Carmen París, música para ensanchar el alma
La cantautora firmó un brillante concierto en el café teatro Pay Pay durante la noche del sábado. Una actuación donde presentó los temas de su último disco 'Incubando'
Pequeñita, delgada, se enfrenta a un piano que se derrama en gasas violetas. Pequeñita, delgada, llena sus pulmones de sones de arriba, de abajo, del este y del oeste. Pequeñita, delgada, crece y crece a lo largo y ancho del Pay Pay. A lo largo y ancho de sus canciones. Carmen París, pequeñita, delgada, ensancha el alma. La suya, la nuestra, a golpe de un piano que se deshace en telas, a golpe de emoción, y de humor, por qué no. Lo que ha ido Incubando lo presenta con gracia y brillantez en el café teatro del barrio del Pópulo, en Cádiz. El sábado por la noche. Tan pequeñita, tan grande.
Cómo no abrir los brazos a este maridaje de latidos. Un brebaje divino que comienza con Jotera lo serás tú. Toda una declaración de intenciones con la que Carmen París firmó su anterior disco. Llena de bofetadas sin manos, de gracia y poderío.
De la socarronería a la nostalgia. La artista transporta al auditorio, silencioso (casi no se respira), a un viaje sentimental por su recuerdo del Mediterráneo. En mi pecho pinta, también de azul, las imágenes de un verano que todos parecemos revivir con su voz grande, su voz de fuente, que ya se va metiendo dentro de cada espectador.
Con Cositas In-solitas entra de lleno en los temas de su último disco, Incubando. La canción viene precedida de una buena historia que Carmen cuenta con arte y con la que, una vez más en la noche, se lleva al público de calle. Un historia de las casualidades o causalidades de la vida y de cosas insólitas o in-solitas. "Yo sé que la palabra es esdrújula pero no entraba en la música". Ea. Así, por derecho.
Ni las letras ni las ciencias. De los caprichos de la alquimista maña (pero nacida en Tarragona, aclara) no se salva nadie. El fenómeno de la distancia espeluznante de Einstein recibe un par de sacudidas y lo convierte en un bolero con el mismo título.
El recital camina a buen paso, derechito a las mismas entrañas, con Cuerpo triste y Para que tú me oigas. Con esta versión musicada del poema de Pablo Neruda, Carmen nos abandona unos momentos. Llega el descanso.
Y llegan las sorpresas. La segunda parte del concierto acústico se abre con la primera colaboración de la noche. El maestro Nono García sube a las tablas para interpretar junto con la protagonista de la noche Para Aragón. Un hermoso reencuentro musical, marcado por la visita del revolucionario José Martí a Zaragoza, donde se demuestra el entendimiento entre la escuela gaditana y la del Ebro. El caramelo, dulce, para saborear, y Agua que ha de correr dejan paso a otro ajustado dúo. El Ave del Paraíso, de Javier Ruibal, vuela alto en las bocas de su autor y de París. Magia. Lluvia de aplausos.
Con dos canciones de su primer disco, Pa mi genio llegamos al final. Cabecita de alfiler y Savia nueva. ¡Cuidado! Que el alma ya rebosa. Y se va. Y vuelve. Con La jota de la Dolores. Y más. De pie. En jarra. Sin más compaña que el aliento de una jota. Con unas maneras que, te des cuenta o no, ensanchan el alma.
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