Arte

Atribuyen a La Roldana una imagen de San Buenaventura en Sanlúcar

  • El historiador del arte José Manuel Moreno Arana publica un artículo en el que justifica la autoría de la escultora sevillana

Comparativa entre San Buenaventura (centro), San Francisco (izquierda) y San Servando de Cádiz.

Comparativa entre San Buenaventura (centro), San Francisco (izquierda) y San Servando de Cádiz.

Sanlúcar contaba hasta ahora con una escultura atribuida con gran fundamento a la afamada escultora barroca sevillana Luisa Ignacia Roldán, La Roldana (1652-1706). Se trata de la talla de San Francisco de Asís conservada en el convento de Regina. Asimismo, había constancia documental de la realización en su taller de una cabeza de San Juan de Dios para el hospital del mismo nombre de la ciudad, obra fechada en 1680 y hoy en paradero desconocido. A estos dos trabajos hay que unir ahora una imagen que por su ubicación y delicado estado de conservación ha venido pasando muy inadvertida, pese a su indudable interés: el San Buenaventura de la iglesia de San Francisco, que hasta hace unos años se situaba en el ático del retablo de San Antonio de Padua y que se atribuye a la escultora.

Así se defiende en el artículo que con el título Una nueva atribución a Luisa Roldán: un inédito San Buenaventura acaba de ser publicado en el número 6 de la revista Philostrato, editada por el Instituto Moll de Madrid, y que ha sido escrito por el doctor en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla José Manuel Moreno Arana.

El autor de dicho descubrimiento es un reconocido especialista en escultura barroca, teniendo en su extenso currículum, descubrimientos tan importantes como la imagen de la virgen con el niño de la catedral de Huelva de Juan Martínez Montañes. Dicho trabajo, firmado en colaboración con el historiador sanluqueño Antonio Romero Dorado, ha servido para que dicha pieza se encuentre actualmente en la magna exposición dedicada al dios de la madera en el museo de Bellas artes de Sevilla.

La pieza, hoy retirada del culto, es de candelero y tamaño natural. Según Moreno Arana, “en una composición muy sencilla y frontal, el santo aparecería portando sus habituales atributos, la pluma y el libro, en la actualidad perdidos y que lo representan como Padre de la Iglesia. Cabeza y manos están tratados con el habitual naturalismo de su autora. Con el San Francisco sanluqueño comparte semejante talla abocetada del cabello, que permite observar la huella dejada por la gubia, así como no pocos detalles anatómicos, siendo elocuente la gran similitud de las orejas de ambas esculturas. Las cejas arqueadas, la nariz pequeña con fosas nasales anchas o la boca entreabierta con unos característicos dientes superiores tallados y el labio inferior carnoso y caído llevan con claridad a imágenes documentadas de la etapa gaditana de la Roldana, como son los casos del San Servando de la Catedral de Cádiz (1687) y de la Virgen de la Soledad de Puerto Real (1688). Respecto a las manos, su modelado es cuidado en los dorsos, con venas muy marcadas y nudillos resaltados, detalles que recuerdan a otras obras de este momento, como el Ecce-Homo de la Catedral de Cádiz (1684)”.

Todo ello, según el estudio del historiador, permite situar cronológicamente esta talla entre 1680, fecha del primer contacto conocido del taller de La Roldana con Sanlúcar, y 1688, año en el que concluye la estancia gaditana de esta artista: “Sería, por tanto, una obra realizada para el antiguo convento que los franciscanos tuvieron a las afueras de Sanlúcar, conocido como San Francisco ‘El Viejo’. Aunque los frailes abandonaron este primitivo edificio en 1700, se sabe que recibió algunas reformas aún en 1684, fecha muy próxima, curiosamente, a la de realización del San Buenaventura”.

Y fue en la nueva iglesia franciscana, inaugurada en 1752, donde se instaló la escultura en una hornacina abierta en los muros del crucero, como consta por un inventario de 1835, realizado en el contexto de la Desamortización de Mendizábal.

Actualmente, tras una leve intervención, se encuentra custodiada en una dependencia de la iglesia en espera de “una definitiva y necesaria restauración que termine de recuperarla para el patrimonio de Sanlúcar”, concluye el historiador, que agradece la colaboración encontrada en para su investigación en las personas de Óscar Franco, José Miguel Sánchez Peña y Raúl Jiménez.

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