 1863 Mrs. Lirriper’s Lodgings. En sus páginas recrea la estampa hogareña del primer día de Navidad en la pensión de la señora Lirriper, donde los invitados celebran la ocasión compartiendo un buen jerez: “…with his hot chestnuts and his glass of brown sherry (really, a most excellent wine)” -“con sus castañas calientes y una copa de jerez (¡ciertamente, un vino excelente!)”-.
Santa Claus y su copa junto al hogar
La iconografía moderna de Santa Claus -forjada en buena medida en los Estados Unidos del siglo XIX, y consolidada por ilustradores como Thomas Nast y más tarde por la publicidad del siglo XX- recogió también la costumbre victoriana de dejar un pequeño obsequio nocturno para el visitante del Polo Norte. Aunque en muchos hogares se ofrecen hoy galletas y leche, (o Coca-Cola), durante gran parte de la tradición británica fue habitual dejar junto a la chimenea una copa de jerez dulce.
Los niños, sabedores de que Santa recorría el mundo en una única noche fría y estrellada, pensaban que una copa de jerez -con su carácter cálido y reconfortante- podría ofrecerle un instante de alivio en su viaje interminable. Así, generación tras generación, el vino de Jerez quedó asociado a ese gesto de gratitud y magia: un pequeño rito doméstico que unía al hogar con la leyenda.
Las principales bodegas jerezanas -entre ellas Harveys, con su célebre Bristol Cream; Williams & Humbert, con su emblemático Dry Sack; o Croft, con su conocido Original Sherry- desarrollaron intensas campañas de promoción en televisión y en revistas de gran tirada durante estas fechas, especialmente a lo largo de las décadas de los años cincuenta, sesenta, setenta e incluso los ochenta.
Lamentablemente, a esta labor de difusión se sumaron también las compañías que producían british sherry, como Old England, QC o Emu.
La presencia del vino de Jerez en la cultura popular británica llegó incluso a las pantallas: numerosas series de televisión incorporaban referencias al sherry en sus especiales navideños. Un ejemplo destacado aparece en Todas las criaturas grandes y pequeñas (All Creatures Great and Small), donde el consumo de este vino formaba parte del imaginario festivo.
Un puente entre culturas y épocas
La presencia del jerez en la Navidad anglosajona no es una mera anécdota gastronómica; es una muestra de cómo los sabores pueden tejer vínculos entre pueblos y tradiciones. Desde las bodegas de la campiña jerezana hasta las mesas inglesas y americanas vestidas de invierno, el vino de Jerez ha actuado como embajador silencioso de un modo de entender la celebración: cálido, compartido, festivo.
A día de hoy, cuando las costumbres globales se mezclan y renuevan, el jerez sigue siendo uno de los sabores más reconocibles de diciembre en el mundo angloparlante. En cada trifle familiar, en cada botella abierta para brindar al filo de la medianoche, late la misma idea: la Navidad se construye con memoria, con gestos heredados y con el placer de compartir.
Con la llegada de Santa Claus desde Estados Unidos -un personaje más risueño, rechoncho y comercial- la tradición del vaso de leche empezó a ganar terreno. Pero incluso así, en muchos hogares británicos e irlandeses el jerez se mantuvo como la ofrenda preferida. Es un gesto que combina cortesía y tradición.
El viejo espíritu del invierno
Mucho antes de que la industria publicitaria lo vistiera de rojo, Father Christmas encarnaba en las Islas Británicas la esencia del invierno. En las celebraciones del solsticio, heredadas de antiguos cultos germánicos y celtas, este personaje representaba la generosidad de la estación: la carne asada compartida, la leña abundante, la bebida que corría sin restricciones. En grabados del siglo XVII aparece como un hombre barbudo, ataviado con túnicas verdes, símbolo de la naturaleza que resiste el frío.
