Corridoio
Arquitectura · La belleza intangible
HABÍAMOS quedado con Riccardo junto a la Loggia dei Lanzi, el punto donde se unen piazza della Signoria y el piazzale degli Uffizi. Tras el saludo, las presentaciones y las fórmulas de cortesía nos intrudujo en el Museo degli Uffizi por la puerta que usan los empleados. Subimos en ascensor hasta el primer piso y desembocamos en la terraza que se asoma a piazza della Signoria, desde la que se tiene una vista inigualable de la torre de palazzo Vecchio. Continuamos nuestro recorrido por el atrio central del edificio dejando a un lado la copia de Bacio Bandinelli de la famosa estatua del Laocoonte hasta llegar a una puerta cerrada. Entonces nuestro guía consulta a alguno de sus colegas y vuelve con una llave. La llave que abre uno de los tesoros mejor guardados de la ciudad, el Corridoio Vasariano.
Nada más abrirse la puerta nos encontramos con un pasillo en escalera que desciende con grandes ventanales a los lados. En una pared destaca un enorme cuadro en el que son evidentes trazas de un notable trabajo de restauración. Es una de las obras que resultaron dañadas en el atentado del 1992 contra la Academia dei Georgofili, perpetrado por la facción más violenta de la mafia siciliana como reacción a las presiones del gobierno.
Giramos hacia la izquierda, en dirección al río Arno y mientras recorremos el corredor observamos en las paredes la gran cantidad de cuadros de època tardorrenacentista, manierista y barroca. Dichas obras fueron colocadas a posteriori pues cuando se construyó en 1565 tenía la única función de comunicar de manera privada los Uffizi y palazzo Vecchio, sedes de la administración de Florencia y residencia de la familia Medici respectivamente, con el palazzo Pitti, y no poseía decoración alguna. Su edificación se llevó a cabo con motivo del matrimonio entre el hijo del Granduque de Toscana, Francesco I y Doña Juana de Austria. El autor de esta maravilla fue Giorgio Vasari, un ejemplo más del clasico genio renacentista, ya que además de arquitecto era pintor e historiador del arte. Tiene una longitud total de algo más de un kilómetro y para su construcción los Medici tuvieron que expropiar viviendas de otras familias, forzándoles a un acuerdo de venta. Seguramente uno de los puntos más espectaculares, es el tramo que recorre parte de la iglesia de Santa Felicita, que a partir de ese momento se convirtió casi en una capilla privada de la familia. El corridoio la atraviesa en paralelo a la fachada, de hecho para la ocasión se construyó una tribuna privada a la que se accede desde el corridoio. Otra de las peculiaridades de esta estructura es el hecho de acojer la colección de autoretratos más antigua del mundo. Esta fue iniciada por Leopoldo de Medici, un gran mecenas de la familia, que vivió a mediados del siglo XVII, aunque fue colocada en el interior del corridoio a posteriori. Otra de las partes más espectaculares de la visita es la llegada al ponte Vecchio; la perspectiva que se tiene desde las tres ventanas sobre este famoso puente es simplemente maravillosa, uno de esos momentos que cuando se viven, automáticamente sentimos que estamos viviendo algo único. Sobre estas ventanas se ha escrito mucho, la creencia más difundida es que fueron abiertas con motivo de la visita de Hitler a la ciudad en 1938, y que fue justamente el hecho de que el führer tuviera la ocasión de visitar el corridoio lo que lo salvó de la destrucción, aunque lo cierto es que se conservan grabados de principios del siglo XX donde ya se pueden apreciar estas tres grandes ventanas cuadradas que poco tienen que ver con los pequeños óculos que originalmente había previsto Vasari.
Pero si existe una persona a la que debamos la suerte de poder admirar aún esta construcción esa es, sin duda, Gerhard Wolf, el cónsul alemán en Florencia cuando estalló la guerra. Era un hombre de una vasta cultura profundamente enamorado de esta ciudad, cosa que demostró, pues se dedicó a salvar de la destrucción numerosas obras de arte, entre ellas el mismísimo ponte Vecchio y el corridoio Vasariano. Dado que el ejército aliado llegó a Florencia por el sur, los nazis durante su huida hicieron saltar todos los puentes de la ciudad para retrasar lo más posible el avance de las tropas enemigas; y aquí es donde entra en acción nuestro héroe, que en el último momento consiguió convencer a los soldados de que retiraran las minas que habrían hecho saltar el ponte Vecchio en pedazos. Esto ayudó en parte a los aliados, ya que a través del corridoio consiguieron pasar la línea de comunicación con la resistencia partisana de la ciudad y de ese modo facilitar el acceso a las tropas brasileñas, nepalíes y británicas que esperaban al otro lado del río.
Los florentinos agradecidos a este personaje, colocaron en el puente que él salvó una placa en su honor; además del hecho de que sea conocido como "el cónsul de Florencia". Aunque mantienen que fueron ellos los que echaron a los nazis sin ayuda de nadie.
Dibujo del trazado del Corredor
Vasariano.
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