Jerez

Una década leyendo 'AvivaVoz'

Mara, voluntaria de AvivaVoz, lee a los mayores de la residencia San Juan de Dios.

Mara, voluntaria de AvivaVoz, lee a los mayores de la residencia San Juan de Dios. / Miguel Ángel González

"Cuánto me gusta el tocino crudo”, lee en voz alta Manoli. “Verdad, verdad”, “sí, así se hacía”, se oyen murmullos en la sala. Ya se ha metido a su auditorio en el bolsillo. Se ven gestos de asentimiento mientras narra las historias de la protagonista de ‘El Charco dulce’, libro de Begoña García González-Gordon. Lee con gracia cómo cocina un puchero y la asadura del conejo, la historia de de una mujer de Andalucía que ha sufrido mucho, pero que también ha reído mucho. Perfecto porque es más que eso, trae al presente el vivencias de las personas mayores de la estancia diurna y de la residencia de San Juan de Dios. Ha conectado con su público.

Esta lectora, junto a Mara, Encarni, Lola, Carlos, Manolo, Antonia Mari Carmen y Ángeles, forman parte de la Agrupación de Personas Lectoras AvivaVoz que durante más de una década han leído para otras personas. Lo han hecho a diferentes residencias como Asilo San José, Residencia de Mayores La Granja, El Abuelo, San Juan Grande y, como novedad o el Aula de Lectura del Hospital de Jerez, en colaboración con La Asociación de Personas Lectoras de Cádiz

Esta bonita aventura altruista con la lectura como eje arrancó hace más de diez años cuando Mara y Manoli conocieron a un grupo que realizaba esta misma iniciativa. El entusiasmo las llevó a desarrollarla en Jerez. A ellas se fue sumando el resto de voluntarios que participan en la medida de sus posibilidades. El confinamiento, como a toda la población, le afectó y también mermó su actividad. “Se asume un compromiso, todo el mundo no es capaz leer transmitiendo, a veces hay que ensayar y, sobre todo, lo que más cuesta es escoger las lecturas”, apunta Manoli. A veces están relacionadas con algunas fechas del calendario como Navidad, Semana Santa o la Feria. Para esta ocasión, por ejemplo, Encarni escogió poemas de Gustavo Adolfo Bécquer por la proximidad de San Valentín. “Tenemos a algunos lectores y lectoras con mucho nivel, a veces nos piden cosas concretas, les gustan las lecturas sobre Jerez. Está bien porque hay ‘feedback’, ellos recuerdan lo que vivieron… Otros se quedan dormidos”, reconocen.

En San Juan de Dios están esperando a que llegue el miércoles para disfrutar de las lecturas. “Los usuarios nos transmiten más a nosotros que nosotros a ellos. Es muy gratificante”, reconoce Mara. Carlos, por su parte, subraya que los residentes del Hogar Siloé, donde también leían antes, es un público muy diferente. “Allí encuentras a los grandes perdedores de la vida, muy necesitados de afecto, y en más de una ocasión salimos de Siloé con el corazón compungido”, admite el lector voluntario quien, recientemente, ha publicado el poemario ‘Certificado de haberes’.

Una década como personas lectoras de AvivaVoz da para muchas anécdotas. Una usuaria del asilo San José con un alto nivel cultural, cuentan, escribía sus propios relatos, y se presentó a ellos como ganadora del Premio Nobel. En la Residencia de Mayores La Granja pidieron lecturas del municipio de Carmona, allí se leen las coplas como si fueran romances. En otra, un beneficiario “tiene la costumbre de acabar siempre cada sesión con un chiste verde”, ríen.

Mara incide en que esta labor no está limitada a residencias o personas mayores, todo lo contrario. Se prestan a llevar las lecturas a quienes lo necesiten, con independencia de la edad del colectivo. Les parece interesante poder leer en la cárcel, por ejemplo. En general, lamentan las numerosas trabas que encuentran para realizar una actividad que solo aporta beneficios: aumenta la capacidad de concentración, desarrolla la creatividad, mejora la memoria e influye positivamente en la inteligencia, previene la degeneración cognitiva y reduce el estrés.

También ayuda a dar esquinazo a la soledad no deseada. Ésta se encuentra presente a todas las edades en la población andaluza de 55 y más años, y es especialmente gravosa a partir de los 80 años, según se desprende del Estudio sobre soledad no deseada en personas de 55+ años.

Estas ventajas son de sobra conocidas por Tamara Cabrera, psicóloga de San Juan de Dios. Defiende que esta actividad estimula cognitivamente a las personas beneficiarias. También trabajan la memoria, la atención. “Si estuvieran en casa no tendrían acceso a la lectura, en general, solo verían la televisión. Aquí participan, se relacionan entre ellos, se crean debates… Les cuentan historias de la época de ellos y recuerdan cuando eran pequeños”. Trabajan la memoria autobiográfica, hablan en público en voz alta, cosas que nos cuesta promover en otros talleres en los cuales trabajan más individualizados.

Además, dejan claro que la labor de la agrupación no consiste en hacer terapia, simplemente trasladan lecturas. Inevitablemente, algunos usuarios se dan a conocer en mayor o menor medida, pero no tratan de entablar lazos. “Hemos aprendido a no preguntar si alguien no está porque tememos la respuesta. Ellos parecen llevarlo de forma más natural que nosotros”, coinciden.

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