No repartía regalos a los niños: presidía los banquetes. Era, más que un visitante sobrenatural, un anfitrión del exceso festivo. En esa cultura de la hospitalidad -uno de los rasgos definitorios de la Navidad británica- se forjó el gesto de recibir al invitado con una bebida reconfortante, que en muchas ocasiones incluía jerez.
El sherry en la Navidad inglesa
La presencia del jerez en el imaginario navideño británico no es casual. Desde la Edad Moderna, los vinos de Jerez gozaban de un prestigio notable. Shakespeare lo menciona en varias obras, y el consumo doméstico se popularizó hasta el punto de que, en muchas casas, una botella era un imprescindible de la despensa invernal. En Navidad, el sherry acompañaba las preparaciones dulces, aromatizaba puddings y formaba parte del ritual de bienvenida.
Así, cuando Father Christmas aparece en ilustraciones del siglo XVIII levantando una copa, no se trata de una bebida genérica: con frecuencia se alude al jerez. El Viejo Invierno, como se le denominaba a veces, no solo simbolizaba la abundancia, sino también la circulación de productos exóticos y mediterráneos que empezaban a integrarse en la cultura británica.
El jerez se convirtió en un puente sensorial entre el Atlántico y el norte europeo: un vino que parecía contener el sol que no brillaba en diciembre, una calidez que hacía contrapunto a los vientos helados.
De Father Christmas a Santa Claus
El traslado del icono navideño a Norteamérica, donde Santa Claus cristalizó como figura moderna, supuso una profunda transformación del personaje. Influencias neerlandesas (Sinterklaas), poemas y relatos del siglo XIX -como A Visit from St. Nicholas, de Clement Clarke Moore- y la consolidación visual impulsada por las campañas de Coca-Cola construyeron un ser bondadoso, nocturno y logísticamente infalible.
En ese proceso, el jerez no cruzó el océano con la misma fuerza. Lo que sí sobrevivió fue el gesto ritual: dejar un refrigerio para el visitante mágico. En Estados Unidos, el vaso de sherry se transformó en leche; el mince pie se convirtió en una galleta. Sin embargo, en el Reino Unido -menos propenso a abandonar tradiciones vinculadas a la mesa- la pequeña copa de jerez continuó siendo un tributo extendido.
En hogares británicos aún hoy se repite la escena: una copa de cream o medium sherry junto al árbol, esperando al viajero incansable. Es un guiño humorístico y afectuoso que conecta a los niños con la memoria festiva de sus abuelos.
Patrimonio cultural compartido
La relación entre el jerez y la Navidad anglosajona no es únicamente simbólica; también es histórica. Las bodegas jerezanas prosperaron durante siglos gracias al comercio con Inglaterra. El gusto británico moldeó estilos, procesos y nomenclaturas del propio vino: cream, pale cream, medium... .
En invierno, estos vinos adquirían un protagonismo especial. No solo acompañaban postres y recetas festivas: aparecían en el wassail, una bebida caliente y especiada que se tomaba en celebraciones comunitarias; formaban parte de recetas navideñas; y se integraban en la etiqueta doméstica del ‘hospitality tray’, una bandeja de bebidas preparada para recibir visitas durante los días festivos.
Así, la copa de jerez que se ofrece a Father Christmas no es solo un gesto hacia un personaje ficticio, sino la supervivencia afectiva de un vínculo internacional que perdura desde hace quinientos años.
Lo fascinante de este cruce entre Father Christmas, Santa Claus y el jerez no es su anécdota, sino lo que revela sobre la creación cultural. La Navidad que hoy celebramos es un artefacto híbrido y acumulativo, una fiesta que no teme sumar símbolos dispares: lo pagano y lo cristiano, lo doméstico y lo comercial, lo local y lo global.
En esa amalgama, el jerez ocupa un lugar discreto pero significativo: recuerda la historia compartida entre Andalucía y el mundo anglosajón, y ofrece un sabor que ha trascendido siglos, modas, fronteras e incluso mitologías. Cada copa navideña de jerez es, en cierto modo, un pequeño homenaje a esa larga genealogía de encuentros.
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