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Mortero bastardo

Baelo Claudia

 EN el año 98, algunas Consejerías de la Junta de Andalucía se implicaron en la realización de un proyecto de desarrollo sostenible para la ensenada de Bolonia. Se trataba, por una parte, de evitar los crecimientos ilegales que se estaban produciendo al igual que en otros lugares de la costa gaditana, Aguadulce, Chiclana, El Palmar, etc., y por otra, dar cauce a la presión de ciertas iniciativas inmobiliarias incipientes con un desarrollo cuidadoso y controlado de un espacio natural como ese, donde coincidían intereses culturales, arqueológicos, medioambientales, turísticos y agrícola-ganaderos.

A lo largo de un año, varios estudios de arquitectura de la provincia trabajamos coordinadamente hasta realizar un anteproyecto, que una vez consensuado por las distintas administraciones interesadas, se presentó al Ayuntamiento de Tarifa, administración municipal al que pertenece ese territorio, donde debería haberse aceptado para su tramitación y posterior desarrollo, para lo cual se contaba con fondos públicos que por entonces fluían desde la Unión Europea hacia nuestro país. Pero todo aquel conjunto de buenas intenciones topó con la miopía de los mandatarios municipales, que no entendieron los objetivos de la iniciativa como una propuesta razonable para el futuro de la zona, así que el proyecto quedó detenido y Bolonia ha seguido, desgraciadamente, con sus crecimientos alegales o ilegales, encubiertos aunque visibles, hasta el día de hoy.

Aun así, algunas de las propuestas recogidas en aquel proyecto han continuado, como, por ejemplo, el centro de interpretación del yacimiento arqueológico, edificio construido por el prestigioso arquitecto sevillano Guillermo Vázquez Consuegra, edificio que en su momento fue muy contestado por los amantes del lugar. El edificio en sí es impecable, pero en el contexto de ese territorio parece tener una presencia mayor de la que se necesita. Encontrar su estatus en relación con el entorno es algo que los arquitectos no siempre aciertan para la arquitectura que proponen. Otras obras desarrolladas en torno al yacimiento arqueológico sí que han encontrado la virtud de hacer lo justo para resolver los objetivos necesarios sin que se hagan presentes más allá de lo necesario, como por ejemplo el cuidado paseo al borde de la playa, que se distancia de la típica pasarela de rollizos de madera, creando un recorrido útil, moderno y de cuidada ejecución.

Sin embargo, el verdadero gran problema de la ensenada de Bolonia es que sigue existiendo la misma presión inmobiliaria, ahora parcialmente amortiguada por la crisis, pero que volverá a potenciarse en la medida que nuestro país retome el pulso constructivo, que aunque tardará, al menor signo de fortaleza se lanzará como un depredador sobre la frágil presa, que lleva demasiados años manteniéndose expuesta a los arbitrarios designios de la incompetencia y de la acción implacable de los mercados.

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